Nada más poner un pie en aquel hospital, una extraña sensación corrió por toda mi espalda, tensándome. Respiré con profundidad, seguí a Louis mientras observaba todo lo que me rodeaba en aquel momento.
En la última planta, apartada al final del pasillo a la derecha del ascensor, se encontraba ella. Harry y yo esperamos fuera unos minutos, mientras Louis hacía acto de presencia en primer lugar. Luego, se unió su novio, y yo decidí esperar a poder estar a solas con ella. Cuando decidieron ir a por unos cafés, aproveché para entrar, pero un médico y una enfermera se me adelantaron, así que esperé un poco más.
Con la impaciencia en el cuerpo, me pegué a la puerta entreabierta para intentar escuchar algo de lo que decían dentro. No tuve tanta suerte, así que entré sin más, limpiando mi garganta.
- Por Dios santo. ¿Cuántas veces tengo que decirlo? –decía ella, molesta-.
- Es un simple protocolo. No por estar usted aquí arriba cual Rapunzel va a ser tratada con mejor atención. Así que, colabore. –el médico parecía sorprendido ante el atrevimiento de la enfermera-.
Mortificada, le cedió su antebrazo para que tomase, lo que supuse que sería, una de las tantas muestras de sangre. El médico se giró al notar mi presencia.
- Buenos días señorita. –diría, con el rostro demasiado serio-.
- Buenos días. –intenté sonreír, pero no me salió como me lo esperaba-.
La observé a ella intercaladamente con el médico, mientras éste me interrogaba con sus oscuros ojos.
- ¿Es usted familiar? –preguntó, poniéndome nerviosa-.
- Soy…soy su prima.
Por el color del cabello y de ojos, deduje que resultaría creíble.
- Amanda, ¿has terminado ahí?
Aquel médico tenía una mirada muy penetrante. Me ponía nerviosa.
- Si. –pude ver como guardaba las muestras en su bolsillo y se retiraba los guantes, mirando con odio a la paciente-.
- Bien, dejemos un poco de privacidad a las primas.
Se alejaron sin decir más, pero con miradas dudosas.
Suspiré aliviada y luego la miré a los ojos. Tenía un aspecto horrible. El cabello despeinado y sucio, unas ojeras más que visibles pero, sobre todo, el alma agotada. Parecía que se había cansado de luchar.
Me atreví a ir acercándome, en un vago intento de que no se alterara ante mi presencia.
- ¿Qué haces aquí? –preguntó, intentando coger un poco de agua de una botella situada a su derecha-.
- Me enteré de lo que había pasado y quise… -me acerqué para ayudarla, y parece que aquello no era lo más acertado-.
- Oh… ¡qué maravillosa sorpresa! La nueva se preocupa por la suicida.
Sujeté la botella junto con ella, y la fulminé con la mirada. Lentamente, se fue aflojando su rostro.
- No creo que sea buena idea que estés sola en estos momentos.
- Eso es imposible. No me dejan ni ir al servicio sola. –señaló con la cabeza los dos guardias que se encontraban fuera, caminando de un lado a otro-.
Reí un poco ante su ocurrencia, mirando a los guardias. Ella hizo el amago de sonreír.
- Eso no cuenta. –regresé la vista a ella-. Sé perfectamente lo que es estar sola. Y créeme, ahora mismo lo estás.