Salvados

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- Sabes, me da un poco de pena con el pobre Tenma, que cree que todo es culpa suya- comentó Anaís abotonándose la chaqueta, mientras su hermana le indicaba a Albafica que las esperara en la sala de la casa de Acuario. - A mí también, pero la mejor forma de ayudarlo es salvándolos a todos- respondió Alexandria con un suspiro de comprensión. Se habían alistado muy temprano esa mañana pues, según sus cálculos, la pelea de Manigoldo y Sage versus Thánatos debía comenzar al mediodía. - Vámonos, bombón asesino- ordenó Anaís, provocando que Albafica frunciera el ceño molesto. - En marcha, chicos- confirmó Alexandria, iniciándose el descenso del trío a través de las doce casas.
Horas después, castillo de Thánatos e Hypnos
Manigoldo estaba herido y cubierto de polvo; el Patriarca tampoco se veía en las mejores condiciones, pero ninguno se rendía. En un arranque de rabia y poder, el Santo de Cáncer logró separar el alma de Thánatos de su recipiente mortal. - ¡Fiu, llegamos justo a tiempo!- exclamó Anaís con un suspiro de alivio. - ¿Más sabandijas?- inquirió muy molesto Thánatos, intentando poseer nuevamente aquel cuerpo. - ¡Ahora, Albafica!- gritó Alexandria haciendo un gesto, a lo que el aludido arrojó una rosa roja al contenedor del dios. Al intentar volver a él, Thánatos se dio cuenta de que su cuerpo estaba intoxicado y era ahora inservible, pues comenzó a deteriorarse poco a poco. - ¡¡MALDITOS HUMANOS!!- rugió en el colmo de la furia- ¡Poseeré a cualquiera de ustedes ahora! - No tan rápido, Thánatos- dijo Alexandria, plantándose firme ante él, al tiempo que le arrebataba la caja selladora a Sage y empezaba a manifestar su Cosmos. - ¿¡Qué  creen que hacen, jovencitas!?- gritó preocupado el Patriarca, cuyas fuerzas flaqueaban de a poco- ¡Váyanse, esto es muy peligroso! - ¡Cállate, abuelete, que estás hecho leña!- le requirió Anaís frunciendo el ceño. - No le hables así, hermana- le regañó su gemela, sin dejar de mirar a Thánatos mientras aumentaba su Cosmos- ¡Duerme aquí durante un par de siglos, Dios de la Muerte! Sage y Manigoldo unieron el poder de sus Ondas Infernales y lograron arrastrar finalmente el alma del dios a la caja, cerrándola y sellándolo definitivamente allí. - Esta chiquilla es muy poderosa- dijo Manigoldo con mirada insinuante, revolviéndole el cabello a Alexandria, quien masculló molesta. - ¡Oye, Manigoldo maledetto!- chilló enojada Anaís. - ¿Celosa, muñeca?- inquirió burlón el mencionado. - Para nada, hombres mejores que tú se me sobran- dijo Anaís, dando un respingo con soberbia. - No decías lo mismo cuando gemías entre mis brazos- señaló Manigoldo con picardía, haciendo sonrojar a Alexandria y a Albafica por su descaro, y enojar a Anaís y a Sage. - ¡¿Manigoldo, qué significa eso!?- rugió enfadado el Patriarca. - Calla, viejo, que como dijo Anaís estás en ruinas- se mofó Manigoldo, enfureciendo aún más a su maestro. - Tranquilo, mi puro- le consoló Anaís-, que en los momentos difíciles de la vida uno debe levantar la cabeza, sacar el pecho y decir con mucha seguridad... ¡Hoy sí que estoy hecho tierra! Esto provocó carcajadas en cada uno de los presentes, con lo que se relajó el ambiente un poco.
Horas más tarde, en el Santuario
- ¡Anaís!- llamó una conocida voz masculina, mientras ambas hermanas subían las escaleras que conducían al templo de Acuario. La aludida continuó su marcha junto a su hermana, sin siquiera mirar hacia atrás, hasta que una mano asió su muñeca. - Espera, Anaís, sé que fui un idiota ayer, pero quiero que me perdones- dijo Kardia con expresión compungida, haciéndola voltear. - ¿Y por qué debería hacerlo, Kardia?- preguntó Anaís mirándolo, frunciendo el ceño enfadada. - Pues...porque...lo nuestro SÍ es especial- enfatizó Kardia, tomándole suavemente de las manos- Para mí lo es. - ¡Oh, Kardia, eres tan dulce!- exclamó Anaís toda derretida, abrazando al joven, en tanto su hermana veía la escena virando los ojos y sacudiendo su cabeza: ¿cómo podía su gemela ser tan fácil de convencer? "Después de todo, es hasta ingenua", pensó Alexandria, continuando su camino hacia Acuario. - Ana, vamos a mi templo para reconciliarnos como se debe- propuso Kardia muy pícaro, a lo cual Anaís asintió maliciosamente, comprendiendo lo que deseaba.
Horas después, casa de Leo
- ¡Regulus!- llamó Alexandria desde la entrada del templo, llevando un paquete mediano en sus manos- ¡Tu tío te mandó esto! - ¡Por favor, entra y siéntate, voy enseguida!- gritó el chiquillo desde el fondo del lugar. La jovencita obedeció y, al acceder al recibidor, se topó con una hermosa jovenzuela rubia algo menor que ella, a quien no recordaba conocer en la historia. - Buenos días, soy Alexandria- se presentó la joven de cabellos negros con gentil acento. - Buenos días, señorita Alexandria- saludó cortésmente la rubia- Mi nombre es Connor y soy una amiga de Regulus- se sonrojó ligeramente. Alexandria abrió los ojos desmesuradamente, pues se había llevado una buena sorpresa. - ¡Vaya, Connor, estoy es inesperado!- exclamó- No te reconocí, has crecido mucho; además, no deberías de aparecer en esta parte de la historia. La chiquilla rubia la miró con una mezcla de asombro y confusión, pero ella no se explicó. "Bueno, mi hermana ha arruinado todos los shippeos por cumplir sus ''sueños'', pero creo que este funcionará", pensó sonriente, pues había llegado a tomarle un afecto fraternal al despistado y tierno Santo de Leo.
Días después
- Hermana, tienes que ayudarme, tengo un mareo terrible y...- Anaís no pudo terminar de hablar, pues tuvo que volver al jardín a vaciar el poco contenido de su estómago por enésima vez en esos días. - Esto es muy sospechoso- dijo Alexandria, alzando una ceja con preocupación- ¿Te ha faltado la menstruación? - Ahora que lo mencionas, sí- recordó Anaís con un gesto de extrañeza- Es raro, suelo ser muy constante con mi período. - Quítate las prendas inferiores, voy a examinarte- anunció Alexandria, a lo que su hermana obedeció. Cuando el examen ginecológico hubo concluido, miró muy seria a la rubia. - Como lo sospechaba, estás embarazada- dictaminó, provocando una cara de shock en su gemela. - Esto...esto es un problema- logró balbucir Anaís. - ¿Quién es el padre?- averiguó Alexandria. - Ese es el problema, que no lo sé- dijo Anaís quedamente, encogiéndose ante la expresión de reproche de su hermana. - ¡¿Qué dices!?- gritó la de cabellos negros- ¡¿Cómo puedes ser tan irresponsable!? - Ay, no te preocupes, padre es cualquiera y madre hay una sola- dijo Anaís con su ligereza habitual. - ¡Este es un asunto muy serio, Anaís de la Caridad!- rugió Alexandria enojada- Según mis cálculos, tienes tres meses, lo que significa que concebiste el  de 12 de mayo. ¿Con quién estuviste ese día? - Pues, hice un trío con Manigoldo y Kardia, estuve después con Shion y tuve una noche de copas locas con Dohko- reveló Anaís, provocando un gesto de repugnancia en su  gemela. - Esto será más difícil de lo que pensé- murmuró Alexandria con gesto cansado.

Atrapadas (Saint Seiya: The Lost Canvas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora