Tal vez amigos

117 8 0
                                    

El ambiente era tenso. Tanto que se podía decir que la típca frase de la tensión se puede cortar con un cuchillo se podía usar en su sentido más real. Sólo se me ocurrió una forma de aliviar la atmósfera.

-¿Por qué te lo hiciste?

Mi pregunta le pilló totalmente desprevenido. Era obvio que no sabía de lo que le estaba hablando. Se volvió a verme con la mirada confusa.

-Te lo acabo de explicar...,- le interrumpí.

-No hablo de eso,- le interrumpí yo esa vez.

-¿Entonces?,- parecía aún más confuso que antes.

-De tu tatuaje. ¿Qué significa?

Sonrió cuando le expliqué la pregunta. Ahí supuse que era algo importante para él. Algo que le hacía sonreír de esa manera después de todo lo que había sufrido. Aunque yo ya me imaginaba lo que significaban la D y la G entrelazadas, el por qué no me lo podía imaginar.

-Gema había estado cuidando de mí durante dos años. Después de la separación, dejé de recibir el apoyo de mis propios padres. Mi padre se centró en su nueva familia y mi madre se volvió adicta al trabajo. En cierto modo Gema fue la única que estuvo ahí para mí.

Sólo sonreí. En cierto modo le entendía. Mis padres no pasaban mucho tiempo en casa. Casi todo el tiempo estabamos en casa sólo mi hermano, Erick, y yo. Solían llamarnos todos los días, pero no era lo mismo. Una videollamada, o una llamada telefónica preguntando que tal estábamos o si habíamos tenido un buen día no podía sustituir a la presencia de tus padres en casa. Para mí era duro, aunque en el fondo era peor para Erick.

Él alzó la vista para mirarme. Me ponía nerviosa. Su mirada me analizaba. Era demasiado incómodo para mí. Sus ojos verdes me recorrían el rostro , tal vez buscando un indicio de si lo que me acababa de contar iba a permanecer sólo entre nosotros dos, o si, por el contrario, yo se lo iba a contar a alguien.

-¿Tienes hambre?,- me miró extraño-, lo digo porque yo sí.

Me miró una última vez y asintió con la cabeza. Le tendí mi mano para ayudarle a levantarse. Él simplemente aceptó mi ayuda. En ese momento en el que sentí su mano, un escalofrío me recorrió. Su mano estaba helada como un témpano.

Nos dirigimos a la cocina.

-¿Qué quieres comer?

-Un bocadillo estará bien.

-¿Estás seguro?

-Sí.

Caminé hasta la alacena y después al frigorífico, cogí lo necesario. Preparé dos bocadillos como me había enseñado mi hermano a hacerlos. Colocar el pan, salsa, algo de relleno, lechuga, untar salsa al otro pan y colocar. Sin olvidar el ingrediente secreto: amor y paciencia. Coloqué los bocadillos en un plato y los coloqué en la mesa.

Empezamos a comer. Mientras tanto, yo iba pensando formas en las que le podría ayudar. Si os soy sincera, en ese momento no se me ocurría ninguna. ¿Cómo ayudas a un chico a dejar de cortarse sino se lo cuentas a su propia hermana? Intentaba encontrar la manera, pero no se me ocurría nada. Era tan frustrante no poder contar con Gema.

-¿En qué piensas?,- él noto que estaba distraída.

-En nada,- era demasiado probable que no me creyese.

-¿Segura?,- asentí con la cabeza. Él me miraba-. No quiero que te preocupes por mí. De verdad, no es necesario.

-David, no digas eso. Puede que no te conozca lo suficiente, pero voy a ayudarte,- parecía que él iba a decir algo más. Sin embargo, me adelanté a cualquier queja suya-, y me da igual lo que digas. Voy a ayudarte, quieras o no.

No todas las sonrisas son verdaderasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora