- Mañana Manigoldo peleará con Thánatos, así que tenemos el día de hoy libre- anunció Alexandria, disponiéndose a salir de Acuario. - Oye, hermana, ¿no crees que haber salvado a Hasgard pueda cambiar esta parte de la historia?- preguntó Anaís, que había estado pensando en ello. - Por fin preguntas algo inteligente- reconoció Alexandria con acento de emoción- Es improbable, porque de todos modos Tenma se siente culpable de las graves heridas que le hicieron al Toro, y más aún porque nosotras estuvimos involucradas y podríamos haber salido heridas. - Sí, por desgracia no somos guerreras- dijo Anaís con desaliento- ¿Qué no ibas a entrenar con Asmita para aprender a usar tu Cosmos? - Ya deberías saber cuán incómodo es para mí pasar tiempo a solas con Asmita- confesó Alexandria, sonrojándose al recordar la oportunidad en la que el Santo de Virgo se le había declarado. - Tú siempre has sido una boba, Alex- chistó Anaís, frunciendo el ceño- No sabes la envidia que me das; si yo tuviera un poder así, no dudaría en usarlo- puso cara pervertida-, y más con un maestro como Asmita. - ¿Insinúas que le sea infiel a Deuteros?- inquirió Alexandria muy molesta- No soy como tú, Anaís de la Caridad Vega. - Ya, no te enfades, Alex- trató de apaciguarla Anaís- Deuteros está muy lejos, no tiene que saberlo y... - Y a mí no me gusta jugar con los sentimientos de las personas- le interrumpió tajante la gemela de cabellos negros- Además, yo me enamoré de él- casi susurró. - Awww, hermana, jamás esperé escuchar eso de ti- dijo Anaís con un gesto de ternura infantil. - Bueno, voy a ver a Albafica- dijo Alexandria, encaminándose hacia la salida del templo. - Oh, vaya, Albafica- dijo la rubia en tono malpensado. - ¿¡Qué!?- replicó molesta su gemela- ¡Solo quiero que me ayude con mi estrategia para derrotar a Thánatos! - Espera, voy contigo- dijo con entusiasmo Anaís, corriendo hacia su hermana e ignorando el gesto de fastidio de esta.
Horas después, templo de Piscis
- ...Y, en teoría, cuando Sage y Manigoldo saquen el alma de Thánatos de su cuerpo, ese recipiente mortal podrá sucumbir ante el veneno de tus rosas fácilmente- concluyó su explicación del plan Alexandria, mientras Albafica la escuchaba atento y Anaís bostezaba con aburrimiento- Bien, eso es todo. - ¡Gracias a Zeus!- exclamó Anaís con un suspiro de alivio- Ese bla bla bla estratégico tuyo estuvo durmiente, Alex- miró a Albafica de modo coqueto- ¿Por qué no damos un paseíto, Albita? - Gracias, pero no, yo debo permanecer aquí- declinó el Santo de Piscis. - Estar encerrado aquí todo el tiempo no te hará bien- intervino Alexandria, le caía bien Albafica y quería ayudarlo- El mundo no se acabará solo porque salgas de estas cuatro paredes. - Está bien, está bien- cedió el bello Santo, pues sentía un especial cariño por Alexandria, una chica inteligente y valerosa a la vez desde su punto de vista.
En Rodorio
Mientras recorrían los mercadillos de la villa, una niña de 12 años les salió al paso. - Señor Albafica- dijo respetuosamente, ofreciéndole una cesta de dulces-, son para usted- sonrió con inocencia- Los hice yo misma. Las mejillas del aludido se colorearon de rosa y entreabrió los labios para esbozar una sonrisa, pero mantuvo su mirada fría y postura arrogante para decir: - Mantén la distancia, Agasha. La chica se encogió un poco colorada, a punto de echarse a llorar. - ¡No seas maleducado, Albafica!- intervino Alexandria con el ceño fruncido- Por agradecer su gentileza no la vas a envenenar. El Santo bajó la cabeza avergonzado. - Es cierto- admitió- Discúlpame, Agasha- le dijo a la niña- Es que no me gustaría hacerte daño- le sonrió dulcemente-, pero agradezco mucho tu amable obsequio y ten por seguro que me lo comeré todo. Tomó la canasta de manos de la pequeña y se atrevió a acariciarle tímidamente la mejilla, lo que provocó un enorme sonrojo en la chica y a la vez una sonrisa de oreja a oreja en su agraciado rostro. - ¡Gracias, señor Albafica!- exclamó alegremente Agasha, para después echarse a correr hacia su puesto de flores muy feliz. Albafica, Anaís y Alexandria continuaron su camino hasta llegar a un hermoso valle que mostraba enormes mogotes en su geografía. - Confiesa, bombón asesino: ¿te gusta Agasha?- le soltó de pronto Anaís a Albafica, quien se ruborizó y frunció el ceño con expresión de molestia. - ¡Es una niña, enferma mental!- gritó indignado. - ¿Y eso qué?- le restó importancia Anaís- Igual los shippean en todos los fanfics. - Tú ni siquiera escribes fanfics- le espetó Alexandria, hastiada de las "ocurrencias" de su hermana. - Pero si lo hiciera, no dejaría a la gente esperando un mes por un mierdero capitulito- gruñó Anaís, recordando algunas de sus lecturas. - No digas esas palabras, por favor- regañó Alexandria, mirando a un confuso Albafica- Tú te debes sentir muy solo- le dijo comprensiva. - Sí, a veces siento un gran vacío y...- empezó a decir Albafica con melancolía. - Pues, come, que eso es hambre- interrumpió Anaís, sintiendo el rugido de sus estómagos. - ¡Qué vergüenza!- exclamó Albafica sonrojado. - No te preocupes, Rosita Fresita, solo come- agregó Anaís serenamente, lo cual hicieron los tres de inmediato.
Horas después, casa de Acuario
Alexandria volvía de su entrenamiento con Dégel en compañía de este, cuando vieron una escena muy particular. - ¡No sabes cómo me dolió verte con esa zorra!- le reclamó Anaís al hombre de largos cabellos azules que se encontraba ante ella con una sonrisa burlona. - Por favor, Anaís, aquí todos saben que te has tirado a casi todos los Santos de Oro- dijo Kardia con despreocupación- No tienes nada que reclamarme, no tenemos contrato de exclusividad, además ya estás muy usada. - ¡Yo pensé que lo nuestro era algo especial!- chilló Anaís con mayor dramatismo aún, a pesar de su consternación al conocer que Kardia estaba enterado de sus otras "travesuras"- ¿No podías irte con Calvera o alguna otra mujer decente? ¿Por qué tenías que engañarme con esa puta barata? - No más que tú- se mofó Kardia, provocando que ella empezara a llorar de la humillación y él cambiara su expresión burlona a una de turbación; iba a intentar consolarla, cuando algo golpeó con fuerza su cabeza, haciéndolo emitir un alarido de dolor. - ¡Oye, alacrán cabrón, no se le habla así a una mujer con la que te has acostado y disfrutado de su cuerpo!- gritó Alexandria iracunda, lanzándole todo lo que encontraba a mano al Santo de Escorpio. - Estoy de acuerdo, además, podrían irse a discutir a otro lado- intervino Dégel, sorprendido por la grosería de Alexandria, habitualmente tan comedida y modosa con sus palabras. - ¡Esperen, esperen, no quise ofender a Anaís!- trató de abogar Kardia, algo intimidado por la mirada asesina de Alexandria y siendo sincero a la vez. - ¡Vete, Kardia, no quiero saber más nada de ti!- gritó Anaís llorosa, para después correr a encerrarse en su habitación. Alexandria fue tras ella. - ¿Ves lo que provocas, Kardia?- le recriminó Dégel molesto. - Oye, oye, la culpa no es solo mía- se defendió Kardia con un gesto de pacificación. - Tampoco debiste tratarla así- replicó Dégel. - No me digas que la amas- dijo Kardia en un tono más que molesto. - Llegué a amarla, pero luego supe lo que hacía contigo y la saqué de mi corazón- confesó Dégel algo triste- Además, siempre estuve confundido por causa de la señorita Seraphina. - Ya veo- dijo Kardia con un suspiro de alivio.
Mientras, Alexandria acariciaba el cabello de su hermana y le besaba la frente para tratar de consolarla. - ¡Ay, Alex, eso me dolió!- sollozó Anaís muy afligida. - Tranquila, hermanita, hombres se sobran- dijo Alexandria con voz dulce, muy enojada, pues su hermana podría ser una picaflor y tener muchos defectos, pero era una buena hermana; era su otra mitad, y como tal la quería. Entonces, un recuerdo vino a su mente.
Flashback
Anaís entró en el pequeño laboratorio empujando la puerta sin seguro con la rodilla, pues sus manos estaban ocupadas por una bandeja de aluminio, sobre la cual se encontraba una apetitosa cena. - ¡Alex, te traje la cena!- anunció de forma escandalosa, que en otra circunstancia habría enojado a la joven de bata blanca que vigilaba la sustancia que se calentaba en el mechero. - Anaís, no te hubieras molestado, ya iba para el comedor- dijo Alexandria, quitándose los anteojos que portaba para proteger sus ojos del resplandor que emitían algunos de sus experimentos. - Eso llevas diciéndolo desde las siete, cuando mamá sirvió la comida, y ya son casi las ocho y media- señaló Anaís, dejando la bandeja sobre una mesita que estaba despejada. - Quería terminar esto- explicó Alexandria, apagando el mechero. - Mira, mamá no quería que te molestara, pero yo insistí- dijo Anaís- Tienes que alimentarte, hasta te hizo tus comidas favoritas. A la de cabellos negros se le hizo la boca agua al ver en un plato las habichuelas con pollo que tanto le gustaban. - Bueno, solo voy a terminar esto y como- dijo, mezclando un par de químicos con el que estaba al fuego- Si lo termino hoy, podré presentarlo en el fórum de mañana, y si gano, me darán la beca y mamá no tendrá que preocuparse más por mis estudios- explicó, virtiendo la mezcla en otro tubo de ensayo. - Ay, herma, tú siempre piensas en los demás- dijo Anaís enternecida, acercándose y besando la mejilla de su gemela. - Y tú siempre piensas en mí- le correspondió Alexandria, dedicándole una dulce sonrisa.
Fin del flashback
Sí, esas gemelas se querían mucho a pesar de los pesares. Gemelas. Esa palabra llevó a la de cabellos negros a pensar en Deuteros y su triste historia. Suspiró con una punzada en el pecho. Le echaba de menos, lo amaba y debía salvarlo.
Al día siguiente
- ¡¡¡AAAAAAAAHHHHHHH!!!- vociferó Anaís de una manera que estremeció a todo el Santuario. Alarmados, Dégel y Alexandria salieron corriendo al jardín del templo. - ¿Qué ocurre?- preguntó preocupado Dégel. - ¿Quién se murió?- inquirió Alexandria, no encontrando otra explicación para tanta gritería. - ¡No se murió nadie, es peor que eso!- chilló Anaís casi llorando- ¡Un sin corazón arrasó con toda la manzanilla que sembré! ¿¡Ahora, de dónde saco el ingrediente principal para que Alex me haga el tinte!? Dégel y Alexandria se miraron entre sí muy perturbados; luego, se echaron a reír con ganas para enfado de una malhumorada Anaís.
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Atrapadas (Saint Seiya: The Lost Canvas)
FanfictionAlexandria y Anaís son dos hermanas gemelas aparentemente iguales en el físico, pero muy diferentes en cuanto a personalidad. Alexandria es la típica chica genio que se la pasa estudiando y leyendo, mientras que Anaís es la popular de la escuela, di...