El Navío de la Esperanza y algo más

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- ¡¿De verdad vas a hacer eso, Alex!?- gritó Anaís, anonadada por lo que le acababa de contar su hermana. - Baja la voz, que tiene que ser un secreto- le requirió Alexandria- Ahora, voy al Navío de la Esperanza y tú te quedarás reposando. - Hermanita, sé que es mi crush, pero temo que te haga daño- gimoteó Anaís con lastimero acento. - En vez de preocuparte por eso, mejor piensa qué vas a decir cuando te pregunten quién te hizo a esa criatura- dijo Alexandria con severidad- Seguramente el Patriarca te lo preguntará pronto. Recuerda en qué época estamos, tendrán que casarse. Anaís suspiró sin encontrar palabras para replicar y Alexandria se limitó a marcharse.
En el Navío de la Esperanza
Cuando Alexandria llegó, ya Aiacos y Sísifo estaban peleando; mas, al sentir su presencia, la armadura de Sagitario abandonó a su portador y cubrió el cuerpo de Alexandria para asombro de todos los presentes. - Jaja, Sísifo de Sagitario, tu armadura te abandonó por una mocosa- se burló Aiacos, disponiéndose a darle el golpe final al Santo de Oro; sin embargo, una flecha de oro cargada de un inmenso Cosmos que atravesó su pecho lo detuvo. - ¿Pero qué...?- murmuró forzadamente, con un hilo de sangre en la comisura de su boca; se tambaleó unos pasos y cayó sin vida al suelo. - ¡¿Qué fue eso!?- exclamó Regulus, quien observaba la escena estupefacto. - No estoy muy seguro, pero creo que la cloth de Sagitario eligió a Alexandria como su siguiente portadora- explicó Sísifo sin salir de su asombro. - Siento haber interferido de esa forma en tu batalla, Sísifo- dijo Alexandria un poco apenada, apagando su Cosmos y despojándose de la armadura dorada. - No hay por qué disculparse, me salvaste la vida- dijo Sísifo con su amabilidad habitual. - Yo me adelantaré para abrirles las puertas del Lost Canvas, ya lo planeé con Athena- informó Alexandria- No traten de entrar hasta que yo les abra. - De acuerdo- afirmó Sísifo con su bella sonrisa. Alexandria abrió una grieta en el espacio y se desplazó a través de ella, hasta llegar al cuarto de los Templos Malignos del Lost Canvas.
Mientras, en la casa de Acuario
- Hola, Anaís- saludó Deuteros, entrando al onceavo templo- Vine por Alexandria. ¿Sabes dónde está? - N..no...no sé nada, Deuteros- balbuceó Anaís nerviosa. - Eres pésima mentirosa- señaló Deuteros divertido- Vamos, dime dónde está. - No puedo, es un secreto- se excusó Anaís. - Haces que me preocupe- dijo Deuteros en tono de alarma- Tienes que decírmelo, ella es mi mujer. - Bien, fue a ver a Aspros- soltó Anaís de golpe, cerrando los ojos amedrentada. - ¡¿QUÉ!?- gritó Deuteros alarmado.
En el templo de Marte
Alexandria se encontraba frente a un trono en el que reposaba un hombre de negra cabellera, ataviado con las vestimentas del Patriarca. - Aspros de Géminis- le habló la chica. - ¿Qué hace aquí una mocosa como tú?- preguntó él extrañado, levantándose del trono y yendo hacia ella- No eres una chica normal- la tomó de la barbilla y esbozó una sonrisa ladina- Pero eres muy bonita. Ese fue el momento que ella aprovechó para utilizar sobre el Santo devenido espectro la técnica que le había enseñado Asmita para librar a alguien del Satán Imperial. Pronto los cabellos de Aspros retomaron su coloración azul y sus ojos volvieron a la normalidad. - Ahora que eres tú mismo de nuevo, SÍ podemos hablar- dijo Alexandria con serenidad- Mi nombre es Alexandria y estoy de parte de Athena. Necesito tu ayuda para abrirle las puertas del Lost Canvas a la diosa y sus guerreros. - Soy el traidor del Santuario- dijo Aspros con una sonrisa melancólica- ¿Qué te hace pensar que puedes confiar en mí? - La culpa de haber escogido un camino equivocado no es solo tuya- afirmó Alexandria para asombro del ex Santo- No eres un monstruo, Aspros, eso lo sé. Algo en el interior de él se conmovió al percibir la firmeza y seguridad que tenían aquellas palabras. - Está bien, te ayudaré- accedió.
Horas después, en el Templo de Mercurio
- ¡Vuelve, pequeña entrometida que arruina mi obra maestra!- gritó enfurecido aquel hombre de cabellos negros y sombrero de copa que Alexandria estuvo buscando durante horas. - No estoy huyendo, Youma- dijo ella con toda calma, volteando a verlo. - ¡Marvelous Room!- gritó Youma, arrojándole una de sus poderosas técnicas; para su sorpresa, la joven no recibió ni un rasguño. - ¿¡Pero, qué es esto!?- exclamó Youma pasmado- ¡Mi ataque no funciona! - Soy de una línea temporal diferente, y tus técnicas basadas en el tiempo no funcionarán en mí- explicó Alexandria con una sonrisa, empuñando el rosario que le había pedido a Asmita y abriendo la Hiperdimensión, la cual se tragó a Youma y lo despedazó entre sus gritos de dolor y rabia, para luego cerrarse definitivamente. De repente, sintió una mano posarse sobre su hombro. Con rapidez se volteó, encontrándose la mirada seria y enojada de Deuteros. - Deuteros, ¿qué haces aquí?- preguntó ella, acariciándole la mejilla. - ¿Es verdad que viniste por Aspros?- interrogó Deuteros de golpe. - La chismosa de Anaís no puede callarse nada- musitó Alexandria enojada- Es cierto, Deuteros- respondió, alzando la voz. -  ¡Eso fue muy peligroso!- le reclamó Deuteros- ¡Pudo haberte hecho daño! - Quien no arriesga, no gana- replicó Alexandria- Ahora él está de nuestro lado. Podrás recuperar a tu hermano. - Eres una maravillosa mujer- dijo Deuteros, cambiando su semblante serio con una sonrisa- Discúlpame por dudar de tu fuerza. - No pasa nada, es lindo que te preocupes por mí- respondió la joven sonriendo, y se besaron fugazmente. Y así, con esa convicción, partieron hacia la batalla final.

Atrapadas (Saint Seiya: The Lost Canvas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora