Esa noche volvió a soñar con la misma situación. Una habitación a oscuras y el mismo espejo de cuerpo completo. Lucitor estaba en el interior, y Dalia cruzó ambos brazos con mucha frustración. Estaba demasiado enfadada y él no parecía feliz tampoco. Su respiración aun así era calmada, pero humo salía de sus fosas nasales por las bajas temperaturas. Dalia no podía entender cómo él podía sentir el frío ambiental del mundo real.
―¿Puedo preguntar qué es lo que tiene? ―dijo él siendo el primero en preguntar.
―Prefiero no hablar sobre eso. ―Su contestación tajante dejó a Lucitor con los ojos como platos, y en la mente de la doncella solo cabía la vieja sensación de aquel pedazo de goma y hule adherida a su mano―. ¿Puedo preguntar por qué solo puedo verlo entre sueños?
―Es cuando todos duermen.
―¿En serio? ―ironizó sin poder evitar mirar al cielo―. Como si alguien lo pudiera ver.
―En realidad, ese es justo el problema: nadie puede, ni podrá verme durante el día. ―Lucitor alzó ambas manos con confusión―. Es la máximo información que le podré dar hasta ahora. Hay cosas de las que aún no podemos hablar hasta que sienta que sea el momento oportuno.
―La noche anterior me dijo usted que me daría instrucciones para ayudarme a salir de aquí. ―Dalia cruzó ambos brazos. Lucitor no movió ni un músculo, pero pacientemente asintió.
―Así es.
―¿Y? ―incitó―. ¿Ahora qué es lo que procede?
―¿Sabe por qué la magia de este lugar es tan poderosa? ―preguntó, y Dalia solo comenzaba a impacientarse, pero permitió que él siguiera hablando o de lo contrario, no volvería a abrir la boca hasta que ella aprendiera a guardar silencio―. Una persona no debió lograr conseguir una magia tan duradera y de tal magnitud. ―Hizo una pausa, pero al ver que Dalia prestaba atención, permitió que él pudiera continuar―. Hay alguien aquí que la alimenta, que la sigue manteniendo ―explicó.
Dalia arrugó su frente y llevó un puño a sus labios apoyándose con su otro brazo. Su vista estaba en el suelo, pero no la levantó. No hasta comprender lo que sus palabras estaban diciendo.
―¿Qué quieres decir? ―aún así preguntó.
―¿No es obvio? ―Lucitor parecía conmovido por su poca imaginación―. Alguien de aquí les ha estado mintiendo. Alguien de aquí está alimentando esta magia.
«Alguien de aquí sí puede salir»
~oOo~
Los ojos de Dalia se abrieron de par en par. Se enderezó de la cama sintiendo mechones de cabello caer sobre sus hombros con suavidad. Su vista no podía ver en la oscuridad, pero el frío recorrió en sus entrañas cuando caminó descalza por el suelo.
ESTÁS LEYENDO
Conociendo a la bestia: El Príncipe Maldito #1 [Editando]
FantasíaHabía una vez un príncipe que vivía en un castillo a la mitad del bosque con el emblema de la familia real de los Solthier. Dalia, una doncella procedente del país francés e hija de un humilde mercader, se vio obligada a conocer a este apuesto prínc...