"Mensaje"

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El sonido de las gotas del agua sucia al caer contra el pavimento ya se había vuelto hasta una melodía para sus oídos luego de tanto tiempo estando solo.
Dylan movió las rejas para así despertar a Aristóteles, quién se encontraba en el suelo. No estaba dormido, solo intentaba ignorarlo para que así se fuera.
>> Al único al que esperaba que cruzara esa puerta es a mi Temo, pero no, tenía que ser ese ... << Pensó tapándose los oídos con la colcha.
— Ay Dancintóteles — dijo aguantandose la risa — te advertí que para sobrevivir aquí solo tenías que hacerme caso. Aunque bueno, en realidad te salvaste, ya entraron al ciclo laboral.
Ari giró su cabeza en dirección suya mostrando así sus ojos re secos y sin vida.
— Si solo viniste a burlarte, mejor vete. No debes de estar aquí, si te descubren-
— Tranquilo — lo interrumpió — no te emociones, que no vine por tí. En realidad estoy buscando a Ariel.
— ¿A Ariel?
— Sí, pinche sordo.
Ari se puso de pie, se sacudió el polvo que traía encima y se paró frente a Dylan. Aunque había muy poca luz que entraba por esa pequeña ventanilla, aún se podía apreciar las grandes ojeras y cortes que tenía en el rostro, y esa mirada de matón que tenía.
— ¿No lo haz visto? — preguntó Dylan serio.
— ¿Él qué haría aquí?
— Te lo volveré a preguntar — su tono se estaba poniendo agresivo. Metió ambos brazos por las rejas y tomó a Ari por el polo jalándolo hasta él — ¿Lo haz visto sí o no?
— ¡No! — exclamó asustado — No creo que él llegaría aquí sin que lo vieran los guardias así como lo hiciste tú. Además, no tiene motivos para bajar.
— No es que no tuviera motivos, se lo llevaron.
— ¿A qué te refieres?
Dylan empujó a Ari provocando que se cayera al suelo.
— Está mañana metieron nuevos reclusos, y él como de costumbre intentó socializar con ellos.
— ¿Y cuál es el problema con eso?
— Que intentó matar a uno.
Ari, aunque con torpeza, se volvió a poner de pie. No entendía lo que le decía.
— ¿Qué le hizo?
— Solo lo ahorcó — dijo con total naturalidad — Y un guardia se lo llevó, y lo más seguro que aquí.
— ¿Solo? ¿Por qué lo hizo?
— Eso mismo vengo a averiguar.
Dylan se dispuso a revisar cada una de las celdas alumbrando con la linterna de Ariel, pero solo se topó con polvo y con muchos roedores a su alrededor.
— ¿Dónde chingados estás? — susurró.
— ¿No crees que ... se lo hallan llevado junto con los anteriores reclusos de verde?
Al escucharlo se detuvo y tiró la linterna con tanta fuerza que se hizo pedazos.
— ¡Maldita sea! — gritó desesperado. Se puso en cuclillas y se cubrió el rostro intentando tapar sus lágrimas.
¿Tan mal se había tomado el comentario de Ari? Estaba más que confundido, pero por una parte creía que entendía lo que sucedía.
Ari suspiró conmocionado.
— ¿Lo quieres mucho, verdad? — le preguntó con una pequeña sonrisa.
Dylan al oírlo dirigió su mirada hacia él.
— ¿Quererlo?
— Sí.
— ¿A ese idiota?
— Que sí.
— ¿Le acabas de decir idiota?
— ¿Si te digo que sí me vas a matar?
— No lo dudes.
— Pues eso responde a mi pregunta.
Dylan bajó la mirada.
— Buena jugada, risitos.
— Soy muy astuto — vaciló.
— No te creas mucho.
— Como diría mi novio: "No me creo mucho, lo soy" — le lanzó un guiño en son de burla.
— Eres irritante — sonrió y luego puso una expresión seria y de melancolia — Él es como un hermano para mí ... Es la única familia que me queda ahora.
Aristóteles agarró el barrote de la celda con fuerza. Claro que entendía como se sentía, su única familia ahí en CDMX era Temo. Polita, Audifaz y Arquímedes estaban muy lejos en ese momento y se le hacía casi imposible verlos.
— ¿Te hizo sentir seguro de tí mismo, verdad? — lanzó esa pregunta sin pensarlo. ¿Quizás se lo estaba preguntando a sí mismo?
— Sí, me regresó la confianza que había perdido luego de que él bastardo ese de mi "hermano de otra madre" me traicionara.
— Lo sé.
— ¿Ariel te contó?
— No, lo leí en la pared de esa habitación.
— Oh, vaya. Olvidé quitar la otra mitad.
— ¿Y cómo se llamaba ese tipo?
— No te incumbe, la verdad nisiquiera sé porque te estoy contando todo esto a tí.
— Bah, no me dejes con la intriga.
— Él-
Lo interrumpió una pequeña risita de fondo que hacía eco en todo el sitio, y derrepente cesó. Alguien cayó por detrás de él y lo tomó por el cuello con fuerza.
— Parece que perdiste tus reflejos, hermanito.
Era Ariel. Lo soltó y esto hizo que perdiera el equilibrio. Dylan se talló los ojos rápidamente para no dejar evidencia de que estaba llorando.
— Eres un completo idiota — dijo Dylan mientras se ponía de pie y se sacudía el polvo.
— Lo sé, lo sé — vaciló.
El mayor le dió un golpe en la cabeza y este lo miró indignado sobándose en donde le dolía.
— ¿A qué se debió eso?
— Tienes mucho que explicar.
— ¿Sobre ...?
— ¿Por qué intentaste ahorcar a ese tipo?
— Yo ... — desvío la mirada. Se había puesto nervioso.
— ¿"Yo" qué?
Ariel se sentó en el suelo, tenía la mirada perdida y escondió su rostro entre sus rodillas.
— Él hace años prometió llamar a la policía cuando mis padres le enseñaron que me tenía metido dentro de una jaula — apretó con fuerza sus piernas — Pero en cambio solo trajo a sus amigos para burlarse y abusar de mí cuando no había nadie en casa.
Aristóteles se quedó en blanco y Dylan al escuchar como Ariel rompió en llanto, se dió media vuelta decidido en ir y asesinar a ese sujeto con sus propias manos, pero Ariel lo detuvo tomándolo por el brazo.
— Es tu último año aquí, y si te metes en un problema más no te volveré a ver — frunció el seño y sus mejillas se habían puesto rojas — Sabes cuál es tu destino al salir de este sitio.
— ¡¿Creés que estaré tranquilo como si no hubiera pasado nada mientras ese tipo está ahí feliz con lo que hizo!?
— Aprenderé a vivir con eso, joven Ortega.
Dylan lleno de coraje patio un pequeño roedor que estaba pasando por sus pies con furia. Ariel lo abrazó por detrás para calmarlo.
— No hagas eso, estúpido. Es un pequeño ratoncito.
— ¡Perdón, perdón, perdón! — exclamó él aguantando las ganas de llorar.
A Ari por alguna razón le hacían recordar a Temo y a él. Eran como un vivo reflejo de ellos, solo que más oscura. Y poniéndose en el lugar de Dylan, él si se pondría igual o peor si alguien le hiciera daño a su Tahi.
Ariel miró a Ari quién se había quedado perplejo luego de lo que acababa de suceder.
— Aristóteles — sonrió. Se separó de Dylan y se paró frente a las rejas — Parece que no hiciste caso a mi advertencia.
— Lo hice — afirmó — Otra cosa es que me halla defendido.
— Cuauhtémoc habría estado orgulloso de tí.
— No lo creo, a él no le gusta la violencia.
Ariel río.
— Lo sé, es muy pacifista ese chico.
— ¿Lo sabes? ¿Cómo?
— Lo ví en un video, aunque no se escuchaba muy bien sí llegué a escuchar que te estaba defendiendo a tí y al amor que se tenían.
— Mi Temo — susurró.
— Pero lo decía como si tú ... bueno ¿Cómo decirlo? Como si tú ... ya no existieras.
Ari sintió como una punzada en el pecho.
— ¿A qué te refieres?
— Bueno, solo se refería a tí como "era" y no como "es", y por lo que Dylan me enseñó es que así se refieren a las personas que ya están muertas — volteó a verlo y sonrió como un niño pequeño esperando su respuesta — ¿Verdad que sí?
— Exactamente — respondió.
Ari agarró los barrotes con fuerza, y mientras sus piernas temblaban una gota de sudor bajó por su frente.
— Debiste escuchar mal — dijo nervioso.
— No, fué porque perdiste tus privilegios Aristóteles.
— ¿No que los privilegios solo eran para llamadas y comida?
— Comida, visitas, llamadas, tu vida ... — desvío su mirada.
— ¿Mi ... Vida? — tragó saliva.
— Oh no — puso sus manos sobre su boca — Oh no no no no no.
— ¿Qué sucede? ¡Me estás asustando!
— Ellos ya se han adueñado de tu vida, Aristóteles.
— No entiendo a lo que te refieres.
— Escuché unos guardias hablando sobre que estaban apostando una gran suma de dinero para mañana por un chiquillo talentoso ... y ahora entiendo a quién se referían — su expresión cambió rotundamente.
Varias gotas de sudor recorrían la frente de Ari, sabía a que lugar se estaba refiriendo y no le daba buena espina para nada.
Dylan, quién estaba escuchando atentamente toda la conversación, se acercó lentamente y de entre sus bolsillos sacó un pequeño celular y se lo tiró a Ari.
— Utilízalo sabiamente, Aristóteles.
Ari miró el celular y lo apretó con fuerza. Tenía otra oportunidad para poder llamar a Temo y así hablar con él. Escuchar su voz, su risa luego de tanto tiempo ...
— Lo haré, gracias — sonrió.
— No podemos ayudarte más que con eso — dijo Ariel — Por eso cuídate, Aristóteles.
— Lo mismo que él dijo — agregó Dylan. Se sentía forzado al decir esto, y en todo momento evitó hacer contacto visual con Ari.
Tomó a Ariel por el brazo y ambos salieron de la habitación asegurándose primero de que no hubiera nadie afuera.

•Nacimos para crear un mundo de colores juntos• (ARISTEMO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora