Ninth

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Soy perfectamente consciente de que mis sentimientos hacia Denise pueden entrar en la categoría de "tóxicos" debido a mi instintiva "posesividad". No pretendo justificarme... Aunque, de hecho, lo haré:

Como gato que soy, mi naturaleza felina exige —sin que pueda hacer yo nada—, que debo considerar a mi dueña como algo mío, de mi propiedad, y el hecho de que algo perturbe nuestra relación me provoca un sentimiento de celos y posesividad propio de mi especie. Si fuera un ser humano común y corriente, preferiría que ella se alejara de mí, ya que las personas suelen ser incluso más tóxicas que un Ameg, y hasta hacer más daño con sus achares. Por ejemplo, cuando se pone a trabajar en la computadora ¡No puedo evitar recostarme sobre el teclado! De algo debe servir mi forma de gato.

Ese día era uno de esos en los que Denise, por alguna razón, insistía en pasar demasiado tiempo conmigo —más del que estaba acostumbrado a demandarle— de modo que hasta yo terminaba agobiado, aunque he de admitir que también encantado: toda esa atención sólo para mí, caricias tras las orejas, bajo la barbilla, bajo el cuello de la camisa y por debajo de la evilla del pantalón. Toda ella era para mí esos días. Toda mía.

—Denise... —murmuré recostado en su pecho, jugueteando con un hilo suelto de la blusa.

—¿Sí...? —sus dedos acariciaban mi nuca.

—Estuve pensando y... No quiero que te aburras de mí y me eches... Yo... No me dejes en la calle como mi padre...

—¿Yuta te dijo algo sobre tu padre?

Levanté la vista y me encontré con sus ojos.

—Sí —lo más sano en esos momentos era sincerarme con ella—. Insinuó que quiero convertirme en él.

Ladeó la cabeza sin entender.

—Dice que quiero tener hijos contigo y dejarlos a su suerte en la calle... como el mío hizo conmigo —abracé fuertemente su cintura—. No quiero eso. No quiero... Si ocurre un accidente, prometo hacerme cargo de nuestros bebés, de ti, ser un buen padre, una buena pareja, quiero...

Me hizo callar cubriendo mi cara con una mano.

—Deja el dramatismo.

Reí y me incorporé nuevamente para estar a su altura, separado por la distancia que mis brazos creaban entre las manos y mi cuerpo.

—Te ves muy linda... —acaricié su mejilla— Eres muy linda en realidad.

—Te quiero, Jaemin —soltó previo a encajar un profundo beso en mis labios.

Había momentos —como ese— en los que la única respuesta que podría darle era corresponder, porque no sabía qué sentir con respecto a ella. Siendo honesto, nunca estuve seguro de nada. No sabía si lo que yo pensaba que era amor, era simple posesividad. La valoraba como mujer —como mi mujer—, la respetaba como dueña —mi dueña—, la deseaba como cualquier hombre podría desear a una chica como ella. Y eso me preocupaba: El deseo. La lujuria podría tergiversarse y considerarse un sentimiento más fuerte, la pasión, el desenfreno... ¿Todo eso era parte del amor o venía por separado? En todo caso ¿La deseaba? ¿La amaba? ¿Ambas cosas? ¿Sólo una?

—Yo te amo, Denise —confesé a pesar de no estar del todo seguro.

Al ver su amplia sonrisa supe que ya no había vuelta atrás: si ahora lo negaba, se sentiría triste, probablemente le destrozaría el alma. A juzgar por su actitud en cuanto a la vida misma, nadie había sido sincero con ella a la hora de decirle lo mismo que yo. Y ésta no era la primera vez que sucedía lo contrario, pero procuraría demostrarle todo el amor que me fuere posible hasta estar seguro de que mis sentimientos eran genuinos.

La besé, le quité la ropa, recorrí su piel con ambas manos, tomé su rostro y hundí mis dedos en su pelo. No le permití desnudarme como yo estaba por hacer con ella, quería estar vestido, concentrarme en su cuerpo blanco y curvilíneo, no dónde y cómo meter el falo.
La luz tenue de su habitación me permitía ver únicamente su bella silueta y los vellos casi invisibles que cubrían su piel.
Me excitaba verla así, a mi merced, saber que podía hacer lo que quisiera con ella en cualquier momento y no opondría resistencia. También me libidinaba la idea de provocarle el placer suficiente para satisfacerla únicamente con mis manos.

—Jaemin... —su voz me sacó del ensimismamiento.

Levanté la vista y miré sus ojos.

—¿Sí...?

—¿Ahora vamos a... hacer el amor?

Tenía razón: en nuestro único encuentro habíamos tenido sexo en un callejón, con desenfreno y casi sin pensar. ¿Había sido tan tonto de no hacerle sentir amada con la mayor muestra de pasión que puede uno demostrar con el cuerpo, exceptuando los abrazos?

—¿Quieres que hagamos el amor? —pregunté.

—Quiero que me hagas el amor —amé esa respuesta. Me daba rienda suelta a hacer lo que quisiera con ella.

Tras asentir, me bajé de la cama y fui en busca de la cajita de "pulseras de la amistad", me senté sobre la cama e hice señas para que se pusiera de pie frente a mí. Apoyé ambas manos a cada lado y la observé: tenía una adorable actitud de vergüenza que contrastaba con el atrevido diseño de su ropa interior negra de encaje.
Sonreí de costado y rodeé su pecho con las manos, llegando a la espalda con la clara intención de descubrir sus senos. Más tarde, tras contemplar ambos atributos, deslicé los dedos hacia su cintura, enganchando ambos índices en su ropa interior para luego tener todo su bello cuerpo desnudo frente a mí.

—Eres... Jodidamente hermosa —dije sin pensar.

Su espalda golpeó la cama y tomé sus dos piernas, acercándola al borde a medida que yo me arrodillaba. Al tener su húmedo sexo frente a mí, no dudé en estimularlo con mi lengua, succionando su clítoris de vez en cuando.

Sus gemidos eran satisfactorios y sensuales, y a pesar de mi no muy basta experiencia parecía estar haciendo un buen trabajo.

—Jaemin... —murmuró enterrando los dedos en mi pelo.

Tuvo un pequeño espasmo provocando que cerrara un poco las piernas, por lo que tomé ambos muslos fuertemente. Clavé mis dedos y aumenté la velocidad de mis lenguetazos, desencadenando la deleitante reacción de Denise.
Tras una última succión, me deslicé hasta quedar frente a frente con ella, el preservativo puesto.

—¿Quieres...? —pregunté una última vez.

—Sólo hazlo —dijo enseguida.

Me introduje lentamente en ella, observando esa tierna expresión en su rostro, tomó mi nuca y estampó sus labios en los míos.

—Te amo... —dijo tras morder mi labio inferior.

Comencé a moverme. No eran estocadas a su interior, sino vaivenes, caricias que le hacían suspirar.

***

Era de noche, Denise se había quedado dormida y entre sueños acabó por darme la espalda. Observé su silueta y me tomé la libertad de acariciar sus brazos, despertándola. Se dio la vuelta y me sonrió antes de abrazarme fuertemente.

—Te amo, Denise —murmuré dando besos a su piel.

Ella sólo afianzó el abrazo.

~My Kitty Called Nana~ 《Na Jaemin x Lectora》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora