Tarea fácil

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La vida entre Ignacio y Daniel era otra. Las grandes alas del ángel servían para todo, lo cual les daba más seguridad a ambos. Ignacio estaba aprendiendo a caminar, y cuando caía era porque su fiel compañero dejaba por un momento de sostenerlo con la punta de sus alas para que aprendiera a moverse con sus propios pies.

El pequeño a veces parecía verlo, como ese primer amanecer luego de la noche terrible. Pero el ángel no estaba seguro, aunque eso no le pareciera tan importante, pues se deleitaba mucho con la posibilidad el contacto físico, ya que le parecía un elemento fundamental para cumplir su misión de protegerlo. Eso le era suficiente para estar feliz. Además, hacerle cosquillas a Ignacio en la mejilla con el ala y verlo reír, resultaba demasiado hermoso para el ángel, aunque sólo se atrevía a hacerlo cuando el travieso Ignacio no estaba bajo la atenta mirada de sus padres. Sin embargo, no siempre el contacto físico era posible. A veces las alas simplemente atravesaban al bebé.

Pronto descubrió que cuando en el aura de Ignacio se dibujaban los tonos azules era cuando este más lo sentía. Como le dijo un buen día su ángel consejero Tratov: "Debes aprender por ti mismo el oficio de ser ángel guardián". Ese tono azul parecía indicar la conexión total en la relación ángel-bebé. Cuando llegaba, ambos se divertían mucho, sobre todo Ignacio, quien respondía con carcajadas de bebé a las cosquillas que las alas le hacían. La relación entre la familia también mejoró con el crecimiento acelerado del pequeño bajo el aura energética del ángel.

Daniel disfrutaba intensamente de su trabajo y sus alas. Caminaba por las calles llamando la atención de todos los otros ángeles, quienes se impresionaban por el tamaño de las alas, imposibles de ocultar incluso cubiertas por el manto que componía su segunda piel. Los ángeles guardianes en especial estaban orgullosos de que uno de ellos hubiera obtenido tan rápido unas alas tan grandes.

....

En un hermoso parque, la familia disfrutaba de un momento de descanso. Daniel vigilaba a Ignacio mientras este gateaba por la grama. Recibió una visita inesperada justo en el instante en que el niño disfrutaba en grande el comer grama y arena, lo que horrorizó a Amalia y provocó la risa de Rodrigo.

El visitante era su ángel consejero Tratov, quien no ocultó su asombro y alegría al verlo con sus nuevas alas.

– ¡Vaya sorpresa! Definitivamente los otros ángeles no han exagerado cuando se referían a tus alas. ¿Qué ha pasado? –le pregunto Tratov directamente.

Daniel tomó una pausa, suspiró al recordar la difícil noche y luego le detalló a su consejero cada una de las vivencias que había experimentado al enfrentar al demonio y al miasma. Tratov lo escuchó con detenimiento y sin inmutarse, mostrándose tan interesado como extrañado y cada vez más pensativo. Daniel término de contar su historia e hizo una pausa para recobrar la serenidad que había perdido al revivir tan duros eventos.

– ¿Esto volverá a pasar, Tratov?

El ángel consejero, que aún trataba de digerir el relato de su protegido, lo consoló diciéndole:

– No lo creo. Hace mucho tiempo que no pasaba algo así y que yo sepa es la primera vez que un ángel guardián logra ahuyentar a un demonio de esa forma... ¿Pero qué fue lo que te dijo exactamente?

– Habló de que debía evitar la unión de las almas gemelas y añadió que no quería que Ignacio se convirtiera en quien podría llegar a ser como adulto en la Tierra.

Tratov le confesó que no lograba unir los cabos de aquella conversación.

– ¡Qué extraño! –exclamó–. Es cierto eso de que las almas gemelas se unen en otros planos de mayor elevación. Pero que yo sepa eso no ocurre en este plano de la existencia.

Daniel también quería respuestas, pero su preocupación inmediata era por el bien del bebé, así que le comentó a Tratov:

– El demonio tenía mucho interés en mi protegido y eso me preocupa muchísimo.

Ante ello, Tratov sólo pudo responder:

–No tengo idea de quién será este pequeño en el futuro, pero tiene que haber algo muy especial para que un demonio tan poderoso haya venido a buscarlo para arrastrarlo a su plano. Lo que realmente importa es que tu misión es defenderlo y lo has conseguido hasta ahora, con la fortuna adicional de que así obtuviste esas maravillosas y poderosas alas.

– ¿Cómo vine a este plano para estar con él? ¿Quién me mando acá?

– Mi buen Daniel, eso nadie lo sabe. Lo que importa es que es así y punto. Es como si Ignacio se preguntara: "¿Por qué Amalia y Rodrigo son mis padres?". Nosotros somos como guías y maestros de hombres y mujeres; ellos están aquí con nosotros y nosotros con ellos. ¿Por libre albedrío de ambos o por una suerte de lotería celestial?... No lo sé, Daniel, y no sé siquiera si es posible llegar a saberlo un día.

– ¿Qué debo hacer ahora? Yo amo a Ignacio profundamente y no quiero que nada le pase –añadió Daniel.

– Lo desconozco –contestó Tratov–. En toda mi experiencia como consejero no he tenido un caso parecido, así que no tengo nada que me guíe a mí tampoco. Tendremos que esperar para descubrir que nos depara el camino.

– ¿El demonio nos atacará de nuevo?

Tratov persuasivo y sonriente le respondió:

– Querido amigo, con ese amor que tienes, con esa aura tan grande y con esas alas tan maravillosas, ¿de qué te preocupas? Creo que lo más probable es que, antes que un nuevo ataque con el miasma, algunas alimañas traten de engañarte o distraerte para provocarle daño físico al pequeño. Pero estoy seguro que cualquier cosa maligna sentirá mucho miedo sólo de mirarte: tus alas deslumbran. Pero no te confíes: esas ratas del Infierno son astutas y si lo van a hacer, van a hacerlo pronto, pues a medida que tu protegido vaya creciendo el poder directo de ellos sobre él disminuirá, tal como lo hará el tuyo. Entonces entra en juego el libre albedrío en este plano espiritual

– ¿A qué te refieres exactamente?

– Pronto te volveré a visitar, buen guardián, y hablaremos de eso. Por ahora debes marcharte porque la familia ya se va –exclamó Tratov mientras señalaba a Amalia, Rodrigo e Ignacio que se marchaban del parque. Luego se despidió de Daniel y fue a hablar con otro ángel guardián que también se encontraba allí con otro niño.

Algo confundido por todo lo que le había dicho su consejero, Daniel se fue detrás del cochecito de Ignacio, que empujaba Rodrigo mientras Amalia lo abrazaba por la espalda.

Daniel se acercó, aún preocupado, para ver qué estaba haciendo Ignacio. El bebé mostraba señales de cansancio porque acababa de tomarse su biberón. Y después de la "gran comida" solía dormir con el corazón contento.

Daniel sonrió al ver a Ignacio. Cerró los ojos del bebé con la punta de un ala y le dijo:

– Quien quiera que seas en el futuro, te prometo que nunca te voy a dejar solo en tu camino. Siempre seré tu ángel guardián. Siempre... ¡Te lo prometo!

Alas de ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora