Habían pasado ya tres semanas.
Era complicado dormir en pleno invierno tranquila teniendo un gato-humano friolento en la casa. Menos si un tercio de mi cama era ocupado por él quien, sonámbulo, me abrazaba por la espalda. Yo me movía hacia el borde de a poco hasta terminar en el suelo, para luego volver a subir y hacer el mismo proceso durante toda la noche. Generalmente era casi adictivo verlo en sus momentos de quietud y calma en los que sus dientes eran más visibles y su boca se abría ligeramente.
Sin embargo, por la mañana me despertaba zamarreando mi brazo y pidiendo comida:
―Es muy temprano, pesado ―decía con una almohada sobre la cara.
―Son las ocho, no es tan temprano.
―¡Lo es para mí! ¿No era que a los gatos les gustaba dormir hasta tarde?
―Sí, pero yo soy especial.
―Ya veo...
Hizo una pausa frunciendo los labios.
―¿Ya vas a darme comida?
―Eres una persona, puedes servirte solo.
―Pero... quiero que me mimen.
―¡Aish!
De mala gana (pero creyendo que lo que acababa de oír era adorable), con deseos de hacerle una cara nueva con los puños, me levanté de la cama y fui a la cocina con Nana correteando tras mi espalda.
―¿Hay Japchae? ―preguntó emocionado.
―No. Tengo Ramen Instantáneo.
―Hm... ¿de carne de res?
―Sip.
―¡Es mi favorito!
―Lo sé...
Lo vi sonreír levemente, cerrando un poco los ojos. Esperamos los cuatro minutos hasta que se hicieron los fideos, y en todo ese tiempo su cara no cambió: Una leve sonrisa, dulce, tierna y amistosa, con sus ojos brillantes siempre buscando encontrar los míos por más que apartara la mirada.
Mientras comía, haciendo más ruido del que me hubiera parecido tolerable, yo misma me detuve a mirarlo atentamente. Estaba tan concentrado en su ramen que parecía no darse cuenta. Su flequillo caía por encima de sus ojos y tenía las patillas demasiado largas, al igual que el cabello que crecía en su nuca.
―¿Hace cuánto no te cortas el pelo?
―Hm... ―tragó y se limpió los labios con el mantel― Como cinco meses.
―Se nota...
―¿Me lo puedes cortar?
―¿No puedes hacerlo solo?
―No... tengo miedo de hacerlo mal.
―Volverá a crecer.
―Pero va a quedar feo hasta que crezca de nuevo.
―Está bien... termina eso, lava tus dientes y espérame en el baño.
Feliz, fue a hacer lo que ordené y pude aprovechar para desparramarme con agotamiento en la silla.
―Esto pasa cuando eres amable con gatos desconocidos... terminan siendo muchachos guapos con ganas de molestarte.
Oí la voz de mi inquilino a lo lejos y arrastré los pies fuera de la cocina. Al llegar, estaba frente al espejo peinando su cabello y arreglándose las orejas. Busqué la tijera bajo el fregadero y me fijé si estaba bien afilada.
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~My Kitty Called Nana~ 《Na Jaemin x Lectora》
Fiksi PenggemarDescubrir que tu gato no es un gato puede llegar a ser molesto.