Kari

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Últimamente a Kari no se le antojaba juntarse tanto con los niños elegidos como antaño. Por más que insistieran, siempre respondía con una negativa; ni siquiera se molestaba en inventar alguna excusa porque no le parecía correcto.

Sabía que las chicas estaban esperando a que admitiera que tenía una relación con Takeru, pero le asustaba la posibilidad de que en realidad lo que sentía por su amigo no era lo que todos llamaban «amor». Es decir... lo quería, sí, y no quería ni pensar en que algún día, debido al camino que tomaran sus vidas, dejaría de verlo.

Al principio creyó que estar menos tiempo con Takeru haría que se diera cuenta que en realidad no lo necesitaba, que aquella alegría que le provocaba estar con él y la sensación de encontrarse incompleta cuando se separaban, era una completa creación del qué dirán de sus amigos. Trató de convencerse de que no estaba enamorada, que era solo una confusión momentánea, o culpa de las hormonas por la edad, o simplemente porque Takeru había sido, además de Taichi, el que había estado incondicionalmente a su lado, apoyándola y ayudándola incluso cuando ella no lo había pedido o cuando no sabía que lo necesitaba. Pero con el correr de las semanas, el vacío en su pecho se había intensificado y finalmente se convenció de que ya no podía, y que tampoco quería, seguir evitándolo.


Se acercaba el invierno, y la castaña sentía aun más la ausencia del rubio. El fin de año estaba próximo y ella se sentía la peor persona del mundo. Sentía que lo había traicionado, abandonado y que se había comportado como una niña inmadura y tonta.

Lanzó un suspiro nervioso y apretó el botón para enviar el mensaje.

«¿Podemos vernos en el parque hoy a las 17:00?
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Enviado a T-K el 26/11/2006 a las 15:43»

—¿Sabes? No me preocupa si no responde. He sido una mala persona con él y entiendo si no quiere verme —dijo a su compañera digimon, que se sentó sobre su falda para intentar confortarla.

—Ya verás que podrán solucionarlo —le aseguró con tranquilidad.

Hacía mucho que no hablaba con ella. Antaño, Gatomon había sido su mejor amiga, casi como una extensión de sí misma. Se sentía sola si no la tenía, se sentía herida cuando ella recibía algún golpe, incluso a veces se convencía de que eran capaces de transmitir aquella sensación de vacío cuando se extrañaban enormemente. Pero ahora que la tenía a su lado, y probablemente por un largo tiempo —por no decir para siempre— no encontraba la forma de expresarle sus sentimientos.

Estaba segura de que los digimon, a su manera, tenían sentimientos. No los consideraba simplemente un paquete de datos: eran seres con vida, o al menos la cobraban cuando estaban en el mundo real, expuestos a la muerte como cualquier otro ser, como lastimosamente habían comprobado meses atrás.

—Sí, es cierto —respondió tratando de sonar alegre. Incluso esbozó una sonrisa ligera, pero no pudo engañarse ni a ella ni a Gatomon, que se quedó callada como siempre que Kari necesitaba simplemente ser escuchada.

El teléfono emitió un sonido breve. Hikari estiró un poco la mano para tomarlo de su mesa de noche. El rostro se le iluminó al mismo tiempo que adquiría un tono rosa intenso.

«Claro.

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Recibido de T-K el 26/11/2006 a las 15:54»

1 de Enero | TakariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora