Gabriel tenía los ojos somnolientos, Maurice seguía durmiendo, y la noche cada vez se hacía más fría para ambos. El cazador había logrado hacer una pequeña fogata antes de descansar para recuperar algo de calor corporal, pero éste no paraba de observar a su alrededor, y, sobre todo, de escuchar.
Un aullido bastante cerca fue lo que lo mantuvo alerta. Por mucho sueño que tuviera, los lobos eran su prioridad en ese momento. Lo que menos quería era una emboscada. No en plena noche. No en la oscuridad.
Con cuidado se acercó a la fogata y la apagó pisando las ramas chamuscadas hasta dejar solo humo. Con la poca luz que la luna les otorgaba, apuntó a la oscuridad con su escopeta, preparándose por cualquier cosa.
Ramas tronaban como un chasquido en medio de la nada, cada vez más cerca de su posición. Su respiración se aceleró, y dando un paso atrás del lugar donde parecía sentir dicha presencia, zarandeó al anciano para despertarlo de su letargo sueño.
—Señor Maurice. —El chico empezó a hablarle al anciano en voz baja y sin hacer movimientos demasiado bruscos para no lastimarlo, pero tampoco podía darse el lujo de ser considerado con el abuelo—. Señor Maurice, debe de levantarse.
—¿Qué? —El anciano, con los ojos hinchados y cansados, se levantó con lentitud gracias a sus dolores musculares, debido a la caminata y por la edad. Su vista era borrosa y apenas podía ver en plena oscuridad. Solo levantó la vista para ver a Gabriel con ambos hombros y brazos demasiado tensos y rígidos mientras sostenía el arma. El anciano, con el corazón en la boca, comenzó a sentir nerviosismo ante dicha postura—. ¿Qué sucede?
Gabriel lo silenció. Seguía mirando la profundidad del bosque, observando y determinando si algo los estaba espiando. Pero su instinto casi nunca parecía engañarlo. Ramas se rompían, a veces por otra dirección como si dicha cosa pudiese moverse lo bastante rápido para confundirlo.
No pensaba gastar ni una bala de forma innecesaria. No a menos de que fuese su imaginación y quisieran llamar la atención.
De un momento a otro el bosque se quedó en silencio en medio de la penumbra. Todo estaba oscuro y bastante quieto. Demasiado para el gusto del cazador: pero eso se acabó ante la alerta de un gruñido animalesco. Gabriel pareció tomar con más fuerza su arma apuntando al lugar donde pareció escuchar dicho ruido, interponiéndose entre el animal y el anciano.
—Vamos... —susurró el cazador sin dejar de apuntar a la oscuridad, y con el corazón latiendo a mil por hora—. Bestia insolente, aparece...
El silencio reinó de nuevo, como si aquel gruñido se lo hubiera tragado el viento. Por un breve instante, Gabriel creyó que aquel animal se había ido: posiblemente lo habían asustado, se había alejado, o solo fue su imaginación. Nadie podía estar lo bastante seguro.
Un nuevo gruñido obtuvo de nuevo la atención de ambos. Los chasquidos de las ramas, los arbustos, y el trotar de unas patas hizo de Gabriel un caos en su cabeza, y en su corazón, un tambor que entonaba una marcha vikinga o romana en medio del océano preparándose para la batalla. Lo supo al ver aquellos ojos que se dejaron ver entre la oscuridad.
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Conociendo a la bestia: El Príncipe Maldito #1 [Editando]
FantasyHabía una vez un príncipe que vivía en un castillo a la mitad del bosque con el emblema de la familia real de los Solthier. Dalia, una doncella procedente del país francés e hija de un humilde mercader, se vio obligada a conocer a este apuesto prínc...