Dos simples palabras

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Me di cuenta de que Will me estaba mirando con intensidad.

– ¿Que pasa?¿Por qué has cerrado? –

Will soltó:

– Estamos encerrados. El viento ha cerrado la puerta y solo se puede abrir desde fuera. Es así para que los animales no se escapen. –

"¿El viento tiene tanta fuerza?" Pensé desconfiado.

– Lo siento...– Se lamentó Will.

Yo negué con la cabeza.

– No import-

De repente, me di cuenta de la situación. Estaba encerrado. Con Willem Beauchiene en una habitación de pequeñas dimensiones. Con la persona que me volvía loco y a la cual había decidido no decirle nunca nada sobre mis sentimientos. La cual había notado mi estado de ánimo sin problemas.

"Mierda..."

Las lágrimas todavía se balanceaban en mis ojos.

– ¿Shine? –

– Uh...yo... –

– Ven. – Will me tomó de la mano y me guió al interior del granero.

Nos sentamos en una montaña de heno sin prensar y Will bajó la vista. Era como...si estuviera pensando en otras cosas.
"Aún no me ha soltado la mano..."

La retiré y el volvió en sí mismo. Me dolió hacerlo, pues cuando solté su mano, este me miró y pude ver como una sombra casi imperceptible cruzaba sus ojos de esmeralda.

Bajé la vista para no mirar su rostro y me alejé todo lo que pude de él. Mantener cercanía me rompía el corazón.

"Cuanto más cerca estoy de él, más impotente me siento..."

– Basta. Shine, estás muy extraño. ¿Que ha pasado? –

"Se ha dado cuenta..." Y tan solo con pensar en la posibilidad en la cual Will estuviera preocupado por mi, hizo que las lágrimas que estaban al borde de mis ojos, cayeran rodando por mis mejillas, rojas por el frío y la cercanía de Will.

Este, me miró sorprendido y preocupado.

– ¡Shine! Oye, ahora en serio. ¿Qué te pasa? –

– Nada por lo que debas preocuparte. –

– No me vengas con esas ahora. –

Me dijo con vehemencia.

– Está claro que algo no va bien. Sabes que puedes confiar en mí. –
Dijo suavizando su voz.

Un sollozo sacudió mi cuerpo y después, lo siguieron unos cuantos más. Will me miró con desesperación.

– Shine, me estás haciendo sentir impotente. Te estoy viendo llorar y no sé qué hacer para hacerte sentir mejor. –

– No puedo decírtelo. Si te lo digo ahora, ¡te irás hecho un mar de dudas a la guerra y yo no quiero eso! –

– ¿¡Cómo!? – Dijo mientras se sobresaltaba ligeramente. – A ver...dime Shine. ¿En qué mes estamos? –

– En enero... – Dije sin mirarle.

– Exacto. En enero. Shine, escucha, yo no me voy hasta julio. Hay tiempo de sobra. El suficiente como para poder digerir lo que quiera que sea que esté rondando por tu cabeza. –

Hizo una pausa y pareció que estaba cavilando algo. Acto seguido, habló.

– Escucha... Si yo te digo mi secreto, ¿me dirás tú lo que te ocurre? –

La razón de mi todo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora