⚠Lemon variado⚠

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- Anaís, ¿dónde estabas?- preguntó Alexandria con los brazos en jarra. - Solo quitándole la virginidad a Regulus- dijo Anaís con la mayor naturalidad del mundo. - ¡Eres una puta!- vociferó escandalizada Alexandria- ¡Te has tirado a todo el Santuario! - A todos no, me faltan Asmita, Albafica y Deuteros- respondió Anaís con toda su calma. - ¡¿CÓMO!?- chilló Alexandria alterada- ¿¡Incluso con nuestro tutor Dégel!? - Y debo decir que me decepcionó, lo que tenía era un pelly- dijo Anaís como si hablase de flores o palomas. - ¡¡No hables esas cosas!!- gritó escandalizada Alexandria- ¡¿Hasta con Sísifo!? - Prácticamente tuve que violarlo, aproveché una noche que estaba borracho porque Sasha lo había mandado a la friendzone- relató Anaís como si tal cosa. - ¡¿Y con Hasgard también!?- exclamó Alexandria con el rostro enrojecido de ira y vergüenza. - Es feo, pero está muuuuuyyyy bien armado- enfatizó Anaís tranquilamente- Pronto haré todas las posturas del Kamasutra con Asmita- agregó pícara- Oh, y me pregunto de qué tamaño la tendrá Deuteros. - ¡¡Déjalo fuera de esto!!- voceó Alexandria, dirigiéndole una mirada matadora a su hermana. - Era broma, ya sé que es tu crush- afirmó Anaís muy sonriente. - No...no es mi crush- dijo sonrojada Alexandria. - Eso quiere decir que puedo conquistarlo- dedujo Anaís. - ¡¡No te atrevas, maldita ninfómana!!- gritó Alexandria más que furiosa. - Oye, deja de gritar, que se te van a estropear las cuerdas vocales- se mofó Anaís- Y recuerda que "el que se fue a Sevilla, perdió la silla". ¡Por fin estoy cumpliendo mi sueño! - ¿Y cuál era tu sueño?- inquirió Alexandria, frunciendo el ceño. - Acostarme con todos los Santos de Oro- dijo Anaís. Su gemela se golpeó la frente con la palma de la mano y decidió dejarla por imposible.
Horas después, casa de Aries
- ¡Oh, sí, Shion, qué rico!- gimió Anaís, saltando sobre el miembro del mencionado, quien estaba todo sonrojado. - ¡Eres tan tierno!- exclamó Anaís, apretándole los cachetes. Shion la atrajo hacia él para chupetearle el cuello y los labios, mientras ella oprimía sus músculos y tetillas, arrancándole varios gemidos. Cuando sintió que él estaba a punto de correrse, sacó el miembro de su interior y dejó que el semen le bañara la cara y los pechos, para luego esparcirlo como si fuese una crema fina. Luego, se sentó sobre él, dejándole su intimidad sobre su boca. - Cómetela- ordenó. Shion no dudó en pasar la lengua por toda esa zona y tragarse los fluidos que expulsó entre gemidos. - Fue excelente- dijeron ambos.
Horas después, casa de Tauro
- ¡Uhm, me corro, Anaís!- avisó Hasgard con un gemido, mientras la susodicha, arrodillada, chupaba incansablemente su miembro y mordía de vez en cuando, con algunos gruñidos de protesta por parte de su dueño. El abundante semen cayó en su boca y los hilillos se derramaron por la comisura de sus labios; el resto fue tragado. - No pensé que podría meterme todo eso en mi boquita- dijo Anaís, limpiándose la boca y poniéndose de pie. - Me gustó- afirmó Hasgard.
Rato después, casa de Acuario
- Vamos, Dégel, tú eres el único que lo tiene pequeño como para esto- le persuadió Anaís. El mencionado, no sin gran vergüenza, abrió las nalgas de la joven e introdujo su miembro en el orificio trasero, mientras ella se movía y gritaba de placer.
Después, con Alexandria
- No es justo lo que haces- requirió la de cabellos negros- Cada uno de ellos piensa que es el único y tú juegas con todos, Anaís. - De todos modos, pronto tendremos que dejar este mundo- replicó la gemela con indiferencia- Por cierto, hoy vi a Deuteros. Estaba un poco tristón porque dice que lo has estado evadiendo. Alexandria bajó la cabeza, porque eso era cierto. No sabía qué podía suceder si seguía cerca del hombre que le provocaba su primera revolución hormonal y no quería entregarse tan fácilmente como su hermana, pero la mirada de su gemela le hizo saber que, si no hacía algo, esta se le adelantaría y conquistaría a Deuteros. Entonces, decidió cometer la primera locura de su vida. 
Esa noche, casa de Géminis
- Hola, Deuteros- saludó Alexandria tímidamente. - ¡Alexandria!- exclamó Deuteros con alegría- ¡Qué bueno volver a verte! - Bueno...este..yo vine por...- tartamudeó nerviosa la jovencita. - Te debo una disculpa- dijo Deuteros avergonzado- Fue indigno de un caballero manosear así a una dama como tú, pero...- la tomó por la cintura y la atrajo hacia él- me vuelves loco. - Te..te quiero- balbuceó ella sonrojada, tratando de sustraer la mirada. Los ojos de él brillaron de pura felicidad y le dio un beso inocente en los labios. Sin embargo, Alexandria no había olvidado su propósito de esa noche; superando su vergüenza, se apegó a él y susurró en su oído: - Quiero ser tuya esta noche. - ¿En serio?- preguntó Deuteros sorprendido. - Siempre hablo en serio- dijo Alexandria, decidida a llegar hasta las últimas consecuencias. - Bien, vamos a la habitación- dijo Deuteros ruborizado. La cargó en brazos y la llevó hasta su recámara, depositándola suavemente en la cama para luego desatar los lazos de su vestido y dejarla en ropa interior. El color rojizo de las mejillas de la fémina se intensificó cuando él se quitó la ropa, mostrando su cuerpo bien formado y la perfectamente proporcionada musculatura. Finalmente, Alexandria fue despojada de sus últimos atuendos, quedando simplemente desnuda. Un temblor lujurioso recorrió su cuerpo curvilíneo al sentir las manos del hombre amasando con fuerza sus pequeños pechos mientras la besaba con intensidad. Sus lenguas intercambiaban sus lugares, las manos exploraban cada rincón del cuerpo ajeno. Entonces, ella bajó la vista para apreciar el miembro que pronto la invadiría. - No sé si todo eso me va a caber- dijo asustada y más que ruborizada. Deuteros sonrió con diversión y le dio unas pequeñas mordidas en el cuello; luego, se tendió en la cama y la colocó encima de él. - Tú solo siéntate- dijo. Temerosa, la chica obedeció lentamente, haciendo que el miembro masculino perforara su cavidad con los consiguientes gritos de su parte. Deuteros la jaló de las caderas, empalándola totalmente y callando sus gritos con un beso posesivo. Sus labios limpiaron algunas lágrimas traviesas que se le habían escapado a la chica. Tomándola de la cintura, la hizo saltar suavemente sobre su miembro, escuchando los gemidos de placer que salían de su boca y contemplando sus gestos de éxtasis: los ojos entornados, el labio inferior mordido, las aletas de la nariz infladas por lo agitado de su respiración... - Me encantaría romperte completamente- le susurró Deuteros al oído con voz salvajemente sensual. - Ha..hazlo, por favor- dijo entrecortadamente Alexandria, sin pensarlo siquiera, pues estaba demasiado excitada. Deuteros volvió a sonreír divertido y salió de ella, para luego colocarla boca abajo y ponerse encima de Alexandria. - Sújetate- le ordenó, penetrándola nuevamente. Ella aferró ambas manos a la cabecera de la cama; sin previo aviso, Deuteros comenzó a embestirla brutalmente, de modo que solo se oía el choque sus testículos contra la intimidad femenina y los gritos de dolor y placer de la joven, quien trataba de evitar rebotar en la cama por lo duro de las embestidas. Deuteros continuó castigando y ensanchando su cavidad sin compasión y aferrando sus manos a aquellos pechitos ya enrojecidos por los apretones, hasta que ella sintió que algo explotaba en su interior y un abundante líquido mojó su intimidad, sus muslos y las sábanas; pero no era nada comparado con el que llenó su cavidad y se desbordó, mezclándose con el primero. Cuando él dejó de correrse y salió de ella, Alexandria miró las sábanas con las pocas fuerzas que le quedaban y se asustó al ver la gran cantidad de sangre que había derramado. - Jamás me imaginé que perder la virginidad fuera así- musitó. - ¿Te duele?- preguntó Deuteros preocupado. Lo había disfrutado demasiado, esperaba no haberle hecho daño por culpa de sus instintos animales. - Solo un poco- contestó Alexandria, tratando de levantarse. Sus piernas fallaron y se hubiera caído si Deuteros no la hubiese sostenido con una mirada de culpabilidad. - Aún así, me gustó mucho- dijo Alexandria al notarlo- Sobre todo porque fue contigo. - Fui muy rudo- dijo Deuteros, arrepintiéndose de lo sucedido. - Yo quise estar contigo- dijo Alexandria, apegándose a él. Deuteros le sonrió tiernamente y la recostó en su pecho, donde ambos se quedaron dormidos de esa forma, totalmente desnudos y piel contra piel.

Atrapadas (Saint Seiya: The Lost Canvas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora