Capítulo 17.

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«El destino no puede estar escrito en piedra. De ser así, ¿para que luchar? ¡Inaceptable!»

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—¡Y salió corriendo! Así, sin decir más.

Aisha asintió a las palabras del holograma de cierta hada pelirroja, frunciendo el ceño levemente, delicadas facciones oscuras tensas por la acción.

La reina de Andros pausó, midiendo con cuidado sus palabras y pensamientos, mientras daba una ojeada a varios documentos que tenía sobre el escritorio. A lo lejos podía verse la pequeña réplica del planetario de Solaria, y su vista se fijó en la órbita de Sereniam.

La historia... no parecía absurda si la analizaba a profundidad, hasta tenia detalles que guiarian a la veracidad de las «pruebas». La extraña coincidencia en el patrón algo común que de no ser una, ser dos hermanas era casi una regla en los Oðrsson. Si se permitía el simplemente juzgar por su vision, en verdad Ishtar se parecía mucho a Bloom, mientras Lucil, seria más parecida a la fallecida ninfa Daphne.

—No es absurdo pensar que si son de una rama familiar, a cómo has pensado, tengan algún resentimiento. Quizás la familia de alguno de vuestros antepasados les dejó desatendidos, quizás podrían haber caído en desgracia y no reunieron respuesta... hay muchos casos así, puedo asegurar.

Y si que podía. Andros tuvo un par de casos así en Titania y Callisto. Algo que su tatarabuelo no resolvió en su momento y su abuelo tuvo que lidiar con la situación. Lo malo es que habla llegado al punto en que la erradicación fue el único camino. Una de las numerosas manchas oscuras de la casa Nerein.

—Es que ahí está el problema. Marion dijo lo mismo cuando le relaté los hechos, pero yo siento que no es rencor o resentimiento o un plan oculto para asesinarme por orgullo familiar. Veo dolor, Aish.

La androsina tamborileó los dedos sobre la superficie de la mesa, mirando con seriedad el perfil de las mencionadas que flotaban en una pantalla holográfica. Amplió la imagen, logrando notar la mirada vacía de la rubia, y algo raro en la parte visible del cuello de la pelirroja.

¿Cicatriz? ¿Lunar? ¿Alguna marca?

—Musa tiene sus sospechas —dijo, volteando en dirección del holograma —. No estoy muy segura, pero tiene pruebas, de que no existen. O existieron antes.

—¿Quizás se estén ocultando de algo que quiera hacerles daño? —sugirió la domini, jamás desconfiando… era bueno ver que eso no había cambiado tanto —¿Y si es por ello que tienen esa actitud tan... huraña? ¡Tendríamos que buscar a quienes quieran lastimarles, y así conseguir su confianza al ayudarles!

Aisha desvió la vista del holograma de su amiga, que visiblemente estaba ya haciendo planes... para ver la puerta doble abrirse, y una figura de cabellos cían asomar la cabeza.

Niobe, con expresión aterrada, pasos silentes, escurridiza, entró, cerrando la puerta tras de sí, haciendo una seña con el índice sobre sus labios, ocultándose tras el amplio librero, Dejando caer la cortina de la ventana sobre la entrada tras este.

—Está enorme —dijo el holograma de Bloom, recibiendo un asentimiento de Aisha.

—Y cada día tolera un poco menos a las personas que la incordian.

Bloom lanzó una carcajada, mientras en el holograma aparecía la menor de sus hijas, que saludó y regresó a aquello que estaba haciendo. La androsina alzó una ceja, mirando de reojo los documentos enviados por Musa, con el sello de su pequeña empresa de investigación.

Definitivamente, Oracle era la mejor idea de la melodí, una que sentía, necesitaría mas inversión a futuro.

Luego entrecerró los ojos, mientras una idea loca y retorcida se formaba en su mente. ¿Sería qué...?

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