Capítulo 26.

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*Orð, get ekki lýst sektinni. Þetta var blekking, ég hefði átt að vita það. Loksins borgaðir þú verðið. Ég veit að án móður minnar fannst mér ég vera svo ófullkomin. Nú ertu dáinn og það er allt mér að kenna. Daphne, hvernig get ég endurgreitt þér? Geturðu fyrirgefið mér? Enginn kemur aftur frá dauðum þegar allt kemur til alls, geturðu ... bara beðið eftir mér aðeins aðeins meira?*

*****

Cuando Ady llegó al punto en que su alteza estaba… sentada con las piernas recogidas, abrazándolas con los brazos, recostada bajo un frondoso fresno blanco, dio un vistazo alrededor.

Colina Ignis. El lugar de reposo de aquellos que pertenecieron a la familia dinástica. Todos y cada uno de esos árboles blanquecinos representaba a cada uno de ellos, y no de manera metafórica.

La hechicera pudo ver que la chica no parecía interesada en aquello que le rodeaba a pesar de haber venido a este sitio. La vista grisácea estaba fija en el firmamento. Podía jurar que había algo que brillaba en sus ojos que parecían, entristecidos.

Si antes era taciturna, ahora era errática. Tenía momentos que parecían pertenecer a una persona completamente diferente, y otros que llamaban a la ya conocida princesa. ¿Qué tan oscuro es el Falkvörður? ¿Qué tan contrario al portador? ¿Qué tan diferente a la persona original? Ady carecía de respuestas.

Por años había escuchado a su padre hablar de lo peligrosa que es la forma caída de la Älvadraken, algo que se había visto con la difunta Marion. Era real temor de lo que fueran capaces de hacer, al tener ese poder crudo a disposición.

Luego, estaban los rumores de la fallecida Bloom bajo la influencia de aquel ser de sombras, Darkar, y como casi se desata una era oscura gracias a ese evento. Muy en el fondo odiaba admitir que Magix le debía a Sky de Eraklyon que eso no pasara.

«Un estado artificial es domable, aparentemente. Cuando es natural en cambio…»

Ahora lo miraba aquí, y no era destructivo como Marion, ni controlado por un tercero como Bloom.

Simplemente era… raro. Lo raro era peligrosos. Lo impredecible era peligroso.

Al frente tenían un pequeño árbol de fresno blanco, la tierra removida y el rastro sucio en las manos de la chica, evidencia de ser recién sembrado. Ady dio un trago en seco al entender de qué iba todo, aún más, al ver la runa tallada en el fresno de mayor tamaño. Una Othala, y una Ansuz. Cerró los ojos, esperando qué los ancestros, que la reina Bloom, Atha, Earyen, Heris y el resto... recibieran a Daphne Altalune y esta estuviera gozando de la gloria del Folkvangr.

Un corto mensaje yacía entre la tierra removida, sujeto por una fíbula, con el sello de Domino. Ady apartó la vista en señal de respeto. No era ella la indicada de leer lo que la princesa hubiera escrito a su fallecida hermana, no era quién debía siquiera verlo.

—Sólo envialos a buzón —Escuchó un murmullo, e inclinó la vista hacía la pelirroja.

—¿Alteza?

—Son mensajes. No quiero escucharlos.

Había regresado a aquella etapa. Tratando de crear distancia de todos, encerrándose en sí misma, visualizandose como un arma en lugar de una persona... Una actitud que fue mejorando con el tiempo, había regresado, y ahora, con la sombra de esa oscuridad característica del Falkvörður.

Pensando en ello, no se percató del movimiento en el momento en que la pelirroja se puso en pie, sacando de manera rápida algo de la tierra entre las uñas, limpiando las palmas en las partes descubiertas de metal entre la armadura, tomando su arco —. Vamos Ady. Es hora de ir a Sångt.

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