Takeru

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«Eres la mejor» hubiera agregado, pero las palabras no salieron de su boca porque la castaña se acercó para ayudarlo a cerrar la malla del reloj entorno a su muñeca.

—Listo. Ahora no podrás perderlo.

—No pensaba hacerlo.

Soltaron una suave risa y luego se quedaron en silencio unos segundos. Takeru, algo nervioso, le ofreció ir a comer algo, a lo que su amiga aceptó con entusiasmo y se encaminaron a un pequeño restaurante cercano.


Durante el almuerzo, Takeru no podía dejar de admirar a Hikari. Seguía con su mirada los movimientos de la chica: cuando se acomodaba el cabello detrás de la oreja, cuando sonreía y se le formaba aquel simpático hoyuelo en el lado izquierdo de su boca, cuando apoyaba su barbilla en la mano para contemplar el paisaje del otro lado de la ventana o cuando dibujaba una media sonrisa después de comentar algo gracioso.

En cierto momento, Yagami colocó su mano izquierda sobre la mesa, distraída, y Takeru hizo un intento de tomarla con la suya. Pero ella la corrió justo a tiempo para evitar el roce y él tuvo que disimular que tomaba una servilleta de papel del triángulo de alambre que las contenía. ¿Habría sido adrede? Avergonzado, el rubio no volvió a intentar ningún contacto físico, y se dedicó a juguetear con la comida sin preocuparse en acabarla.

Él continuaba escuchándola atentamente, como si cada una de las palabras que salieran de su boca fuera lo único importante que tuviera que oír en el mundo. Le respondía con asentimientos, sonrisas o breves acotaciones cuando era necesario, mientras intentaba disimular el rubor que se presentaba en sus mejillas constantemente cuando pensaba qué estaría pasando realmente por la mente de su mejor amiga en aquel momento, o cuando la imaginaba tomándole de la mano, cosa que desgraciadamente había confirmado que no ocurriría ni en cien años.

Una vez hubieron acabado, Takeru acompañó a la castaña unas cuadras en lo que le resultó un incómodo silencio, hasta que debieron separarse porque tomarían caminos opuestos. Mientras Hikari se alejaba, él se volteó, como si aquella pudiera ser la última vez que la viera; se grabó en la retina la imagen de la silueta de la luz recortada contra las nubes grises de la tarde.


Debía visitar a su padre, y todo el viaje hasta la casa de este solo pensaba en todos los momentos que había pasado con Yagami y nunca se había dado cuenta de lo importante que ella era en su vida. Supuso que al principio creyó que la conexión que tenía con la chica era por conocerla desde niños, por todas las aventuras que habían vivido juntos, o incluso por el significado de sus emblemas. Pero ahora que el tiempo había pasado, que el Digimundo volvía a estar en paz y que la vida seguía, se preguntaba cuándo se había enamorado de su amiga, y si algún día se atrevería a confesárselo. No... Primero debía asegurarse de algunas cosas, aunque eso implicara hablar con Yamato, y llegado el momento, con... Taichi. De alguna forma, eso último lo aterraba más que hablar con los propios señor y señora Yagami.


Cuando llegó a la casa del señor Ishida, abrió la puerta con cierta timidez. Su hermano lo recibió con un rostro alegre, pero pronto su expresión cambió. ¿Qué podía tener tan consternado a su hermanito?

—Yamato... hermano. Creo que debemos hablar —dijo tratando de sonar decidido y endureciendo el rostro, pero se le notó un temblor en la voz.

Una vez Takeru acabó de explicarse, Yamato comenzó a reír. El adolescente lo miró extrañado. ¿Qué le parecía tan gracioso? ¡Para él era algo importante! Le molestó que su hermano no tomara con la misma seriedad aquella conversación, ¡con lo que le había costado hablarlo con alguien!

—Eres un idiota. Ya sabía que no debía hablar contigo —le espetó enojado. Se levantó del sillón y se retiró a su cuarto, que desgraciadamente compartía con el otro rubio, golpeando la puerta con fuerza.


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Bueno, aquí les traigo otro capítulo de este fic. Espero que les guste leerlo tanto como a mí haberlo escrito ♥

1 de Enero | TakariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora