Chocolate - Parte 5/5

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El encuentro número tres era especial, porque era la última vez que hice el trabajo de pasear a Chocolate. Creo que siempre me acordaré de aquel día, tal como Simón. Y creo que nunca había tenido tanto miedo de mirarle a los ojos como en aquella tarde.

Encuentro #3
Después del largo día en el colegio, aquel jueves abrí el tejado del jardín. Lo cerré detrás de mí y caminé por el césped, en busca de Chocolate. Pero no estaba.

"¡Chocolate!" llamé, pero no apareció. No había muchos escondites en el jardín, por eso empecé a preocuparme. "¡Chocolate!" repetí. Oh, por favor que no te hayas escapado. Desesperadamente busqué detrás de cada arbusto, en cada esquina, pero no la encontré.

De repente escuché algo. Un sonido que provenía de la terraza, mejor dicho, desde detrás del vidrio de la puerta hacia adentro. Allí estaba la perrita, contentamente meneando con la cola.

"¿Por qué estás adentro?" pregunté sin esperar una respuesta y abrí la puerta. Ella me saludó, pero la aparté de mi cuerpo para evitar un ataque alérgico. "Venga, nos vamos," dije, pero la perrita se esfumó en el pasillo. Odiaba perseguirla si no me escuchaba, eso siempre terminaba con ojos hinchados y mojados. "En serio, Chocolate, ven aquí," ordené y me posicioné al otro lado del pasillo.

Ella estaba ocupada con olisquear un par de botas en el suelo. "Sabes que no me siento bien, no me hagas la vida aún más complicada," pedí, sin recibir una reacción. "También sabes que es por culpa de tu dueño, así que por lo menos podrías intentar subsanarlo."

Y enseguida me perdí en una explicación compleja de mis sentimientos, narrándole a una perrita que tenía el mismo nombre que color de pelaje.

"No es que no haya pensado en dejar este puto trabajo y olvidarme de él, pero no puedo. Siempre cuando tengo ese pensamiento, luego pienso que hay la oportunidad de conocerle y que sólo tengo que esperar un poco más," filosofé, apoyándome en la balaustrada de las escaleras que se llevaban a la primera planta. No consideré que ella no me entendiera. "Siempre pienso que, si espero lo suficiente para verle otra vez, finalmente haremos algo juntos. Como ir a tomar un café o... no sé, algo bonito, romántico. E intercambiaríamos nuestros números de teléfono y..."

Estaba tan inmerso en mis pensamientos y palabras, que no me di cuenta de los pasos en la planta de arriba. No noté que alguien se acercó a la balaustrada y me observó desde su lugar.

"... sería perfecto ¿no?" pregunté con una sonrisa boba en mi cara, después de haberle descrito nuestra primera cita imaginaria a Chocolate. "Pero no creas que sólo sería romántico. También le dejaría hacer cosas... digamos más íntimas," añadí, coqueteando con el aire. "Ay, cuando me sonríe así de sexy, tengo que controlarme para no desnudarme donde estoy y saltarle encima. Le dejaría hacer de todo conmig–"

Y entonces oí los pasos, deteniendo mis pablaras de inmediato. Yo mismo hubiera querido ver mi cara cuando Simón bajó las escaleras, haciendo que me inmovilizara estupefacto en medio del pasillo.

"Hola, Juan Pablo," saludó en voz baja y grave. Tan increíblemente sexy. Es que me siento obligado a enfatizar su voz cada vez que pueda, porque es tan malditamente erótica.

"Ho... hola, Simón. ¿Por qué estás aquí?" tartamudeé, parpadeando violentamente. Todavía tenía esperanza de que eso no estaba pasando en realidad. No quería mirarle a los ojos. Qué vergonzoso sería si hubiera escuchado todo mi monólogo.

"Puedo preguntarte lo mismo. No tienes que pasearla los jueves," me informó cortésmente. Estaba parado en el último escalón, mirándome sobre la barandilla, donde se aboyaba con sus codos.

"Oh..." era lo único que pronuncié. Lo había olvidado, de verdad lo había olvidado. Los paseos diarios con Chocolate se habían transformado en una rutina para mí, causando que olvidara omitirlas los jueves. Pero no pensé en eso en este momento. Únicamente recé que Simón no me hubiera escuchado hablar.

Siempre AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora