"Incompleto"

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Cuauhtémoc se encontraba en su habitación con la esperanza de que ese día acabara el mundo, de que la gravedad dejara de existir y saliera volando del planeta para ver si así podría llegar hasta donde Aristóteles.
>> Ahora ya no podré ver más el arcoiris, Tahi. Solo nubes negras << pensó.
Abrió lentamente los ojos, y lo primero que vió fué a Diego sentado al borde de la cama dormido a punto de caerse. No había pegado los ojos en toda la noche por estar cuidando de él, se notaba por las ojeras que se le habían formado.
Y a su derecha, sosteniendo firmemente la mano de Temo y con la cabeza recostada sobre el borde de la cama, se encontraba Andrés arrodillado, quién también estaba profundamente dormido.
Ambos chicos habían asimilado la situación por la pequeña cajita que traía Temo entre sus manos antes de desmayarse, pero ninguno de los dos estaba convencido de si era verdad o no.
Temo con cuidado de no despertar a Andrés deslizó poco a poco su mano de entre las suyas, sin embargo, él de todas maneras se despertó.
— Popó, despertaste — dijo él con una gran sonrisa. Temo no mostró expresión alguna.
Diego al escucharlo se despertó de golpe, miró a su amigo y le acarició sus pequeños rulos.
— Temo, al fin — sonrió aliviado —¿Necesitas algo?
— Sí ... — dijo apenas audible — Que me ayudes.
— Dime, haré lo que sea por tí.
Colocó su mano sobre la rodilla de Diego.
— Necesito que pongas mi mente a descansar de una vez — dijo con la mirada perdida.
Diego anonadado por lo que le había pedido su amigo, apretó con fuerza su puño.
— No digas tonterías, por favor Temo — dijo. Él no dió respuesta alguna — Estoy seguro de que a sido un gran error sobre lo de ... Aristóteles. No es así de fácil que solo te den-
— Diego — lo interrumpió Temo — necesito estar solo.
— No te voy a dejar, no en el estado en el que estás.
Temo se cubrió completamente con las sábanas, apretó su rostro contra una almohada y gritó:
— ¡Necesito estar solo!
Diego miró a Andrés, quién le hizo una señal de que salieran, y sin darle más la contra se dirigieron a la salida.
— Llámame si necesitas algo, estaré a tu disposición siempre, Temo — dijo Andrés antes de cerrar la puerta.
Debian esperar a que se calmara para poder hablar con él, porque aún que insistieran, Temo no les haría caso.

Al escuchar el portazo, Temo se destapó lentamente. Giró la cabeza hacía la izquierda y ahí lo vió, en la mesita de noche se encontraba la pequeña caja. Temo la tomó y miró en dirección a la puerta, se levantó para echarle seguro, pero un mareo lo hizo caer contra el pavimento y las cenizas se terminaron esparciendo a su alrededor.
— No no no no — dijo desesperado. Las volvió a juntar rápidamente para volverlas a poner en su sitio. Lo cerró y lo sujetó con fuerza.
Como se sentía demasiado débil para volverse a poner de pie, se arrastró hasta la entrada y logró su objetivo. Se recostó sobre esta y miró a su alrededor. Cada cosa de la habitación, cada detalle le traía un recuerdo a su mente. La noche en la que se volvieron uno al juntar sus cuerpos por primera vez ¿Solo se volvería en un recuerdo más?
El sonido de unas campanas a lo lejos lo hizo salir de sus pensamientos. Abrazó la cajita y una lágrima cayó sobre esta, un recuerdo cruzó su mente al oír ese tintineo, el día en que Aristóteles y él se encontraban recorriendo la ciudad de la mano una noche antes de que Ari le dijera que tenía que regresar a Oaxaca. Ari lo jaló hasta una iglesia y se detuvieron justo en la puerta. Se estaba realizando una boda, la pareja se encontraba en el altar mientras que el sacerdote estaba hablando.
Los chicos estaban mirando la ceremonia con atención, Temo se quedó inmóvil, era como si estuviera en las nubes.
— Yo también me lo estoy imaginando — susurró Ari para no llamar la atención de los invitados.
— ¿Qué cosa?
— Nuestra boda perfecta — sonrió. El corazón de Temo se aceleró.
El sacerdote se dirigió a los novios para pedir su consentimiento. Ari al escucharlo entrelazó su mano con la de Temo, y lo miró directo a los ojos. Su temperatura de ambos cambió repentinamente, podían sentir los latidos del otro.
— Cuauhtémoc López — dijo Ari.
El sacerdote continuó:
— ¿Aceptas a-?
— Aristóteles Córcega — agregó él por sobre la voz del sacerdote.
— Como esposo, ¿y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?
Los ojos de Temo brillaban como fuegos artificiales en noche buena, sentía como si fuera su boda. Sonrió de oreja a oreja y dijo:
— Si, acepto.
— Y tú — dijo el sacerdote dirigiéndose al esposo.
— Aristóteles Córcega — agregó Temo sin quitar su mirada de su novio.
— ¿Aceptas a-?
— Cuauhtémoc López — río.
— Como esposa, ¿y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?
Ari perdido en la mirada de Temo, respondió:
— Si, claro que sí te acepto, como mi esposo, obviamente — afirmó emocionado — Eres mi todo, mi Tahi, mi amor.
Ambos sacaron sus anillos que tenían guardado en sus bolsillos por seguridad, y se lo colocaron el uno al otro.
— Por una vida juntos, Tahi. Y por una familia junto a nuestras bendiciones — río Temo tiernamente — ¿Qué dices? ¿Aceptas o te da frío?
— Hey, esa es mi frase — vaciló Ari — Sabes que mi respuesta siempre será sí cuando se trate de tí.
El sacerdote de fondo exclamó:
— ¡Puede besar a la novia!
Temo abrazó a Ari por el cuello y sellaron su amor con un profundo y apasionado beso. La luz de la luna iluminó aquella escena conmovedora. Ambos estaban en su mundo, sentían que era su momento, que era su boda.
Al terminar el beso, se abrazaron con fuerza, Ari aprovechó y lo cargó dandole vueltas. Tomó su mano y ambos salieron corriendo de ahí. El camino estaba oscuro, pero el cielo brillaba más cuando Temo veía a Aristóteles.
Sus pasos hacían eco en todo el lugar, al igual que sus risas, y a lo lejos se podía escuchar el tintineo de la campana de la iglesia.
Y ahora eso se convertiría en un recuerdo ... en un sueño ... en un deseo que ahora sería inalcanzable.

•Nacimos para crear un mundo de colores juntos• (ARISTEMO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora