Nuevos amigos

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Una vez superada la emergencia inmediata dentro del hospital y realizados los exámenes a Amalia, se procedió a autorizar la cesárea para evitar que el niño se asfixiara, ya que el embarazo presentaba complicaciones. El doctor a cargo no estaba aún decidido sobre cuál sería el momento más propicio para hacer la intervención. Después de una breve consulta con sus padres, se llegó a la conclusión de que la operación se iniciaría a las diez de la mañana.

El doctor salió de la habitación y Daniel se dio cuenta que faltaban más de seis horas. Recordó que Vasiel le había dicho que si esperaban más de dos horas el bebé moriría. Entonces Daniel decidió acercarse al doctor quien aún caminaba por el largo pasillo del hospital. El ángel guardián le hablaba una y otra vez detrás del cuello, y así, ante los ojos de Rodrigo, quien se había asomado a la puerta de la habitación, el doctor detuvo su paso, pareció pensarlo algunos segundos y volvió a la habitación con nuevos planes.

– ¡Hay que hacer la cesárea ahora! Pienso que es lo mejor ¿Para qué esperar hasta mañana?... ¿No creen?

Rodrigo y Amalia recibieron la noticia con mucha alegría, aunque sin siquiera imaginar que esa decisión significaba la vida misma de su futuro hijo.

Daniel, por su parte, suspiró aliviado y recibió la buena nueva con la misma felicidad de los padres.

...

Comenzó el trabajo de la operación y Daniel permaneció cerca, brindándoles calma a todos los presentes en medio del estrés que producía ese momento, mientras que Rodrigo tomaba de las manos a Amalia. Los médicos trabajaron por más de una hora en una tensa y complicada operación, para dejar ver luego aquel nuevo ser que todos esperaban y del que todos dependían de una forma u otra: significaría la risa y el llanto de sus padres y la oportunidad para su ángel guardián de cumplir su misión.

Daniel cerró sus ojos tras escuchar al bebé llorar y fue la primera vez desde su antigua vida que sintió cansancio. Deseaba reposar un poco de la tensión que había soportado, así que cerró los ojos un momento, pero la voz de Rodrigo lo interrumpió.

– ¿Y dónde están mis dos amores?

Daniel abrió los ojos de nuevo, pero ahora se encontraba en la habitación de Amalia. Miró la fecha y habían pasado cuatro días. No lo entendía. Pero tampoco tenía ya cansancio.

En la habitación se encontraban otras tres madres aparte de Amalia y todo estaba decorado con flores y regalos. Daniel vio que Rodrigo entraba con un obsequio en la mano y se impresionó por la sensación de familiaridad que le produjo ver unas hermosas flores amarillas y un patito de peluche que hacía juego con ellas. Como no recordaba su otra vida, la confusión en él fue mayúscula al sentir ese déjà vu, aunque este durara sólo milésimas de segundos.

– ¡Hola, Daniel! –le dijo alguien en la habitación, antes de que el ángel guardián se percatara de que cerca de él había otras tres entidades.

– ¡Hola! ¿Nos conocemos?

Uno de ellos se acercó amablemente y le respondió:

– ¡Claro! Somos ángeles guardianes como tú, pero nosotros tenemos más tiempo en este trabajo. Así que vinimos a visitar al nuevo.

– Mi nombre es Patricia –dijo uno de los ángeles que aún no había hablado– y esa pequeña niña que ves sonriendo allá es Claudia, mi protegida.

– El mío es Mayed –dijo el ángel que había iniciado la conversación– y el comelón que está aquí al frente y que no tiene aún nombre definitivo, pero probablemente se llamará Alejandro, es mi protegido.

– Y yo soy Kimo –exclamó el ángel que faltaba– y mi trabajito es aquella de rosado, que se llama Constanza, la más inquieta de todos, aunque para fortuna de su madre esté durmiendo ahora.

Alas de ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora