Capítulo 15

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Habíamos aterrizado en el aereopuerto de Londres ocho horas despues, nos habíamos retardado porque habían realizado algunas paradas debido a un fallo en el motor, pero gracias a Dios, el viaje había salido de lo mejor

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Habíamos aterrizado en el aereopuerto de Londres ocho horas despues, nos habíamos retardado porque habían realizado algunas paradas debido a un fallo en el motor, pero gracias a Dios, el viaje había salido de lo mejor. Habíamos pasado toda la noche en el vuelo y habíamos llegado ya de día.

Horas refrezcantes, las cuales las había utilizadonpara descansar mi mente de todo el enbrollo en el que me había metido.

El trayecto del aeropuerto a la casa de la bela, la abuela de Nicholas y Gregory—donde también vivía la mamá de estos dos— había sido muy corto en cuanto al tiempo.

Habíamos hecho una miniparada en el super y en McDonalds, donde habíamos comprado comida para el camino, unas cuantas hamburguesas con papas fritas y ensalada Cesar para todo el trayecto.

Mi barriga sonaba de manera en la que me dejaba claro necesitaba ser alimentada. Gia se había antojado de ir a jugar un momento en el parque de pelotitas de McDonalds, por lo que me había ofrecido a acompañarla mientras Nicholas y Gregory compraban las hamburguesas.

Y aunque nunca había sido una fan de la comida de estos establecimientos, una de vez en cuando no pegaba mal un gustillo.

—¡Pero que hambre tengo!—exclama Gregory mientras se frota la barriga en un acto muy gracioso—, no puedo perder mi figura.

Una vez habían comprado la comida y Gia había terminado de jugar en el parque de pelotas, nos habíamos sentado en una mesa con tres sillas y un banquito especial para bebes.

En dicho banco se encontraba Gia la cual dejaba a la imaginación que aquello no le hacía gracia. Nicholas se había sentado al lado mio y no paraba de lanzarme miradas furtivas, mientras una de sus manos me acariciaba inconscientemente la pierna, y de vez en cuando me rozaba la mano.

—¿Cúal figura?—Nicholas toma su hamburguesa y le propinada a esta un buen mordisco, un poco de salsa de tomate se escurre por un lado de sus labios—. Que yo sepa, estas igual que un oso con problemas de sobrepeso.

Aquel comentario había hecho que la pequeña Gia estallara en carcajadas, mientras que Gregory fulminaba a Nicholas. Por mi parte, no podía con los nervios que cargaba encima.

Era insolito solo pensar que hasta el día de ayer estaba en mi ciudad natal, Florencia y que ahora estaba en la Ciudad de Londres, un cambio muy radical, si contamos el hecho de que Nicholas era un tipo al cual había conocido hace aproximadamente cuatro o cino días.

Quedaban una semana y seis días para que la señora Monroe regresara de su viaje por asuntos especiales y prácticamente ya había hecho mi trabajo de mostrarle el restaurante a Nicholas. El caso era que todo me traía confusa, demasiado diría yo.

Los días estaban contados y cada vez más se acercaba el día que el cierto crítico se iría para siempre de mi vida, eso no lo dudaba. Y era el deber ser, había aceptado acostarme con él sabiendo que se tendría que ir en algún momento.

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