El ángel descubre sus alas

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La casa estaba en absoluta paz. Ignacio dormía y sus padres, en su propia cama, se disponían a hacer lo mismo mientras se resumían el día, en particular comentando los más mínimos detalles sobre lo que había hecho su pequeño. Les impresionaba que diera tan pronto sus primeros pasitos. También parecía estar más despierto y atento que otros bebés.

A Daniel le agradaban mucho los avances del pequeño. En especial porque el adelanto de Ignacio en su vida de bebé se debía en parte a su ángel guardián, porque éste le aupaba y utilizaba todas sus influencias sobre él para que avanzara en su desarrollo. Era una perfecta relación bebé–ángel, que llenaba de amor al hogar.

Esa noche Daniel vigilaba el sueño de Ignacio. No sabía por qué, pero presentía que algo no andaba bien. Trataba de tranquilizarse pensando que quizá se tratase de una fiebre que se aproximara, como hacía un par de meses atrás, cuando tuvo que recurrir a su técnica de "presentimiento provocado" para despertar a Amalia y a Rodrigo durante una noche lluviosa. Pero no, presentía que no se trataba de algo tan simple. Era algo más lo que estaba por llegar y tenía miedo...

El temor a que algo malo le pasara a Ignacio le provocaba una inseguridad que lo atormentaba aún más. Recordaba las palabras de Mayed en relación a que debía enfrentar cualquier situación que pusiera en peligro la vida o la salud espiritual de su protegido con su principal arma: el amor hacia el prójimo. Ésta era poderosa, capaz de derrumbar a la mayoría de los enemigos, astutos pero débiles. El ángel deseaba más que nada en el mundo la paz y la felicidad para Ignacio, y el peso de saber que sólo de él dependía su pequeña alma a veces le parecía demasiado. Más en una noche como ésa, donde algo raro se respiraba en el ambiente.

Daniel no dejaba de caminar alrededor de la cuna de Ignacio, y vigilaba y detallaba cada rincón. Rememoró nuevamente los consejos de Mayed: "Tú sabrás cuando llegue, lo sentirás, pero no sabrás como será". Exactamente eso sentía: algo llegaría esa noche pero no tenía idea de cómo ni cuándo exactamente.

Hacia las tres de la mañana se escuchó un ruido fuera de la habitación de Ignacio. Daniel salió del cuarto rápidamente para ver lo que sucedía: era Amalia que parecía buscar algo dentro del mueble de la cocina.

Daniel se tranquilizó y volvió al cuarto. Cuando posó su mirada en la cuna vio que algo gris con forma de mucosa cubría los alrededores y despedía humo con olor a podredumbre mientras se arrastraba por el suelo de la habitación. Muerto del pánico trató de detener el miasma con sus manos mientras este subía lentamente por las patas de la cuna. Logró arrancar pedazos del nauseabundo plasma y lanzarlos para el piso, pero parecía como si tratara de detener un arroyo con sólo los dedos y, además, lo poco que lograba arrancar, retomaba su lento pero constante camino hacia la cima de la cuna apenas tocaba el suelo. Daniel pensó que tenía que sacar a Ignacio de allí y trató de cargarlo infructuosamente, porque sus manos de ángel atravesaban el cuerpo del bebé como si fueran luz a través de un vidrio. Se decidió entonces a despertar al bebé para que con su llanto les avisara a sus padres, pero algo lo mantenía más profundamente dormido que nunca.

Corrió a la cocina a comunicárselo a Amalia con la misma técnica que tantas veces había usado, poniéndose tras su cuello y gritándole para llamar su atención. Sin embargo, ella continuó realizando las labores en la cocina de forma imperturbable. Daniel supo que algo raro pasaba con ella, porque Amalia siempre respondía a lo que ella llamaba "instintos de madre" cuando Daniel intentaba advertirle de cualquier cosa que amenazara a Ignacio.

Daniel recurrió entonces a Rodrigo para que él sacara a Ignacio de la cuna. Corrió a la habitación y allí empezó a gritarle tratando de despertarlo. Fue entonces cuando alguien al lado de Rodrigo se volvió y dejó ver su rostro. ¡Era Amalia que dormía como siempre en su lado de la cama!... Daniel salió entonces de la habitación, más espantado y confundido que nunca, en busca de un medio para salvar para Ignacio. Y mientras pasaba por la sala entró en pánico absoluto cuando vio a la otra Amalia riéndose con carcajadas crueles de él y señalándolo como fuera un viejo payaso de circo barato.

Alas de ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora