Capítulo 14. "Un sueño por un acorde"

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Gabriel mantuvo la vista baja y no articuló palabra alguna

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Gabriel mantuvo la vista baja y no articuló palabra alguna. Dalia ni siquiera le miró cuando comió su desayuno. El cazador le miraba inquisitivo, pero no tuvo el valor para hablar. No después de lo que la joven pasó por su culpa.

―¿Sigues enojada por haber tocado mi pequeño hijo de dios?

Ella crispó sin generar movimiento alguno. Bajó la taza que tenía en sus manos con un poco de café hasta depositarla en el suelo. Había conseguido poner un pedazo de tela debajo de ellos para que el frío suelo no les hiciera pasar frío.

Tragó fuerte cuando los ojos castaños de la mujer parecieron cuchillas enterrándose sobre su rostro y piel.

―Usted mismo lo dijo, aunque no debería ser demasiado duro consigo mismo: fue como tocar una codorniz ―Su sonrisa era tensa y Gabe sintió un escalofrío―. Y no, no estoy enojada solo por eso. En realidad, no me levanté de muy buen humor.

―«No me diga» ―pensó. No estaba tan loco para perder la vida en un segundo por decir en voz alta cada uno de sus pensamientos.

―¿Se está burlando de mí?

Gabriel abrió los ojos cual plato extendido. Al parecer no lo pensó.

―Bueno... ―Sintió que su estómago se hacía pequeño. Dalia podía tener una mirada juiciosa que te hacía ver hasta el último de tus pecados, y aun así te seguirías preguntando si no te hizo falta recordar alguno―. No es que quiera burlarme, pero no hace mi tarea demasiado sencilla.

―¿De verdad? ―Otra vez esa sonrisa―. ¿Cómo cuál?

―Hacer del prisionero solitario y muerto de frío. ―Más que afirmación, sonó como pregunta.

Dalia le siguió observando por un par de segundos, pero su atención se desvió en su café otra vez. Si lo dejaba mucho tiempo en el suelo, se enfriaría. Gabe no dijo nada más. Observarla era lo único que podía hacer, además de ver las paredes de aquella antigua y sucia celda. ¿Quién hubiese pensado que estaría en aquel castillo que solo se cuenta en las leyendas de su pueblo? Un recuerdo vino a su memoria: cuando su hermana pequeña y él jugaban a ser exploradores de tesoros y encontraban aquel castillo abandonado para volverse millonarios.

―Pensé que estaría abandonado ―dijo el cazador sin dirigirse propiamente a ella―. Con muchos objetos lujosos que, si se vendieran, obtendrías una fortuna.

―Y vaya que los hay ―Dalia recordó, con amargura en la garganta, aquella molesta y sucia alfombra costosa―. Pero si consigue salir de aquí, es casi seguro que Will le permitirá llevarse lo que quiera ―bufó con molestia―. Todos aquí queremos irnos de este lugar.

Él no lo entendió al instante. No había estado fuera del castillo desde su llegada por lo que no sabía lo que sus palabras quisieron decir; y no quería pedir explicaciones. A leguas se notaba que Dalia quería hacer de todo menos hablar de lo que le frustrara.

Conociendo a la bestia: El Príncipe Maldito #1 [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora