Capítulo VI: Legión

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Gradualmente, los suaves susurros incomprensibles de aquellas voces iban adquiriendo un tono más alto y las palabras se volvían más claras.

Regulus se encontraba recostado, desconocía en dónde, pues aún no se sentía con la energía suficiente para poder abrir los ojos siquiera, pero algo era seguro: ya no se encontraba en el frío suelo del bosque.
De pronto, algo hizo que todo su cuerpo diera un ligero salto en su lugar. Tenía la sensación de que todo le estaba dando vueltas.

—... por eso necesito que te quedes en la mansión. —dijo una voz gruesa y despreocupada que le resultó bastante familiar— ¡Ja! Me temo que yo tomaré esa, mi buen amigo —agregó después.

—¿Estás seguro de que no quieres que me quede?—preguntó otro hombre, de voz ligeramente ronca— Porque no es problema para mí.

—Hmm, me pregunto qué nos convendrá más —habló de nuevo aquella voz, que Regulus sabía, pertenecía a aquel tipo que lo había atacado —Pero por el momento, a ti te convendría tomar esa carta, Valko, es obvio que la necesitas.

—No sería tan obvio si no estuvieras viendo mi juego, Cassius—replicó impertérrito el segundo.

—No lo estoy viendo — replicó inmediatamente con un tono indignado, quien al parecer, respondía al nombre de Cassius—, soy un jugador de talento nato, lo cual es distinto.

—Si lo que te preocupa es la seguridad de la mansión—dijo, a quien identificó como Valko, ignorando completamente el comentario de Cassiusdespués del escándalo de hace un rato, tendré que suplicarte que dejes de lado tu inminente paranoia. Te he dicho ya que Tisskon está haciendo guardia y Nofferté sanará en un par de horas. A pesar de haber terminado destrozada, en poco tiempo podrá defender la mansión. Además, ¿Quién querría entrar al hogar de los brujos?

Cassius soltó una carcajada, de esas que sólo él sabía proferir provocando escalofríos. —Yo les dije que el chico Vittone sería una presa difícil, incluso se lo advertí a mi querida Nofferté.

—Entonces ¿me voy? —preguntó de nuevo Valko.

—¿Sabes? Creo que podremos apañárnoslas por nuestra cuenta, sin embargo, la mansión esta desprotegida y tú sabes los secretos que ahí se esconden, sería mejor que regreses a Sicilia. Nosotros llegaremos pronto, aún nos quedan unas paradas por hacer.

¿Sicilia? ¡Era cierto! Regulus había olvidado esa parte. El tipo del sombrero se lo llevaría con él, lejos de su hogar y de su nana.

Abrió los ojos de golpe y por unos instantes quedó ofuscado ante la cegadora luz roja que estaba sobre él. Sintió su cuerpo pesado y adolorido, mientras un hormigueo desesperante danzaba por sus extremidades.

—¡Vittone! —Exclamó Cassius, al verlo reaccionar—Me alegra que estés despierto, comenzaba a preocuparme, ¿sabes? Aunque igual no creí que fueras a despertar pronto, ese último ataque tuyo te hizo gastar una cantidad excesiva de energía.

—¿Qué hacemos aquí?—preguntó, incorporándose en el asiento aterciopelado—¡No te permitiré llevarme a Sicilia!

Cassius se echó a reír de nuevo.

Regulus miró a su alrededor. Se encontraban en una especie de carruaje, bastante grande, del techo caían varias cadenas de las que colgaban pequeñas burbujas de cristal con una llama cada una de color rojo vivo para iluminar el interior. Regulus nunca había estado en un carruaje, y al ver ese tan extraño, le hizo preguntarse si así eran todos.

Cassius se encontraba sentado en un costado del carruaje sin el sombrero, permitiendo que el viento que se colaba por la ventanilla que estaba a su lado le alborotara aún más la melena dorada cobriza; tampoco estaba usando el parche en el ojo derecho, de hecho, se veía bastante relajado.
Tenía las piernas estiradas sobre el asiento, que cubría tres cuartas partes de la carroza, y un juego de naipes en la mano, mientras que un sujeto completamente desconocido de nombre Valko, estaba en el asiento de enfrente, también sosteniendo naipes. Era un chico de cuerpo un tanto atlético que tenía el cabello blanco con algunas puntas sobre los hombros y un rebelde fleco cayéndole sobre la frente. Su piel era un poco más pálida que la de Cassius y sus irises eran violeta. En el brazo izquierdo llevaba una especie de brazalete negro con una hebilla color plata, y por encima de éste se encontraba lo que parecía ser su marca de maldición.

La Falsa Trinidad: El Secreto de Lilith [TRILOGÍA]Where stories live. Discover now