Confesión

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- Tenemos que pensar en cómo salvaremos a Asmita- comentó Alexandria con preocupación- Será difícil, no poseemos un Cosmos con el que podamos abastecerlo para que no muera al momento de crear el rosario de 108 cuentas. - ¿No puedes inventar un aparato multiplica-Cosmos para esto?- inquirió Anaís con ligereza, sin darle la debida importancia al problema. - Ya lo hice, pero no creo que funcione- respondió Alexandria, entrecerrando los ojos- Es complicado crear algo en esta época. - Como sea, ya es hora- dijo Anaís muy decidida, poniéndose de pie- Asmita ya está en Jamir, así que le pediré a Shion que nos teletransporte hacia allí- notó la expresión preocupada de su hermana- Algo se nos ocurrirá. Corrieron hasta el primer templo, donde Shion miraba las estrellas en las afueras. - ¡Eh, carnerito, teletranspórtanos a Jamir!- ordenó Alexandria apresuradamente. El aludido la miró extrañado, pero Anaís lo miró para confirmar la orden de su hermana, por lo que el joven encendió su Cosmos y las mandó al lugar indicado, en el cual ya los espectros caían muertos por el poder de Asmita. Alexandria entró en la torre, a la cual Tenma ya iba a subir, pero una mano en su hombro lo detuvo. - Espera, Tenma, deja que mi hermana se ocupe- dijo Anaís con firmeza. - Pero, Anaís...- trató de replicar el jovencito. - Nada de peros, Alex salvará a Asmita- dijo muy convencida la rubia. Mientras, en lo alto de la torre, Asmita miraba por primera vez a la gemela de cabellos negros. - ¿Alexandria? Eres más bella de lo que pensé- dijo él provocándole un sonrojo a la joven- Siempre te amé, pero eras la mujer de un amigo, por ello nunca te dije nada. - Asmita, lamento no poder hacer nada por ti- dijo Alexandria sonrojada y con la voz quebrada. - Ya haces mucho con tu presencia- dijo el Santo de Virgo, cuyo cuerpo comenzaba a desaparecer. En un acto reflejo, Alexandria tomó la mano traslúcida de Asmita y una luz surgió de la mano de la chica, envolviéndolos a ambos. Con asombro, Asmita observó cómo su cuerpo se materializaba nuevamente, llenándose de la pureza del aura que emitía la joven. Tenma, Yato, Yuzuriha, Anaís e incluso Hakurei y Atla se quedaron boquiabierto al ver y sentir el poder de Alexandria. - ¿Qué carajos es eso?- preguntó Anaís estupefacta. La propia Alexandria estaba anonadada por lo que emanaba de ella, pero feliz, porque una cosa sí era un hecho consumado: Asmita estaba salvado.

que es excesivamente corto, pero no se me ocurrió otra manera en la que pudieran salvar a Asmita. Y no podía matarlo, eso no. ¡Ah!, aprovecho para preguntarles con quién quieren que se quede Anaís de forma definitiva como pareja estable. Cualquier Santo de Oro (excepto su cuñado, claro está) vendrá bien.

Atrapadas (Saint Seiya: The Lost Canvas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora