La mañana de aquel día era como siempre: un lugar húmedo, lleno de polvo y suciedad. Ese día Dorothy había pedido de favor si le podían ayudar en la cocina en lo que se encargaba de limpiar el castillo.
¿Cómo lo haría? Dalia no tenía ni la más mínima idea. Solo asintió y dejó que la anciana hiciera la limpieza esta vez. Probablemente no terminaría de limpiar hasta dentro de una semana.
Apenas entró a la cocina, vio a Tris en el interior. Tenía masa entre sus manos, y la golpeaba con fuerza para amasarla mejor.
Quizás no fue la única a la que Dorothy recurrió para poder hacer el desayuno.
—Buenos días —saludó la doncella hacia la campesina. Tenía puestas ropas un poco más grandes de la que su talla correspondía, pero vestía elegante. Su cabello estaba recogido en una coleta y traía puesto un mandil para evitar mancharse de harina.
—¡Oh! Hola. —La chica mostró una larga sonrisa de oreja a oreja, pero sin dejar de golpear la masa—. Pensé que te habías dormido. ¿Podrías ir al horno y ver si ya está listo el pastel de carne?
Ella asintió y caminó lento hacia el horno. Al abrirlo, sintió el aroma pasar por sus fosas nasales. Olía delicioso.
—¿Cómo pudo hacer eso tan rápido? —cuestionó mirándola por arriba de uno de sus hombros.
—Lo hizo Dorothy antes de pedirme que le ayudara a hacer el postre. —Posó la masa sobre un plato hondo para pay. Dalia notó que había muchas moras en la enorme mesa—. Me comentó que debe servirse frio, así que me tomaré la molestia de hornear algo. Pero antes el pastel debe estar listo.
Dalia apretó sus labios haciendo un ruido con la lengua. Tomó unos guantes para cosas calientes y sacó el pastel una vez estuviera listo. Tris le miró mientras se encargaba de hacer la mermelada de moras. Tenía una ceja alzada, notó la experiencia de Dalia en la cocina.
—Por su forma de sostener el contenedor caliente sin miedo, puedo objetar que usted es de clase media o media baja, como yo. —Dalia levantó la vista bastante sorprendida. Era claro que eso en sí era cierto. Asintió como respuesta y dejó el pastel sobre la mesa.
—Mi padre es mercader, y yo me encargaba de cuidar de nuestra casa —respondió—. ¿Cuál es su nombre?
—Tris —dijo casi en un grito—. Y perdona mis modales, tampoco me tomé la molestia de preguntar el suyo.
—Dalia. —No había incomodidad en sus ojos, y la conversación fluyó con plena comodidad. No tardaron en contar el cómo llegaron al castillo, o el porqué Dalia quería ir al bosque. Tris era nata en contar detalle a detalle todo lo que había sucedido con su padre, quién dejó de ver cuando Gabriel y él salieron en su búsqueda a mitad de la noche.
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Conociendo a la bestia: El Príncipe Maldito #1 [Editando]
FantasyHabía una vez un príncipe que vivía en un castillo a la mitad del bosque con el emblema de la familia real de los Solthier. Dalia, una doncella procedente del país francés e hija de un humilde mercader, se vio obligada a conocer a este apuesto prínc...