- Alex, deja de ser una maldita aburrida y ven a bailar la Danza de la Felicidad- le demandó una chica rubia de apecto angelical y rostro risueño a otra joven de pelo negro y semblante serio. - Déjame en paz, Anaís- respondió la aludida, frunciendo el ceño en un gesto de exasperación. A sus ojos, la despreocupada chica que le hablaba, su hermana, era muy inmadura e irresponsable incluso con sus 17 años. No bastó con que la arrastrara a aquella bulliciosa fiesta por la Semana de la Cultura Japonesa, sino que la obligó a disfrazarse con aquel ridículo kimono oscuro que se le enredaba en los pies al caminar. Alexandria siempre había detestado las fiestas de cualquier clase, pero Anaís siempre encontraba la manera de forzarla a ir por el puro gusto de mortificarla, según pensaba la chica. ¡Hasta una estúpida sombrillita japonesa la había hecho usar! Era el colmo, por lo que solo se alejó del ambiente festivo que pululaba a su alrededor para proseguir con lo que sí le gustaba hacer: inventos científicos. A Anaís, por su parte, le costaba creer que aquella sosa muchacha fuera su gemela. De niñas, solían confundirlas, por lo que ella se había teñido el pelo de rubio para diferenciarse de su aburrida hermana. Ahora, la diferencia entre ellas era notoria, no solo por el color y corte del cabello, sino porque el pelo rubio hacía que los ojos de Anaís se vieran más claros, lo cual alegraba a esta. Porque Alexandria podría tener las mejores notas en el colegio y ser todo lo superdotada que quisiera, pero ella era la organizadora de actividades festivas en la escuela, y en verdad no quería ser confundida con su apática gemela. La solemnidad japonesa en la que se encontraban, llena de música y comida, se celebraba en un hermoso lugar que recordaba mucho a Japón, incluso habían plantado cerezos típicos de ese país allí. - Nunca cambiarás- dijo Anaís, con un suspiro de resignación- ¿Qué haces?- inquirió curiosa, observando la deforme maraña de objetos, cables y tornillos que su hermana ordenaba y ensamblaba siguiendo una extraña ecuación. - En este mundo hay universos paralelos creados por la propia imaginación humana- dijo Alexandria, provocando una expresión confusa en su gemela- Supongo que es demasiado para que tu cerebro de mosquito lo entienda- suspiró- He descubierto una ecuación que, para que lo comprendas, podría llevarnos a una dimensión de fantasías como, por ejemplo, la historia de algún libro de magia. - ¿O sea, que ese aparato puede meternos dentro de un libro?- preguntó Anaís, curiosa a la vez que impresionada. No era una chica tonta, solamente despistada y algo descuidada. - Más o menos- respondió Alexandria sin mirarla, muy concentrada en su trabajo. - ¡Quiero probarlo!- exclamó Anaís con entusiasmo, cerrando el manga que leía y tratando de tocar el artefacto. - No es un juego, Anaís, puede ser peligroso- dijo Alexandria con gran seriedad, apartando a su molesta hermana con un suspiro de frustración- No seas infantil, esto es apenas un experimento y, si lo usamos inadecuadamente, no sabemos adónde podríamos ir a parar. - "No sabemos adónde podríamos ir a parar", bla bla bla- repitió Anaís, imitando su expresión y haciéndole burla- Eres una verdadera aguafiestas. Mas, apenas su hermana desvió la mirada, la traviesa Anaís trasteó aquel cacharro, como ella lo llamó; al advertirlo, Alexandria intentó detenerla. Mas, todo se empezó a distorsionar a su alrededor, se oscureció el antes soleado día y tuvieron la sensación de caer por un gran vacío. - ¡Aaaaaah!- chillaron ambas hermanas, asustadas.
Despertaron en algún lugar muy grande, como una especie de templo. Alexandria fue la primera en incorporarse, para percatarse de que habían estado tendidas sobre unas largas escaleras. - ¡Auch!- se quejó Anaís levantándose, solo para recibir un golpe en la cabeza por parte de su hermana- ¿¡Cuál es tu problema, Alexandria!?- gritó enojada. - ¡Estúpida!- vociferó Alexandria, hecha una furia- ¡Mira lo que has hecho! ¿Cómo vamos a salir de aquí? ¡Seguramente estamos dentro del manga que estabas leyendo!- Anaís solo temblaba como una hoja, su hermana enojada era realmente aterradora- Por lo menos sabes cuál es, ¿verdad? - ¡Sí!- exclamó Anaís, volviendo a su expresión entusiasta- ¡Mi preferido; Saint Seiya: The Lost Canvas! ¡Esto es genial! ¿Lo conoces, herma? - Claro, me obligaste a leer esa bobería cuando hicimos aquel maratón de lectura- contestó Alexandria, casi con una mueca de desprecio. - ¿No estás feliz?- interrogó Anaís, dando eufóricos brinquitos alrededor de su hermana- ¡Ya sabes que tu tareco funciona! Alexandria solo mantuvo su expresión seria y un poco malhumorada. - Nunca pensé caer en una historieta tonta como esta- pensó en voz alta, despectiva- Además, no sé cómo revertirlo. En ese momento, un atractivo hombre con lentes se acercó a las jóvenes...
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Atrapadas (Saint Seiya: The Lost Canvas)
FanfictionAlexandria y Anaís son dos hermanas gemelas aparentemente iguales en el físico, pero muy diferentes en cuanto a personalidad. Alexandria es la típica chica genio que se la pasa estudiando y leyendo, mientras que Anaís es la popular de la escuela, di...