Capítulo 10

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Maldita sea

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Maldita sea.

La había cagado de la manera más horrenda posible. No solo le había tratado como si fuera una persona insignificante.

Lo había tratado con todo el desprecio que un ser humano era capaz de dar―o al menos lo que yo podía dar― y por lo visto, le había hecho daño.

No sabía con exactitud que me había pasado en ese entonces, me había dejado llevar por la rabia y la desesperación de sentirlo tan cerca. La vulnerabilidad había hecho efecto en mí. Claro, aquello no era ni la mínima razón, no podía justificar mis actos echandole la culpa a mis inseguridades. Me estaba haciendo la cobarde.

Entonces ¿Podía haber sido más estúpida?.  La mirada decepcionada de Nicholas se había quedado clavada  de forma permanente en mi pensamiento en el camino a casa. Había visto sus ojos marrones atravez de mis pupilas mientras subía  a mi habitación y  me acostaba en la cama.

 Aquella mirada venía del hombre cuya lengua me había dado tanto placer horas antes. 

Estaba claro que debía hacer algo, no podía quedarme de manos cruzadas. No sabía que hacer, puesto que no era muy buena para las disculpas, aún así debía arreglar las cosas.

O podía dejarlo así―pensé.

No le debia nada a Nicholas, no era yo la que se había comportado de manera insolente desde el principio, el tampoco era todo un santo. Entonces podía quedarme quieta, dormir relajada en mi cama luego de ver una serie en mi televisor plasma y prepararme para el día siguiente.

No podía dejar de pensar en lo ocurrido. No, no podía dejar las cosas quietas por más que quisiera, no era esa clase de persona. 

Ruedo los ojos al pensar que debía buscar la manera de disculparme. Lo menos que quería era estar denuevo frente a Nicholas, cuando estaba a su lado no podía pensar, mi cerebro se bloqueaba dando paso a otra parte de mi cuerpo y mente. 

Aquel lugar que no era racional y solo pensaba en beneficios propios, un tanto carnales.

Nunca había sido buena para pedir disculpas y este caso, no era ni la más remota excepción. A lo largo de vida jamás había pedido disculpas, puesto que jamás había hecho cosas que la recurrieran.

Era una de las primeras veces para mí, no sabía por donde empezar y mucho menos como terminar. 

Para todo hay una primera vez.

Era una de las cosas que me repetía constantemente mi madre cada vez que a su mente le venían dichas palabras. Dicho momento era uno de ellos, solo que no había necesitado de mi madre para recordarlas.

Tomo mi teléfono y marco el número de Roberto―el cual nos había proporcinado el restaurant―dispuesta a llamarlo. Cada uno de los cocineros teníamos posesión de los números, esto nos servía a la hora de notificar cualquier inconveniente. 

Pruébame#1✔️ #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora