Capítulo 8.

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La herida no presentó más problemas durante el día siguiente, pero Daeryn había dicho que lo mejor era que mantuviera reposo después de lo ocurrido

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La herida no presentó más problemas durante el día siguiente, pero Daeryn había dicho que lo mejor era que mantuviera reposo después de lo ocurrido. Aunque afortunadamente aquellos hombres fueron asesinados, no pude evitar sentirme asqueada por lo que habían intentado hacer conmigo.

Cuando Daeryn, mis primos o mis tíos me visitaban, me mostraba fuerte ante ellos, no quería que más personas me tuvieran lástima, pero en cuanto me encontraba sola sentía que era la persona más vulnerable e infeliz que Corvus había visto durante mucho tiempo.

No podía concebir la idea de Aedus mandando a soldados por mí ¿Qué más pretende? ¿Hasta dónde llega la ambición de aquel al que llamaba hermano?

Durante las noches es cuando mi mente comienza a revolotear, imaginando que nada de esto ha pasado y que mi familia sigue con vida y que esperan ansiosos mi llegada. Mi madre insistiría en que la acompañe por las tardes a la sala de mujeres para bordar, a lo que yo me negaría y mi padre me ayudaría a escapar para reunirnos y entrenar un poco de esgrima junto a mi hermano pequeño, Atwood.

Cuanto los echo de menos.

—Disculpe que la moleste —Liana entra a la habitación con cara de preocupación—. Pero hay alguien que desea verla.

—No estoy en condiciones de recibir personas.

—Insisto en hablar contigo —la voz fuerte de Colm se escucha desde el otro lado—. Y no pienso irme hasta conseguirlo.

Lady Liana me observa con una especie de emoción y preocupación esperando mi respuesta. Cierro los ojos con fuerza y suspiro porque sé perfectamente que no se irá hasta que me vea, corriendo el riesgo de que Daeryn lo vea dentro de la habitación, le digo a Liana que lo haga pasar.

Tan pronto como lo digo, Colm irrumpe en la habitación con su abrasadora presencia. Sus ojos se conectan con los míos por un breve momento antes de que me empiece a inspeccionar.

—¿Cómo te encuentras? —es lo primero que dice en voz baja.

—Bien.

—¿Sólo bien? —levanta las cejas en una señal de estupefacción.

—Sí, no sé qué otra respuesta buscabas —es lo que consigue de mí.

Por más que quiera hablar con él, he dejado en claro cuáles son mis intenciones y no puedo cumplirlas si sigue apareciendo de esta manera en mi vida.

—Ya veo, que iluso fui al creer que podríamos tener una conversación normal después de lo que ha pasado.

—Me temo que estás en lo correcto. Tienes que dejar de buscarme para evitar que las cosas entre nosotros sean más complicadas.

—No puedo hacer eso —da grandes zancadas hacía dónde estoy.

—Tienes que hacerlo.

—Eres mi amiga Arlana y comprendo que no quieras estar conmigo, pero no puedes privarme de tu compañía —Colm intenta tomar una de mis manos pero yo la muevo para evitar cualquier contacto.

El Castillo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora