7. Secreto

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Más pronto que tarde, comenzó a nevar. Aquel invierno iba a ser duro, y todos lo sabíamos.
E iba a ser duro, sobretodo para mí. Mi mente se había convertido en un hervidero de actividad constante. Pensamientos confusos iban y venían todo el tiempo y al final del día, no sacaba nada en claro. Y lo peor de todo, era que no podía contárselo a nadie. Ni a mis padres, ni a Willem, ni a mí mismo siquiera. Me negaba a aceptar ciertas emociones y sentimientos que estaban surgiendo en mi interior. Y lo sabía. Vaya si lo sabía. Pero el valor es algo de lo que algunos carecemos.
Tenía el presentimiento de que algo estaba a punto de pasar, y eso no me gustaba nada.
Y ese algo, se acercaba cada vez más. Implacable. Veloz.

— Shine. —

Y ahí estaba.

Me giré lentamente hacia el sitio desde el que provenía la voz, dejando en el suelo la cesta que estaba haciendo. Me encontraba en la entrada de mi casa, haciendo cestas, mientras mis padres estaban dentro preparando cosas para vender en el mercado.

— Buenos días. — Dije mientras el vaho que salía de mi boca se mezclaba con el ambiente de la calle.

— Tengo que hablar contigo. Tengo que hablarlo con alguien. Si no lo hago, creo que explotaré, o algo por el estilo. —

— ¿Tan grave es? Está bien, dime. —

Will vaciló un instante. Se lo veía preocupado.

— No puedo. No aquí. Ven conmigo. —
Me agarró del brazo y me llevó a un lugar un poco más apartado y privado. Se trataba del callejón trasero que había en mi casa.

— Willem, me estás asustando. —

— Más asustado estoy yo... —

— ¿Qué pasa? —

Se llevó la mano al interior de su camisa y sacó algo que pendía de su cuello. Brillaba. Entonces, recordé cuando se llevó la mano al pecho cuando vimos a aquellos hombres llevándose al matrimonio de la tienda de lácteos. Rezaba por los suyos.

Era la estrella de David. Y esta lo protegía.

— No... — Se me cristalizaron los ojos.

— Sí... — No podía descifrar la expresión de su cara. Era una mezcla de tristeza y ternura al ver mi reacción. — No eres el único que lo sabe. Mis amigos, Renan y Oliver llevan sabiéndolo desde hace mucho tiempo. Pero no quería ocultártelo. Si quieres alejarte, lo entenderé.

Y yo lloraba en silencio. Tenía miedo
Era mi amigo. Mi único amigo.

— No quiero que te metan en esos furgones y te lleven a sabe donde. No podría soportarlo. — Le agarré la camisa y me refugié en su pecho. El hueco de su cuello encajó a la perfección con la forma de mi cabeza y el resto de mi cuerpo se amoldó al suyo. Fue como si nuestros cuerpos hubiesen sido diseñados para abrazarse y sostenerse mutuamente.
Will me rodeó con sus fuertes brazos y algo hizo click, como si dos piezas de un puzzle hubiesen terminado de trabarse entre sí. Me sentí protegido. Me sentí consolado.

— No voy a permitir que nos descubran a mi familia y a mí. Te lo prometo. No me verás subido en uno de esos furgones. Pero... ¿No vas a alejarte de mí? —

— ¡Jamás! ¡En tan poco tiempo, te has convertido en alguien demasiado importante para mí! ¡En cuatro simples meses! —

Escuchaba su corazón en su pecho, latiendo a la vez que el mío. Se había formado una cantinela, nuestros corazones eran los intérpretes y nosotros mismos, los espectadores. Era extraordinario.

— Y... Una cosa más. ¿No vas a delatarme..? —

— ¿Te has vuelto loco? Nunca lo haría. Ya te lo he dicho, eres muy importante para mí. —

— Eso me hace feliz. —
Y me abrazó con fuerza de nuevo.

La razón de mi todo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora