LA MÚSICA ES MI RELIGIÓN (3)

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Recuerdo que aún era muy pequeño, tendría por aquel entonces unos 5 años, cuando descubrí lo mucho que despertaba mi interés presenciar las clases de canto que tomaban en el colegio los chicos más grandes, aunque para participar tenía que cumplir por lo menos los 6 años de edad hasta poder inscribirme y empezar a estudiar de modo profesional, algo que cada día me impacientaba mas y mas justamente por el hecho de no poder hacerlo cuando anhelaba que ocurriera.

Aparentemente tenía que ver con la elasticidad de las cuerdas vocales y cierta inestabilidad del registro de voz, así que tampoco olvidaré la desilusión que sentí cuando se lo conté a mi madre, en un principio tenía un poco de miedo de que me lo negara, como pasaba con casi todo lo que me tuviese ganas de hacer en ese momento.

Pero sin embargo, entonces ella me dijo: 'Hay que esperar' lo cual me dejó mucho más tranquilo, así que como siempre sucede cuando uno empieza a desear algo con tantas fuerzas, la espera a veces se vuelve eterna y lo que aparcaba mi ansiedad, era entender que finalmente ese día llegaría.

Además de cumplir una cierta edad debía pasar una prueba para conformar el coro del ensamble de Oakland Elementary School, un colegio muy viejo donde cursaba regularmente mis estudios primarios, pero desde esa vez, desde esa inteligentísima pregunta inicial, contaba los días deseando por aquel momento.

Empecé a escuchar a Elvis y en general toda clase de música góspel porque era lo único que mi padrastro tenía en sus discos y me permitía oír, si me encontraba oyendo otras cosas me pegaba porque decía que eran 'cosas del diablo', haber descubierto algo que me gustara tanto y me dejara romper el silencio atroz que había envuelto desde que tenía memoria ese ataúd que era el espacio gris donde vivía, me generaba una satisfacción tan plena, además de llenarme de una grata alegría que me ayudaba a despejarme e invadía de emoción inmensamente mis horas.

Por el ejercicio reiterado de escuchar una y otra vez esas canciones, me las aprendía de memoria, leía los cancioneros y estudiaba las letras para cantarlas mejor, eso comenzó a darme cierta notoriedad en el colegio, porque me gustaba mucho ir cantándolas hasta llegar al aula, era algo que hacía ya de manera muy natural y casi sin darme cuenta, eso me pasaba muy seguido porque simplemente llevaba la melodía en mi mente y lo único que debía hacer era liberarla a través de mi voz.

Hasta que comprendí que podía empezar a tomar clases de piano, el instrumento que acompañaba al coro, necesitaba sentir esa especie de adrenalina y emoción que me invadía el cuerpo, la cabeza y el alma gracias a la música, así que convencí a mi mamá para que me dejara incursionar de alguna forma en ella.

Hasta ese entonces se había convertido en mi único escape y además me permitía pasar algunas horas más fuera de casa, por suerte así lo hice y por fin estaba logrando hacer algo por mí, eso que aunque sin que lo supiera en aquel instante, estaba haciendo que mi vida cambiara poco a poco.

Recuerdo que cuando estaba en primer grado, las maestras no me permitían cruzar la calle si antes no cantaba dos o tres temas de Elvis Presley, cuestión que me causaba bastante vergüenza y luego, cuando estaba en tercero, aprovechándose de eso, hacían que me subiera a la copa de un árbol y estando allí durante el recreo, las docentes me pedían que cantara todo el TOP 40 de Elvis para los demás chicos, avergonzándome aún más por tener que dar una forzada función.

Pero entonces advertí algo por demás decisivo e importante, algo que debía usar a mi favor, además de ser un excelente alumno en la escuela primaria y que mis calificaciones eran las más altas, percibí que mis cuerdas vocales eran verdaderamente elásticas y potenciaban mi voz volviéndola un instrumento muy versátil que me permitía acomodarme a múltiples notas y melodías.

Por supuesto que mi timidez había disminuido y me volví bastante más revoltoso, descubrí que la escuela era un ámbito en el cual tenía más libertades que en mi propia casa, eso significaba tener más licencias para moverme, hablar y actuar, era en el Oakland Elementary School donde existían menos limitaciones que frente a la autoridad paterna, esa que me habían aplicado severa e injustamente desde temprana edad.

Así que me volví un tanto más atrevido, podría decirse que más acorde a los años que tenía en ese momento, un tanto más audaz y desvergonzado como normalmente suelen ser los chicos de esa edad, amparado por la simpatía que había despertado en las maestras a quienes les fascinaba que las consintiera con sus temas favoritos.

Aunque debía pórtame relativamente bien, así las direcciones del colegio no enviaban notificaciones a mis padres que llamaran la atención, evitando a toda costa meterme en problemas, de lo contrario sabía las consecuencias a las cuales me enfrentaba y expondría, sin dudas aquello era algo ante lo cual verdaderamente no soportaría someterme una vez más.

Estaba seguro que una simple notificación sería la excusa perfecta para un nuevo castigo corporal, ese que recibiría mas tarde, puertas adentro a manos de mi padrastro, alguien que me dejaría en penitencia durante días y días, así que de sólo pensarlo, unos típicos escalofríos solían correrme por la espalda.

Además de moderar mis conductas, los horarios debían ser respetados a raja tabla siempre sin excepción, desde tener que programar mi despertador a las 7 para ir al colegio hasta el estar metido en la cama antes de las 21hs para dejar la casa en pleno silencio, aunque no tuviera nada de sueño, mucho antes de que comenzara el horario de protección al menor y sin olvidar bajar la voz si osabas omitir algún imprevisto comentario nocturno.

En ocasiones, al volver de la escuela y aprovechando que Stephen no estaba, me sentaba a mirar un poco de televisión, un aparato estropeado que aparentaba ser una simple caja de madera en blanco y negro, pero que me brindaba algo de diversión al mirar dibujos animados con mis hermanos, así veíamos en pantalla como el Capitán América era derrotado batallando por justicia, notando desde temprano con desilusión, como todos nuestros héroes habían nacido para perder.

Pero dentro de toda esa acumulada y desagradable experiencia vivida, ya no cabían dudas de que existía algo que me dejaba más tranquilo y en paz conmigo mismo, porque sentía muy en lo profundo que había nacido para la música y estaba convencido que a esas alturas, la necesitaba tanto como el mismo aire que respiraba.

CAPITULO I: SILENCIO. LA MÚSICA ES MI RELIGIÓN இڿڰۣ-ڰۣ—

...Así termina este primer apartado del primer capitulo de MR ROSE, cada vez que comparto  algunos fragmentos de este libro, siento que les estoy brindando un trabajo tan personal, porque ademas de investigar mucho le puse mis sentimientos, si se toman unos minutos y pueden leerlo,  entenderán de lo que estoy hablando.

GRACIAS POR SUS COMENTARIOS Y VOTOS! Me hacen muy feliz! Pasaré cada día y responderé cada comentario. 

Lucy

Gracias Mary por enviarme tu foto con mi libro en tus manos! <3

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