28- Dolor de ricino

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Con mucho amor y dolor, para ustedes

— ¿Qué propones? — señaló a Nifa

Ella se tensó y miró sorprendida a Keji — Podemos ir al mar...

— De ahí venimos — Interrumpió Moblit

Keji sonrió y de un golpe saltó sobre la mesa de cristal

— ¡KEJI! —

Todos esperaron lo peor: la mesa quedaría inservible y todo por culpa del entusiasmo de Keji.

Nifa quedó paralizada, con el corazón en la boca y con una mueca retorcida, esperando el estruendoso ruido. Que no hubo.

— Bha... A lo que voy: ¡vayamos de mochileros por el mundo! — sin vergüenza alguna y sobre la mesa Keji proponía mil maneras de viajar.

Cada vez que decía algo sus ojos brillaban de una manera entusiasmada y vivaz. Nifa enternecida con su gesto solo observaba atentamente sus palabras sueltas, Abel simulaba poner atención, pues tenía un ojo sobre el y otro sobre lo que Hange preparaba y Moblit sin entender mucho (el echo de que lo arrastrarían por el mundo sin descanso y sin opciones) anotaba todo a una velocidad impresionante en su teléfono.

Las palabras entusiastas de Keji no eran silenciosas, pues en el segundo piso se encontraban Levi y Erwin estresados al no poder hablar con los gritos sumados a el hambre que ambos tenían.

Era su tercer día en Londres y todo el grupo parecía estar en su propio royo, cada uno planeando disfrutar al máximo el "nuevo mundo" o al menos eso estaban pensado todos, menos Levi y Erwin.

Los lentes de Hanji estaban empañados completamente gracias al vapor de su frijol con puerco que quien sabe como logró preparar en Londres. Sorprendida volteó a ver el otro fogón, donde tenía asando cuatro tomates y seis chiles (habaneros por si hay las dudas en nuestro amigos de Londres) rápidamente apagó el fogón que había preparado a la perfección sus ingredientes para su salsa, los tiró sin cuidado a la licuadora, rebanó el cilantro, cebolla y rábano

— Limón limón limón limón — Decía para si misma — ¡Miarda, no hay limón! — Sacudió el refrigerador

Miró por todas partes buscando una solución y la encontró — ¡Abel! — el hombre de un salto miró a la mujer

[...]

"Espérame"

"Estaré esperándote"

"cariño"

— ¿Cariño? — Dijo en tono rosa — ¿Hace cuanto que me dices así? — Sonrió

El calló

"La cagué" pensó él

— Desde que quiero decirte cariño — Afirmó sin darle importancia

Ella movió suavemente sus dedos entre los de el y cada uno, lentamente y delicados como dos pétalos de claveles entrelazaron sus manos sin otro gesto más.

Ella lo sentía. Sentía su mente despejada, en blanco, todas las ecuaciones y problemas por solucionar desaparecían con unos cuantos roces de el, su mente volaba y sus ojos brillaban bajo el resplandor de una vela gastada para el. Sus sentidos se agudizaban y experimentaba sentimientos que nunca en su desdichada vida había experimentado, esas sensaciones que compartía con aquel hombre la hacían más vulnerable, más bruta, más ingenua.

A pesar de saber perfectamente lo que es un cuerpo humano, cuando aquellos cayeron bajo la noche envueltos en las sábanas blancas y limpias de un azabache parecía no saber nada de ellos, todo lo aprendido por años se desaparecía entre los fuertes brazos de el.

Entre flores (Levihan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora