Takeru

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El 2005 llegaba a su fin, y él esperaba que el año siguiente fuera mejor, más esperanzador...


Se colocó el abrigo y salió del departamento de su madre. El día estaba nublado y muy frío; probablemente lloviera dentro de poco, por lo que también agregó el paraguas a los objetos que portaba. Por costumbre, el digivice formaba parte de aquel listado.

Ya llegando hacia su destino, unas débiles gotas comenzaron a caer del cielo. Takeru continuó caminando sin abrir el paraguas. De vez en cuando era agradable dejar que la lluvia limpiara la impureza del cuerpo y la mente.

Pronto la visión de alguien en particular interrumpió sus pensamientos: su compañera lo esperaba resguardándose debajo de un toldo.

—Buenos días, Hikari —dijo con tono distraído.

La chica, que no lo había visto llegar por quedarse observando la vidriera del local, hizo una pequeña reverencia y respondió al saludo del rubio.

—Buenos días, Takeru.

El rubio se dio cuenta que la jovencita no iba acompañada de su hermano mayor, lo cual le extrañó bastante, pues Hikari era casi como una garrapata de Taichi. No podía dejarlo solo ni veinticuatro horas, que ya se le notaba que le faltaba una parte de su ser. Eso lo incomodaba un poco.

—¿Y Taichi?

—Irá directo de su entrenamiento de fútbol.

—Ya veo. Entonces ¿nos vamos?

Sin más dilataciones, cada uno abrió su paraguas y juntos emprendieron el camino hacia su meta final: la oficina de Koshiro, que quedaba a unas cinco calles de allí.


—No parece que vaya a detenerse pronto — comentó ella mirando al cielo con una expresión de nostalgia.

—Es verdad. Según las noticias continuará lloviendo hasta la noche. Pero mira el lado bueno: al menos no está nevando.

—Sí, es cierto.

Se sonrieron tímidamente, un gesto muy común entre ellos.

Mantenían del uno al otro una distancia aproximada de un metro que a Takeru le daba la impresión de que eran como cien. La miraba de reojo cada tanto pensando en lo mucho que había cambiado Yagami en todo el tiempo que la conocía y que, paradójicamente, seguía siempre igual. Igual de agradable, amable, fuerte, valiente; todas las cualidades que él admiraba pero que nunca le había hecho saber con palabras, pero que otros ya se lo habían resaltado tantas veces que le parecía redundante recaer en ello.

De la nada, como una de las tantas veces, le llegó a la mente el día en que su amiga fue consumida por la oscuridad, cuando Taichi fue dado por muerto y él se quedó a solas junto a ella esperando a que despertase del desmayo. Cuando recordaba las palabras de Patamon, su rostro se ponía rojo y comenzaba a imaginar qué hubiera ocurrido si se hubiese atrevido a confesarle sus sentimientos. Pero en aquel momento no había encontrado ninguna forma de consolarla, y ni Yagami ni las circunstancias de la batalla le habían dado la oportunidad de hacerlo.

—¿Takeru? ¿Te ocurre algo malo? —preguntó la castaña al llegar a la puerta del edificio.

—Eh... no, nada. Estoy bien —. Sus mejillas se encendieron ante el recuerdo y ante la pena de estarla haciendo esperar para tocar el timbre del departamento del pelirrojo, pues la lluvia se había intensificado y si no se apresuraban a entrar, acabarían empapados.

—Mmm... de acuerdo — respondió no muy convencida, pero la conversación acabó allí.

1 de Enero | TakariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora