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Alguna vez...
¿Deseaste detener el tiempo?

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Mis ojos se abrieron rápidamente, mi pecho subía y bajaba, tratando de tomar aire, sin embargo este no llegaba a mis pulmones, angustiada con mis manos toque lo que había a mi alrededor, mi vista era nublosa gracias a las lágrimas que resbalaban sin darme tregua.

Los sonidos externos se revolvían en mi cabeza, provocando que esta pulsara.

Traté de relajar mis músculos, después de un tiempo había aprendido a sobrellevar los distintos ataques que dejaban una huella en mis días.

Intenté de limpiar mis lágrimas, negando con la cabeza al recordar esas desgarradoras imágenes; sin pensarlo demasiado e ignorando mis pies desnudos, corrí hasta el baño, me hinque frente al retrete, vaciando en este toda mi cena de la noche anterior.

Al terminar, me deje caer en el suelo del pequeño cuarto, sollozando sonoramente, sin preocuparme lo de más mínimo en que él podría escucharme, tenía excusas convincentes para mi malestar, muchas las que no podría contarle.

—¿Marinette? —escuché su voz chillona, ignorando mi mareo, me puse de pie —él no esta —sus palabras lograron tranquilizarme, era una mañana sin mentiras de por medio —¿Estas bien? —cuestionó con dulzura, yo negué con el temblor en mis manos.

—Solo una pesadilla —murmuré.

—las pesadillas son solo pesadillas y la realidad una verdad abrumadoras.

—ya no será una realidad —afirmé, esperando que mi voz no se rompiera.

—¿No se lo dirás? —la pequeña Kwami jaló mi mano, intentando ayudarme a levantarme del suelo, con lentitud bajo la tapa del baño para después soltar una descarga.

—ya lo hablamos Tikki —le agradecí en silencio, observando mi reflejo en el espejo volví a soltar un sollozo —no puedo hacerlo, aparte poco importará.

—Marinette, él necesita saberlo.

—Luka me ayudará, él no va a saberlo —confirmé con sequedad, la mariquita negó en silencio —es por su bien —agregue después de unos minutos —todo esto es por su bien.

—tú eres su bien Marinette —susurró.

—yo soy su mala suerte —contradije, levantando la mano para que no siguiera con el tema.

—¡No fue tu culpa! —soltó de repente, colocándose frente a mi para señalarme con sus pequeñas patitas —entiendelo, estuve contigo, no fue tu culpa.

—¡Tú no lo sabes! ¡Tú no vistes lo que yo! ¡Tú no estuviste cuando intenté arreglarlo todo y esto empeoró!

—¡no fue tu culpa que muriera! —mis manos volvieron a temblar, mientras las escenas volvían a atacar mi cabeza, me aferre a la pared más cercana rogando que mis piernas no fallaran —perdón Mari...

Alguna vez... [Terminada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora