Capítulo 25

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La gira estaba llegando a su fin, y aún no disponíamos de todas las piezas para mandar a Modest a la destrucción. El contrato terminaría nada más finalizado el tour, y estábamos llegando a agosto, siendo España el último destino.

Me reunía con Eleanor, Louise y Martin, un colega suyo de había años con varios doctorados en derecho, para dar los últimos toques a nuestro plan. Quise ser yo quien se ocupase de la defensa de los chicos, pero por recomendación de Martin, decidió ser él el encargado de todo el proceso. Yo tenía mis ganas, Dios sabe cuánto, pero una vez más, mi sentimentalismo no me permitía ser lo suficientemente efectiva y practica en todo aquel asunto. A pesar de mis intentos, de plantear la defensa desde todas las perspectivas y puntos de vista existentes, añadiéndoles los que yo conocía por mi parte y los que yo misma había creado durante los años, Martin decía ver demasiado entusiasmo por mi parte, temiendo un posible ataque verbal al juez. Aquello no era fiable, y lo sabía. Debía resignarme a estar detrás de Martin, junto a los chicos, sujetándole las manos mientras observaba como Modest se iba a la mierda.

Dios. Deseaba tanto aquello. Más que nada en el mundo. Tanto, que llegué a obsesionarme con el tema. Mis visitas a las oficinas eran diarias, intentando sacar cualquier tipo de información o sospecha. Descuidé mis trabajos con el estilismo de los chicos, e incluso dejé de verlos durante semanas. Nos encerrábamos durante horas en el piso de soltera de Eleanor cerca de la ciudad, trabajando día y noche, redactando documentos, ensayando cuartadas y testimonios.

Realmente me obsesioné por ello. Tanto, que mis nervios comenzaron a apoderarse de mí y, como hacía varios años, empecé a perder parte de mi larga y abundante melena. Las manos me temblaban todo el rato y la ansiedad me jugaba muy malas pasadas. No me percaté de nada de eso hasta que un día, y de la peor de las maneras, fue Liam quien advirtió de mi estado a los demás.

Con el verano ya echándosenos encima, nos encontrábamos en Milán, esperando en el backstage para el show de los chicos. Lou seguía de vacaciones con su familia, lo necesitaban, y yo seguía con mi desastroso trabajo dentro de la banda. Me encontraba poyada en el tocador del vestuario, comiendo la carne de la orilla de mis uñas largas, mientras tenía la vista perdida hacia el suelo.

Llevaba una pamela negra cubriendo mi cabello ondulado, una camiseta blanca de tirantes de terciopelo y unos vaqueros cortos de tiro algo, con un cinturón negro adornado con una enorme hebilla de plata en forma de triángulo. Encima, una camisa ancha de estampado floreado en negro, color hueso y blanco. En mis pies, unas altas sandalias de plataforma en charol. Mis manos cubiertas de pulseras, ocultando una reacción química que había sufrido días atrás y de la que no quise decir a nadie. En cuanto a mi maquillaje, el de siempre. Pestañas largas, línea negra encima de las mismas y labios completamente rojos.

Cuando levanté la vista, vi a Liam jugando con látigo de goma, lanzándoselo a Zayn. Ambos reían y disfrutaban de las pocas horas que les quedaban antes del show, pero yo sólo podía ver el peligro de que Zayn fuese golpeado en el rostro. Sin darme cuenta, había empujado sin fuerza a Liam contra la pared, quitándole el látigo de juguete muy molesta.

-         ¿Se puede saber qué demonios te pasa? –dije, alzando mis manos a ambos lados-.

-         Hey, tranquila. No me ha-

-         ¡Silencio! –grité a Zayn-. ¿Estás bien?

-         Si. Estoy bien. ¿Quieres hacer el favor de relajarte? –me exigió, con el ceño fruncido, al igual que yo-. Por dios Martha, estás sangrando.

Miré mis dedos, y todos sangraban. Me había mordido tan fuerte que ni me percaté de ello. Tenía todos los dedos sangrando alrededor de las uñas, y la sangre comenzaba a gotear. Había empelado mucha presión en el látigo, y había endurecido todos mis músculos mientras me encaraba a Liam, quien aún permanecía asustado e impresionado, con las manos en alto, rindiéndose.

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