"Intimidad e inocencia"

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Las sirenas de la policía hacían eco por toda la ciudad. El caos y la desesperación estaba presente, los gritos de los familiares eran incesantes.
Aristóteles, a punto de colapsar del cansancio, hacía a un lado a las personas que rodeaban el lugar para abrir paso.
La policía que estaba bloqueando las entradas, lo empujaron al ver que él se había acercado de más.
- ¡Necesito entrar, ahí dentro está mi novio! - gritó desesperado.
Estos solo lo ignoraron.
- ¡¿Por qué no hacen nada!? ¡¿Por qué solo se quedan ahí parados viendo mientras que adentro hay gente muriendo!?
Uno de los oficiales se volteó y le dijo seriamente:
- Escucha muchacho, estos tipos de casos son delicados. Los alumnos son rehenes de el o los atacantes, un mal movimiento y todos pueden morir ¿Entiendes? Así que no te acerques, es peligroso.
Ari lleno de coraje y con la adrenalina al máximo, hizo caso omiso a lo que le había dicho el uniformado. Empujó a todos y cada uno de ellos y entró corriendo, evitando mirar en todo momento los cuerpos de los profesores que estaban tendidos en el patio.
Los oficiales confundidos de que él estuviera prácticamente metiéndose a la boca del lobo, ya solo lo ignoraron.
- Es un estúpido - dijo uno de los policías.
- Las locuras que uno comete por amor - respondió un uniformado que estaba escuchando la conversación.
El recibidor estaba completamente vacío, solo había silencio y nada más que eso.
Ya muy nervioso y sin saber en dónde empezar a buscar, le envío un mensaje preguntándole en dónde se encontraba. Los segundos de espera fueron eternos para Ari, hasta que al fin respondió.
- ">> Estoy en el baño de la escuela, estoy bien. Cerré la puerta con seguro. Parece que ya todo acabó, porque desde hace unos minutos no eh escuchado bulla <<"
- ">> ¿En dónde exactamente está el baño? <<" - preguntó insistentemente.
- ">> ¿Qué? ¡Espera, Tahi, no vayas a hacer ninguna tontería! <<"
- ">> Muy tarde, amor <<"
Guardó su celular, ya que aunque insistiera Temo no le diría su ubicación exacta, y decidido se puso a inspeccionar cautelosamente cada centímetro del lugar. Los pasadisos estaban libres de peligro, y eso se le hacía sospechoso. Todo estaba tan tranquilo.
Llegó hasta la cafetería del sitio, y al fin se topó con muchos alumnos, los cuales estaban escondidos bajo las mesas. Algunos al verlo entrar se empezaron a lamentar de lo que habían echo a lo largo de los años, y otros solo guardaban silencio asustados sin saber cómo reaccionar. Era obvio, no podían confiar en nadie.
Ari sin poder dar un paso más, se sentó en uno de los comedores, su respiración estaba acelerada pero sabía que aún no podía parar.
Se fijó que junto al mostrador había una pequeña señal que indicaba que el baño estaba en la siguiente habitación. Se levantó y caminó despacio hasta llegar a lo que vendría a ser el baño de la primera planta de la universidad y tocó suavemente la puerta.
- ¿Temo? - susurró - ¿Estás ahí?
Estaba nervioso esperando que el que respondiera al otro lado de la puerta no fuera un balazo directo a la cabeza.
- ¿Ari? - balbuceó Temo apoyado en la puerta del baño.
Se levantó y abrió la puerta despacio. Se asomó para confirmar si era o no su amado.
Al ver que si era, se le llenaron los ojos de lágrimas, abrió la puerta con fuerza y se lanzó hacía sus brazos.
- ¡Eres un menso! - exclamó mientras lloraba - Te amo tanto, Aristóteles. Te amo.
Él lo besó incontables veces por lo aliviado que se sentía de tenerlo bien. Agarró con fuerza sus cachetes rojos y lo miró directamente a los ojos.
- Nunca más te vuelvas a despedir así de mí ¿Quedó claro?
- Perdón - balbuceó - Tenía tanto miedo, y lo único en lo que podía pensar era en tí y ... No debiste entrar, sabes que si algo te pasaba ... yo me moría.
- Lo mismo digo, menso.
El sonido de varios disparos a sus espaldas los hizo salir de su mundo. Los cuerpos caían como gotas de agua sobre el pavimento. Dos de los atacantes habían entrado a la cafetería, y empezaron a disparar al azar. Ambos traían puesto grandes polerones negros con capucha y máscaras extrañas, parecían ser de moustros deformes de los setenta, y cargaban consigo una gran escopeta y una metralladora.
Ari empujó hacia adentro a Temo intentando cerrar la puerta para protegerlo del peligro que se estaba propagando, pero no sirvió de nada. Uno de los atacantes, el que llevaba la escopeta, entró y les dió una patada violenta para derrumbarlos, ambos no pudieron ni reaccionar en ese momento por lo rápido que fué. Pero si que Temo logró cubrir a Aristóteles poniéndose delante suyo.
El miedo se los estaba comiendo por dentro.
Los apuntó con el arma dispuesto a jalar el gatillo, mientras susurraba una y otra vez: "Todos van a pagar por lo que me hicieron"
Sus manos temblaban y su pie se movía con intranquilidad, era evidente que estaba nervioso.
- Ahora sí dejaré de ser un don nadie ... Todos recordarán mi nombre ... - siguió susurrando.
Cuauhtémoc ya con la respiración acelerada por la adrenalina que sentía en ese momento, intentó increíblemente razonar con él.
- Escucha, el acabar con la vida de personas inocentes no te va a solucionar nada, solo te traerá peores cosas, un peor destino.
- ¿Inocentes? - balbuceó.
Se quitó la máscara y dejó al descubierto sus grandes ojeras y su rostro todo demacrado y con lágrimas que caían sin cesár. Era el chico con el que se chocó Ari esa mañana.
- ¡Todos los bastardos de los profesores y varios alumnos sabían, ellos sabían ... Sabían que me hacían mierda solo por ser diferente, por amar diferente! ¡¿Ah eso le llamas ser inocente?! - gritó de frustración - Tú no sabes lo que es vivir años y años de tortura por solo ser quién eres, maldito niño rico.
- Entonces eres un cobarde.
Ari quería intervenir y detener a Temo porque lo estaba provocando, pero su cuerpo estaba paralizado por el terror que sentía.
- No soy ningún cobarde - dijo agarrando con firmeza su escopeta y lo acercó más hacía Temo presionando levemente el gatillo - Yo solo estoy haciendo justicia propia.
- ¿Justicia? - preguntó. Se puso de pie y ya sin poder soportar más lo que decía ese tipo lo enfrentó cara a cara - ¡¿Ha esto le llamas hacer justicia!?
- Sí, él me prometió que así todos-
- ¡No, no, no! ¡Lo único que logras es condenarte a ti mismo a una vida llena de más miseria! - negó en un grito - ¡Yo también sé lo que se siente que te hagan menos solo por amar diferente a ellos, lo sé mejor que nadie!
El chico lo miró impactado al ver como sus lágrimas caían por la rabia que sentía en ese momento.
- Pero aún así no me rendí, y seguí adelante porque decidí dejar de ser un cobarde y ser valiente enfrentando esos problemas ya que sabía que yo no estaba mal, si no la sociedad. Y como dice mi novio: "El corazón nunca se equivoca" - sonrió - Y sé que el recuerdo y el mal gusto que te dejó eso nunca se va a ir, pero es algo que ya no importa ahora ya que simplemente aferrarse al pasado no sirve de nada. Tú mismo eres el que escribe su propia historia con sus decisiones y acciones. Si te hicieron menos, es porque tú lo permitistes, no puedes culpar a otros por eso.
Temo sujetó la mano de Aristóteles por detrás de él con fuerza. Sus latidos se podían sentir a través de la palma de su mano, y eso lo llenaba de paz, el saber que estaba bien y el que nada malo le pasaría ya que estaba bajo su protección.
El encapuchado bajó el arma y se alejó unos pasos de ellos sin quitarles la mirada de encima. Agachó la cabeza y empezó a sollozar.
- Tienes razón, maldita sea, tienes toda la razón. No soy nada más que un cobarde ... - con la mirada perdida y una sonrisa agregó - Pero ... ya no puedo arreglar lo que hice. No me puedo perdonar esto.
Puso la boquilla de su arma en su boca, y cuando estaba a punto de jalar el gatillo, una voz por detrás lo detuvo.
- ¿Qué carajos estás haciendo, Leo?
Era el otro tipo que cargaba la metralladora, estaba parado fuera del baño, tenía una voz extraña, como si la estuviera fingiendo, oh quizás sea porque aún tenía la máscara puesta encima.
Leo volteó a verlo y fué hasta donde él tirando su arma hacia donde la pareja. Ellos se ocultaron dentro de un cubículo para mantenerse a salvo, pero Temo se asomó a ver qué es lo que estaba pasando.
- ¡Tú me mentiste, hijo de perra! - gritó Leo con furia - ¡Me dijiste que me sentiría mejor si hacía esto! ¡Qué lo arreglaría todo, pero es todo lo contrario!
El otro tipo no respondió absolutamente nada a lo que le decía, solo se quedó quieto mirándolo.
- Me prometiste que todos me respetarían después de esto, pero ahora veo que no. Ahora soy peor que ellos. Yo ya no sé en qué momento me perdí ...
El enmascarado levantó su arma en dirección a él, y antes de disparar, dijo fríamente:
- Entonces ya no me sirves.
Cuauhtémoc le cubrió los oídos a Ari para que el sonido no lo aturdiera, y este lo abrazó con fuerza.
El atacante solo se desapareció después de eso. No entendían el porque no les hizo nada, solo los vió y se fué sin más.
A los pocos segundos los agentes especiales de la policía ingresaron al lugar junto a paramédicos.

•Nacimos para crear un mundo de colores juntos• (ARISTEMO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora