9. LA NOCHE DEL SIGLO: SEGUNDA PARTE

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Narrador: Alex
Habíamos llegado a casa, los padres de Sebastián estaban molestos y yo me sentía raro por lo que había pasado, creo que el sentimiento era mutuo.

—¿Puedo dormir ésta noche en casa de Alex? —quedé perplejo al oír eso.

—No y después de éste chistecito no estoy seguro de que puedas ir a algún otro lado, adiós Alex —contestó el hombre y se fue.

—Bueno, nos vemos mañana, Alex —dijo.

—Adiós Seb, descansa.

Cada quien entró a su casa, yo la verdad me decepcione, tenía ganas de hablar bien con él. Entré a mi cuarto y me acosté en la cama, estaba cansado pero antes de dormir, extrañamente recordé todo lo que pasó, en especial lo que pasó después de que Sebastián me besara y se fuera.

3 horas antes…

Asustado, salí a buscar a Sebastián a la calle, no había rastro de él, solo había una multitud enojada, voltee a la casa y lo vi, estaba sentado en el borde del techo, traté de buscar lo más rápido posible la subida, uno de los amigos de Jake me explicó que ahí arriba había una terraza y que las escaleras estaban de hecho al lado de la habitación donde estábamos. Corrí a buscar las escaleras y subí, él estaba en silencio, decidí acercarme.

—Hola —él giró un poco para ver, al darse cuenta de que era yo, solo volteo de nuevo hacia en frente.

—¿Qué haces aquí? —respondió.

—Quería explicarme sobre lo que pasó hace rato —me acerqué a él y me senté en el borde, a su lado.

—No hay nada que explicar, creí que en serio te gustaba y veo que no es así —dijo bastante triste.

—No, no, es solo que yo me quedé sorprendido, estupefacto.

—¿Cómo? —respondió.

—Escucha es verdad, tú me gustas mucho, solo que yo nunca pensé que alguien como tú podría quererme —comenté.

—Me gustas desde que llegué aquí, desde que te vi ese día salir de tu casa.

—Vaya —estaba sorprendido.

—Estaba tan nervioso que escribí una lista de diez mil razones para no dejarme ir —agregó y río.

—Guau, ¿en serio?

—Bueno no, pero era mi plan B en caso de que me rechazaras.

—Escucha, de verdad me gustas, no puedo creer que lo hayas dudado, siempre pensé que yo era muy obvio —respondí y el río de nuevo.

—Sí lo eras, supongo que pensé tanto que me rechazarías que me convencí a mi mismo de que lo harías y al ver tu cara, entré en pánico.

—Lo bueno es que no necesitas venderme diez mil razones para querer estar contigo —él me tomó la mano, yo estaba muerto de los nervios (en sentido figurado).

—Me alegra saber eso, ¿sabes? Ahora que lo pienso bien, Sabrina ya me había dicho que yo te gustaba, así que perdón por el drama innecesario.

—¡Perra chismosa! —grité.

—Oye tranquilo, si no me lo hubiera hecho, yo jamás habría tomado la iniciativa real decirte lo que siento.

—Bueno, al menos le puedo dar ese mérito —dijo.

Entonces él tomó mi mejilla, se acercó los pocos centímetros que nos separaban, me besó y está vez lo correspondí, ambos pasamos como 40 segundos moviendo nuestras lenguas, yo me sentía en el paraíso, ambos estábamos conectados y en sincronía. Algo nos asustó de golpe, era Jake peleando con unos chicos por un balón, se veían bastante ridículos.

The Stormlands: Todo MejoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora