Historia de amor

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Llamé al timbre y mientras esperaba a que me abrieran observé mi alrededor. La fachada de la casa era blanca y había flores de temporada de todos los colores en los parterres de las ventanas.

Recordé todo lo que había pasado en el último mes. Gordon se había distanciado de Fletcher, y este último de vez en cuando le preguntaba si había hecho algo mal, si le había ofendido. Gordon solo se limitaba a negar y decir que no tenía nada que ver con él. Mikaela estaba muy deprimida. Había hablado con ella y me dijo que se sentía culpable. Cuando le pregunté por qué, simplemente me dijo que no importaba. Siempre sospeché que ella sabía sobre los sentimientos de Gordon, pero ella nunca me lo llegó a decir.

Mientras todo eso ocurría en casa de los chicos, yo visitaba todos los días a mi madre. Cada vez se le notaba más el embarazo y yo estaba muy feliz por ella.

Después de esperar un rato, Sandra me abrió la puerta.

-Lo siento, me he quedado dormida,- se disculpó mientras se frotaba los ojos. Todavía estaba en pijama.

-Tranquila,- me reí-. En el fondo me lo esperaba.

-¡Oh, gracias!,- me contestó sarcásticamente-. Anda, pasa,- dijo mientras se hacía a un lado para dejarme pasar.

Nada más poner un pie en la casa, una pequeña bola de pelos, que reconocí como el golden retriever que Connor y yo habíamos comprado, saltó encima mía. Pegué un grito de sorpresa y Sandra se rió a la vez que cerraba la puerta. Subimos las escaleras hasta llegar a su cuarto.

-Tranquila, este es Bolt. Me lo regaló Connor ayer en nuestra cita,- se tiró en la cama sin hacer y sonrió tontamente.

-Ya lo sé, fui yo quien le acompañó a comprarlo,- contesté mientras me sentaba en la silla de su escritorio.

-Pues escogisteis muy bien. Es una monada y muy adorable, ¿verdad que sí?,- esto último lo dijo dirigiéndose al perro, que se había subido a su regazo y ella lo acariciaba.

-Ya me gustaría a mi tener un novio así.

-Oh, ya tendrás a uno así,... no sé... ¿tal vez David?

-¿En serio?,- le pregunté con las cejas alzadas.

-Ajá,- me sonrió pícaramente

Negué divertida, consciente en ese momento de que David y yo sólo seríamos amigos, y cambié de tema.

-Cuéntame sobre tu cita de ayer. ¿Qué tal fue?

-¡Todavía no me creo lo que hizo!,- exclamó-. No sólo me regaló este perrito tan mono, sino que además me cantó una canción.

-¿Cuál?

-La de Just The Way You Are, de Bruno Mars. Amo esa canción.

-Y ahora más, ¿no?

-Sí,- la sonrisa no se iba de su cara.

-Dime que más hicisteis,- se volvió a mirarme-. Porque no creo que Connor sólo te haya cantado una canción y regalado a Bolt, y menos siendo vuestro segundo aniversario.

-Me llevó al parque que está cerca de su casa, el que tiene un bosquecillo y un lago enorme, y estuvimos viendo patos y les dimos de comer comida especial para patos que compró él. En serio, quiero un pato. Ya he pensado hasta como se va a llamar.

-¿Si? ¿Cómo?

-Louis,- sonrió orgullosa.

-Vale,- asentí-. ¿Después?

-Fuimos a una pizzería, la de Ezzio. ¿Te acuerdas de él?,- asentí, solíamos ir antes mucho a esa pizzería-. El chico rubio que coqueteó contigo la última vez que fuimos también estaba ahí, y resulta que su padre es Ezzio,- alcé la cejas incrédula-. Lo digo en serio.

No todas las sonrisas son verdaderasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora