Solo tú y yo (él)

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La sesión de fotos era un éxito pero no podía dejar de mirar a cada rato a ver si había llegado. Sabía que iba a decirle, bueno casi lo sabía, tenía una idea general de lo que iba a decir. En realidad estaba perdido. Algo le iba a decir.

Dos horas habían pasado y nada, no tuve mejor idea que preguntar por ella a su secretaria. Para mi desgracia, me escuchó un ejecutivo y sacó sus celular de última generación y dijo “Amanda Heynes”, así que ese era su apellido, a lo cual se escuchó el tono de espera.

-¡¿Dónde estás?! Es increíble que no estés en la sesión.

No pude más que estirar la oreja, como dice mi mamá, para escuchar, tanta fue mi desgracia que sin querer invadí el espacio personal del señor trajeado, a lo cual después de una mirada despreciativa se dio media vuelta y se retiró.

La llamada duró poco, el trajeado se limitó a buscar la sombra y mira a lo lejos como culminaba la sesión.

Al terminar arreglé con la secretaria de Amy para llevarle las fotos a primera hora de la mañana, tomé mi cámara y me retiré.

Sin saber que hacer comencé a vagar por el parque cuando un perro me saltó tirándome al suelo.

-Hey bonito, que golpe me diste ¿cómo te llamas?- tomé en mis manos el collar en mis manos y pude leer que decía “AZUL”- perdón por mi error señorita Azul ¿es que acaso está perdida?- di vuelta su collar y ahí estaba un número de teléfono- ese número me resulta familiar… ¡Por dios!

Comencé a buscarla por todas partes, si Azul su mascota estaba acá ella también debía estarlo. Tome la correa de la cachorro y comencé a buscarla, no paso mucho hasta que la viera. Exactamente en el lugar en donde la había conocido, recostada con el rostro hacia el sol, los ojos cerrados y sus bazos extendidos.

Me paralicé por unos segundos. Se veía hermosa. Tomé la cámara y la fotografié. Después me acerqué lentamente, me senté y con el dorso de mi mano acaricié su rostro hasta llegar a su cuello. Ella parecía disfrutarlo, una sonrisa se le dibujó y acercó su cara a mi mano. De repente abrió los ojos, se enderezó y me miro por unos segundos que para mi fueron eternos. Nuevamente esa cálida sonrisa me hizo perderme y sin dudarlo dos veces la tomé por el cuello, la acerqué a mí y la besé suave y dulcemente.

Cuando nos separamos, la sonrisa no cavia en mi cara, ni la felicidad en mi pecho. Sin más tomé su mano, la levante y la guíe hacia lo desconocido.

Solo tú, solo yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora