Es un gusto - Parte 2

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Hoy me siento más cansada que cualquier otro día; quedarme dormida en clases es la demostración de ello. La principal causa de esto podría ser buena, y es que dormir en la casa de tu crush parece un momento de adrenalina desenfrenada, sobre todo si aprovechaste un absurdo malentendido para robarle un beso. Para pena mía, no fue esto lo que me preocupó, sino el mensaje que me llegó a mitad de la noche de Vicent.

Dime dónde estás o no habrá más cuotas, una clara amenaza que llenó mi cabeza de preguntas que no acababan de resolverse porque otras más me inquietaban. Al final del torbellino, decidí responderle que me encontraba en casa de un «amigo», que me iría en la mañana. Pero el jodido de Vicent insistió en que me buscaría él mismo, y así lo hizo. Temprano en la mañana, cuando la tormenta solo era una lluvia patética, su camioneta roja aguardaba por mí frente a la casa de los Frederick.

Ni siquiera pude ver una última vez a Felix o agradecerle con buenos modales a la señora Frederick. Vicent parecía molesto, lo mejor era no tardarme en subir.

—¿Te encuentras bien, amiga?

La vocecita temerosa de Katrina le pone fin a la extracción despiadada de Morfeo para llevarme a su mundo. Abro mis ojos, siento los parpados pesados y un picor que me dificulta ver más allá de una mancha.

—Lo estoy; solo necesito una buena taza de café para despertar a mi fiera interior. —Me acomodo en el asiento y estiro mi espalda. Un crujido alarmante de huesos se escucha por la sala de clases—. ¿Cómo les fue con la tormenta?

—Pues no muy bien. El techo está lleno de agujeros y cada tanto nos teníamos que levantar para comprobar si las ollas se habían llenado. Luego estaba el tema de los truenos que me perturbaron demasiado, se escuchaban fuertísimo. Lo bueno de todo es que... —se encoje de hombros y las mejillas se le ponen rojas— Amir y yo hablamos toda la noche y dormimos en el mismo cuarto.

Ah, qué alivio, pensé que el tarado había dormido en su misma cama.

—¿Ese ser ha avanzado en la edición del documental?

Katrina asiente feliz.

—Sí, falta poquísimo para que acabemos.

Poquísimo, ¿eh? Extrañaré ese lugar.

El timbre suena y el profesor se despide de la clase diciendo que nos verá en el examen, una escabrosa jugarreta que nos hace mirarnos entre sí porque aún no sabemos qué tan mal nos fue en la última prueba. Katrina agarra sus cosas mientras se queja de su mala calificación en la prueba pasada, que quizás reprobará el curso y que no quiere irse a examen. Yo solo pienso en que está exagerando, porque sus calificaciones no son malas. No obstante, mi pensamiento se ve intervenido por una burlesca risa proveniente del final grupo al final de la sala. Por supuesto, al voltear, me encuentro a Jamie y sus amigos.

—Ignóralos —me pide Katrina, a sabiendas de que soy capaz de ponerlo en su lugar una vez más.

¿Qué es tan gracioso?

Al salir de la sala me hago una idea de qué se reía. El pasillo y casi todos los estudiantes tienen en sus manos una hoja amarilla que dice en grande «SE BUSCA» y con una foto que reconozco fácilmente, porque es una de las últimas que me saqué para mandarle a un cliente reciente.

Me apresuro en llegar hasta uno de los murales donde la hoja resalta más que cualquier afiche informativo de la universidad y la arranco sin darle importancia a los alegatos de quienes la leían.

En la foto salen mis labios y parte de mi cuerpo descubierto, expuesto para el que decía ser un cliente. Abajo, en negrita y mayúsculas, dice la hoja dice:

FelixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora