Unos días después
- ¿Dónde se habrá metido la molestia con patas de Anaís?- se preguntó en voz alta Alexandria, quien se encontraba de muy mal humor. Casi dos meses llevaba atrapada en ese mundo ficticio por culpa de su hermana y no había hallado una solución. Solo podía atormentarse pensando en que, tal vez, nunca saldría de allí; ella tenía una vida en el mundo real y una beca que conseguir para la academia de ciencias, no podía estar perdiendo el tiempo en una dimensión paralela jugando a ser heroína como quería su hermana. Lo único que la consolaba era la compañía de Deuteros, a quien había llegado a tomarle mucho afecto. Continuó buscando a su gemela, por lo que, casi con miedo, fue a la casa de Escorpio, pero no estaba allí. Siguió recorriendo las doce casas hasta llegar a Leo y se asomó a la sala discretamente, al escuchar lo que le pareció la voz de Anaís. Apenas la vio, deseó no haberlo hecho; Anaís estaba de rodillas frente a un desnudo Regulus, quien tenía una expresión extasiada en su inocente y hermoso rostro y gemía como ronroneaba un gato en celo. "¡Esto es el colmo! ¡El colmo!", pensó Alexandria furiosa, apretando los puños y con tremendas naúseas por lo que veía. - ¡¡ANAÍS DE LA CARIDAD VEGA!!- vociferó Alexandria, haciendo retumbar las paredes. La aludida se puso en pie de un salto, muy asustada por el tono iracundo de su hermana. Con rapidez, vistió a Regulus y le anunció que volvería más tarde, marchándose al encuentro de su hermana. Esta, con las manos en las caderas y la cara roja de ira, la esperaba en las escaleras. Apenas la tuvo cerca, le soltó un fuerte bofetón. - ¿Pero, por qué, Alex?- lloriqueó la rubia, frotándose el golpe. - ¡Eres una descarada!- gritó Alexandria- Acostarte con Kardia es una cosa, pero, ¡Regulus es tan solo un niño que aún no ha cumplido ni 15 años! ¡Eso es corrupción de menores, maldita pedófila! ¡Y ni siquiera pudiste llevarlo al cuarto para hacer esa cochinada! - ¡Penca mojigata!- le gritó Anaís con tonito burlón- ¡Ni que lo hubiera violado! Alexandria la tomó por el cabello, haciéndola callar. - Tú eres mayor que él y, para todos los efecto, eres adulta y te estás aprovechando de la inocencia de alguien menor- dijo Alexandria más calmada, pero firme y autoritaria. - Estamos en otra época, a los niños se les considera adultos a una edad muy temprana...- trató de argumentar Anaís, temerosa de la mirada de Alexandria. - Por eso mismo te lo digo, me estás dando la razón- la interrumpió Anaís, soltándola de su agarre. - Ay, por favor, hermanita, es solo educación sexual, lo preparo para la vida- quiso bromear Anaís, pero su sonrisa se borró al ver la expresión amarga de Alexandria- ¿A qué viene tanta preocupación por Regulus? ¿Tú no estabas con Deuteros?- preguntó de forma maliciosa. - No sé qué tiene Deuteros que ver con esto, ni soy tan depravada como tú- dijo Alexandria más enfadada que nunca- ¿Te imaginas si Sísifo se entera de esto? ¡Eso es lo que me preocupa! - Tranquila, el leoncito lo disfrutó. Para ser un niño, como tú dices, tiene un clase de trozo de...- dijo Anaís con una sonrisa picarona. - No me interesan los detalles- se apresuró a interrumpirla Alexandria. - Además, solo fue una mamada- replicó Anaís con total desenfado. - ¡Déjate de cochinadas, cerda!- le reclamó Alexandria, dándole un zape. - ¡Ay!- se quejó la rubia- ¡Necesitas un novio que te aplaque ese mal carácter! ¡Siempre estás de mal humor, por eso Deuteros no te quiere! Alexandria se enojó mucho más y pateó a su gemela para después echar a correr escaleras abajo, donde tropezó con Deuteros. - Oh, lo siento- se disculpó él. - Fue culpa mía- dijo Alexandria algo llorosa. - ¿Estás bien?- preguntó Deuteros al notarlo. - Sí, no pasa nada- respondió ella con una sonrisa forzada, frotándose la cara. - ¿Quieres que demos un paseo?- propuso Deuteros, ofreciéndole la mano, a lo que ella aceptó.
Dos días después
Por fin su cerebro se había puesto a trabajar. Alexandria elaboró una teoría que probablemente las podría sacar de ese mundo, pero necesitaba ayuda. - Deuteros, tú puedes viajar entre las dimensiones a tu antojo, ¿cierto?- dijo al Santo de Géminis, quien afirmó- ¿Podrías abrir las dimensiones para mí? Quiero investigar allí, tal vez sea la respuesta que necesito para volver a casa. - Lo siento, Alexandria, pero eso es demasiado peligroso- respondió Deuteros, en parte porque era verdad y temía por ella, y en parte porque no quería que se marchara aún y se sentía un ruin egoísta por eso- Además, soy un Santo de Athena, solo podemos usar nuestras técnicas de manera defensiva. Alexandria frunció el ceño, tenía que hacerlo cambiar de parecer. La idea traviesa que cruzó por su mente casi la hace sonrojar, pero extrañamente no le pareció mala, sobre todo por lo que siempre decían las amigas de su hermana de que las mujeres debían "utilizar sus encantos" con los hombres y por una conversación que había tenido con Anaís días atrás.
Flashback
- Alex, ¿adónde vas?- preguntó Anaís al ver que su hermana salía muy arreglada de su habitación. - A Géminis, le prometí a Deuteros que cenaría con él- dijo Alexandria con naturalidad. - No deberías darles falsas esperanzas, Alex- señaló Anaís, frunciendo el ceño. - ¿Por qué lo dices?- inquirió Alexandria sin entender. - Deuteros gusta de ti, ¿lo sabías?- dijo Anaís pícaramente. - Eso...- solo pudo murmurar Alexandria, sin palabras y sonrojada.
Fin del flashback
"Si es cierto, entonces lo convenceré", pensó decidida Alexandria. - Oye, Deuteros- dijo- Si me ayudas, te daré un beso. - ¿U...un beso?- balbuceó Deuteros, feliz solo de pensarlo. Se sonrojó al pensar que al fin probaría los labios que tanto soñaba besar. - Así es- le confirmó Alexandria con picardía. - De acuerdo- musitó el Dorado. No había sido su imaginación, realmente le había hecho esa propuesta. Elevó su Cosmos y abrió un portal dimensional. Con cuidado y la ayuda de unos instrumentos que había forjado ella misma, Alexandria se introdujo en aquel vacío y lo exploró durante horas. Los resultados fueron alentadores. Al menos en teoría, aquellas dimensiones podrían devolverlas a su mundo. Tendría que investigar otro poco después.
Horas después
- ¿Cómo te fue?- preguntó Deuteros, mientras cerraba la dimensión. - Muy bien- dijo Alexandria con una sonrisa sincera. - Quiero mi beso- pidió el Santo de Oro. Ella se sonrojó, retrocedió un par de pasos, pero se detuvo y se acercó a él, quien la alzó por la cintura para ponerla a su altura. Sin esperarlo más, buscó los sonrosados labios de la muchacha con los suyos; se perdieron en un beso tan profundo, que Alexandria pensó que iba a absorberle el alma de aquel modo. Se estremeció y emitió leves jadeos al sentir que las manos masculinas buscaban sus pechos y los labios descendían hasta su cuello, besándolo con suavidad. - Deuteros...para..eso no...- dijo entrecortadamente la joven. - ¿No te gusta?- preguntó él con corte. A pesar de la diferencia de edad entre ambos, Alexandria provenía de una cultura donde se les hablaba ampliamente de la sexualidad a los jóvenes, mientras que Deuteros parecía un niño inocente experimentando placeres desconocidos por primera vez. Él solo se había dejado llevar por sus instintos más primarios, pero ella sabía perfectamente lo que hacía. - No, está bien, pero paremos- dijo Alexandria, apartándolo un poco de ella. No por no tener experiencia sexual era tonta y sabía que aquello podía tomar el camino equivocado. Deuteros la colocó en el suelo, librándola de su agarre. Al verlo un poco tristón y desilusionado, quiso decirle algo, pero optó por retirarse sin pronunciar palabra alguna. Sin duda, su principal descubrimiento ese día había sido lo mucho que le gustaba aquel hombre, para su sonrojo eterno.Perdón por la tardanza para actualizar este fic, prometo que trataré de subir un capítulo semanal por lo menos.
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Atrapadas (Saint Seiya: The Lost Canvas)
FanfictionAlexandria y Anaís son dos hermanas gemelas aparentemente iguales en el físico, pero muy diferentes en cuanto a personalidad. Alexandria es la típica chica genio que se la pasa estudiando y leyendo, mientras que Anaís es la popular de la escuela, di...