Ignacio y su ángel se encontraron pronto en casa. Daniel no podía estar lejos de él. Nada en el mundo le llamaba más la atención que ese bebé y la relación con sus padres. A la vez, no dejaba de pensar en las palabras de Mayed: había un gran misterio en ese ángel. Algo se le hacía familiar en el rostro del ángel Mayed, pero no lograba definirlo del todo.
Las advertencias de Mayed le obligaban a pensar más en Ignacio. Le perturbaba la idea de que algo pronto llegaría a su vida con la intención de perjudicarlo... Le daba miedo pensar que, cuando llegara el momento, él no estuviera preparado, o estuviera descuidado y por tanto fallase en proteger a Ignacio.
El bebé sonreía mucho. Sus padres no se cansaban de mimarlo y atenderlo, y Daniel podía ver su aura con mucha facilidad. En ocasiones notaba que la luz que brotaba del niño cambiaba de colores como si de un árbol de navidad se tratara: a veces su luz era blanca, otras veces amarilla. Cuando dormía, la mayor parte del tiempo era azul; cuando lloraba tenía tonalidades verdes; y así, toda una gama fascinante, que parecía un colorido lenguaje que reflejaba su estado de ánimo.
Una noche, mientras todos dormían, Daniel realizaba su acostumbrado trabajo y vigilaba sigilosamente a Ignacio. Era absoluta su entrega a la misión de cuidarlo. Pero lo frustraba un poco no poder tener ninguna forma de comunicación con su protegido, pues aparentemente ni él lo veía ni sabía que estaba allí.
Daniel se paró en medio de la habitación sin dejar de ver a Ignacio. Suspiró y luego sonrió al darse cuenta de que el bebé cogía con fuerza su patito de peluche. Pero cuando la mirada del ángel guardián volvió al rostro de su protegido, le pareció que este lo observaba con detenimiento.
Daniel se quedó pasmado al sospechar que Ignacio fuera capaz de verlo, pues sabía que era imposible. Pero quiso asegurarse, así que hizo algunos movimientos mientras sonreía a ver si el pequeño los seguía. No fue así. Y Daniel se desilusionó más que un poco, porque había imaginado por un momento que Ignacio sería el único ser terrenal que podría verlo. Así que con su nueva tristeza dejo de sonreír... Y en el mismo momento Ignacio también dejo de sonreír. Daniel, sorprendido, sonrió de nuevo para probar si no era casualidad lo que acaba de pasar. E Ignacio respondió también con una sonrisa
Daniel estaba sumamente feliz. Era cierto que Ignacio no lo podía ver, pero sí lo podía sentir gracias a una estrecha conexión emocional. Eso provocó que el ángel guardián amara aún más a su protegido y se comprometiera todavía más a no permitir que nada le pasara. Desde entonces, el ángel sabía que podía arrancarle una sonrisa o un gesto al bebé cuando lo deseara como muestra de comunicación y amor mutuos.
...
Cada nuevo día de vigilia en la casa, Daniel se encontraba más relacionado con Ignacio y su entorno. A veces, el ángel utilizaba su capacidad de influenciar las sonrisas de Ignacio para regalarles a sus padres la ternura de su expresión cuando alguno de ellos sentía tristeza o cansancio. Otras veces, la utilizaba para obsequiarles a las personas en la calle la sonrisa inesperada de un bebé desconocido, y ellos contestaban al capricho del ángel e Ignacio con otra sonrisa.
Al ángel guardián le fascinaba cómo estaba funcionando todo. Le parecía perfecto. Creía tener mucha suerte, tal como le desearon sus amigos guardianes en aquel hospital. Aunque el miedo a la posibilidad de que ocurriera algo malo era como una sombra constante dentro de él.
...
Una típica noche, Daniel se distrajo con la presencia de algo conocido que parecía estar cerca de él... Era otra vez Vasiel con su eterno libro en la mano, pero venía un poco más triste y sin ánimos de intercambiar palabras con su viejo amigo.
– Otra vez me visitas, querido amigo. ¿Puedo saber a qué vienes?
Vasiel, parco y triste, le respondió:
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Alas de ángel
AventuraLa historia del mundo tal y como la conocemos cambiará cuando alguien tenga una idea capaz de hacernos independientes energéticamente. Cada individuo podrá entonces ser dueño y procesador de su propia energía 100% limpia. Esta idea generará un tsun...