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Capítulo 15:
Inocente despedida.

En el semblante de los vigilantes de seguridad se volvió sombrío en cuanto cruzó el enrejado principal, en sus ojos había más qué sorpresa. Algo que Minah no podría explicar, como si hubiesen visto su fantasma. Lo mismo fue al estar frente a su casa, ChanYoung su chofer, pulía uno de los retrovisores del auto y al notar su presencia sólo pudo acomodarse la corbata en acto nervioso tras darle una corta venía respetuosa. ¿Qué demonios sucedió en su ausencia?, Tenía meses de desaparición, no años.

Quiso no darle importancia al inusual asombro de todos por su aparición, aunque se sentía insegura entrando a su propia casa, de la que prometió no volver. Taeyong había sido insistente, quedándose la noche entera en la casa de sus abuelos para convencerla de volver de una vez por todas. No era su intención que sus padres creyeran que estaba muerta, pero tampoco quería que supieran de su paradero; por eso decidió volver a Seúl, para acabar con todo el drama que en realidad no quiso provocar.

El castaño llevaba consigo un ramo de flores que hacían lucir alegre el ambiente tenso de su casa. Puso un pie dentro del recibidor, y pudo notar  el silencio fúnebre que cubría como una nube toda la casa. Aguardaron en el primer estar siguiente al recibidor, el mismo donde había tenido la discusión con su madre. Una de las ama de llaves fue por su madre, haciendo la espera eterna. Si cerraba los ojos, podía revivir cada palabra hiriente de la mujer hacia ella, por eso no quería soportar más tiempo en esa habitación.

—Sra. Byul—La recibió cálido Taeyong, la mujer con la mirada perdida en su celular—. Le he traído sus flores preferidas—Y eso causó cierto rubor en Minah, porque sabía que indirectamente se refería a ella.

Byul Hyerin subió la vista para encontrarse con Lee Taeyong, como solía hacerlo cada domingo luego de su desaparición. Sin embargo, en su mirada se plantó la ilusión pura al notarla en la habitación. Su ama de llaves chilló con emoción, a las espaldas de su madre. Pero la mujer de cabellos negros se veía inquebrantable, de la misma manera que siempre. En ese momento, Minah pensó que fue mala idea volver a su casa, porque no parecía ser bien recibida por la única que en verdad debía darle una bienvenida.

—Aquí estoy—No se lo ocurrió decir más, paralizada con sus pies inmóviles.

Su madre se fue acercando en un paso lento, bastante incierto pero seguro a la vez. Estudiándola conforme iba cerrando la distancia entre ambas. Cada parte de su cuerpo se tensó por inercia, recordando la última vez que las dos habían tenido una cercanía como esa. A su lado, Taeyong le tomaba la mano, entrelazando sus dedos en forma de apoyo, y se lo agradecía porque no era capaz de soportar algo como eso sola. Era un apoyo que no había pedido, pero que indiscutiblemente necesitaba.

—Byul Minah—Pronunció su nombre, casi con indiferencia.

Parecía incrédula en tenerla frente a ella. Se lo quiso atribuir a su nuevo corte de cabello, o el leve bronceado sonrosado que había tomado por haber estando arando tierra la mayoría del tiempo; pero en realidad sabía porqué no la reconocía. Sus párpados se fueron cerrando instintivamente cuando su madre estiró la mano hacia su rostro, esperando cualquier cosa menos un toque gentil. Con el dorso, acarició el costado de su mentón y parte de su pómulo, justo donde estuvo el verdugón que ella misma le había hecho tiempo atrás. Existía algo más en la caricia, una especie de culpa implícita. Sin dudas, era una forma de disculparse sin palabras.

—Abre los ojos, hija—Le llamó así, como nunca pensó que la llamaría otra vez.

Su tono era indulgente, pero aún se sentía un dejo de inseguridad. Lentamente lo hizo, hasta contactar con la mirada de ella. Lo único que ahora pudo encontrar en sus oscuros ojos fue arrepentimiento, y un cúmulo de lágrimas que no esperaba ver.

ᴛᴇᴇɴᴀɢᴇʀ [ᴊᴀᴄᴋꜱᴏɴ ᴡᴀɴɢ]✓ //En Edición//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora