Capítulo 7.

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«Estoy segura que sí, Ásdís. El universo es inmenso, estoy segura que existen más mundos allá en el Gran Vacío. Y estoy segura que los caminos se han de cruzar. Las runas han hablado».

*Año 898, mes domini de Sureth, día 18*

Al momento que Galadwen llegó a su acogedora y pequeña casa temporal en Darnassus, luego de hablar con su contacto de confianza, Indís; observó por la ventana la vista que le brindaba la capital de los elfos de la noche o también llamados kaldorei.

La ciudsd de Darnassus era inmensa y hermosa, ubicada entre las copas del inmenso Teldrassil, una joya en toda su expresión, llena de luces platas, coloridos senderos, amplios caminos… Y todo, arruinado desde que ponían pie los humanos y los residentes permanentes, los malditos furros del antiguo Gilneas.

¿Qué acaso esos seres no podían simplemente hacer el maldito favor y morir? Malditos humanos, malditos furros, arruinando la belleza con su...peste.

Siguió observando. La luna más grande, la Dama Blanca, iluminaba cada rincón con su diáfana y etérea luz plata, que invitaba al sosiego, y renovaba el cansado espíritu de la viajera ínter dimensional, sosiego que era interrumpido cada que recordaba esa molesta presencia extranjera en su hogar de infancia.

Malditas razas menores y su… ansia por joder todo lo que tocan. Plaga de langostas es una comparación equiparable a esa raza tan destructiva.

— Estuve hablando con Malfurion— la puerta se abrió, revelando a su hijo mayor, Oropher. El joven elfo lanzó un bostezo, llevaba varios libros debajo del brazo, ojos esmeraldas apagados del cansancio—. Siento que el camino del druidismo no es lo mío, madre. Ish'nu alah.

— Elune adore, Ori. No todos estamos hechos para ese camino, cariño.

Eso era algo que sabía por experiencia. No tenía casi un milenio de vida por nada... (Quizás un poco más...o mucho más. Había dejado de contar los años hace muchísimo tiempo. Oh inmortalidad, haciendo que los días y sus noches, estaciones,meses, años... pasen cual parpadeo)

Oropher lanzó un suspiro de cansancio. Obviamente había sacado más del lado de su padre, incluyendo el patrón de sueño nocturno. En el fondo esperaba que lo único que sacara de su padre fuera eso, la apariencia, y no el ser un mocoso atrapado en un adulto.

— Cierto. Iré a descansar un poco. Los ancianos en Alpheim quieren hablar por la mañana sobre alguna tontería y tengo que sentarme a escucharles.

— Ori...

— Claro, claro, son importantes asuntos, nos competen, ayudan a lo que planeas, min'da, pero son aburridos, eso no se puede negar.

Miró a su hijo cruzar la amplia e iluminada estancia hacía una de las habitaciones, y luego, captó el sonido de la puerta de esta al cerrarse y el peso muerto caer sobre la cama, se refrenó el llamar y decirle que al menos se cambiara de ropas.

Su mirada pasó por la pila de libros y pergaminos que quedaron organizados en un rincón, un tomo de la III guerra eveli-domini, abierto, las letras de los evelios mostradas en el libro, eran...muy parecidas a élfico antiguo. Ante ese articulo de historia de los aliados se mostraba neutral. La historia la dicta el vencedor después de todo. Tendría que ir a Evelia personalmente para saber si todo lo escrito coincidía, o los domini se habían lavado las manos y cambiado todo para parecer los héroes de la historia.

Hasta hacía pocos días, su joven discípula se distraía en los pocos momentos entre entrenamiento, deberes y exploración, leyendo, y tratando de encontrar un patrón en los escritos, viejos cuentos de la clasificada época transitoria domini-dömani, de Illydís Oðrsson, con lo que llamaba, energías extrañas su emanaban en un punto del planeta aliado de Eraklyon, en la Época del primero de nombre Erendor Melnik.

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