Capítulo 8. "Invitado del bosque"

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Por primera vez en toda su estancia en el palacio, el príncipe no había decidido meter mano donde no le había sido permitido: y eso la desconcertó

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Por primera vez en toda su estancia en el palacio, el príncipe no había decidido meter mano donde no le había sido permitido: y eso la desconcertó. De un modo agradable, cabía decir. Su compañía a su alcoba no fue ciertamente cómoda debido a la atmósfera, pero había sido un progreso que no se podía ignorar.

A la mañana siguiente, el sol se asomaba por lo alto iluminando poco en la habitación debido a la obstrucción de las cortinas, permitiéndole descansar su vista mientras sus pensamientos disipaban como cometas: donde un hombre

Tal vez se debía a la representación de William debido al cómo se mostró la noche anterior. Para ser un hombre bastante irascible, se había comportado de lo más amable, o quizás desde el principio siempre trató de ser así.

Las horas pasaron. Logró vestirse con la ayuda de Dorothy, entregándole guardarropa decente que pertenecía a la antigua soberana del castillo. Otro misterio que nadie sabía responder sobre su desaparición, haciendo de la lista de Dalia mucho más larga a preguntas sin respuesta.

Cuando por fin había almorzado con todos en la mesa (incluyendo a Dorothy y Sergio, su sirviente) ayudó a limpiar los hermosos ventanales de la sala de estar de la noche anterior. Estos poseían grabados algo extraños, muy al estilo del siglo del barroco. Relataban una historia con dibujos poco visibles, y las palabras escritas en el vidrio parecían estar en latín.

Chasqueó la lengua en rendición, después de varios minutos de querer descifrar el grabado.

—¿Qué es lo que tiene? —preguntó el príncipe, quien permaneció un buen rato sentado en un sillón individual con un libro en sus manos en lo que la doncella estaba limpiando.

—¿Debo de tener algo para captar su atención? —habló en tono burlesco, obteniendo del príncipe su plena atención—. Solo veo los grabados, es todo.

—Permaneció callada en todo el desayuno, observó a James durante un largo rato cuando volvió del pueblo, pero nunca articuló ni una palabra ni pregunta al respecto; además, ha estado ayudando con la limpieza cuando Dorothy le ha dicho varias veces que no es necesario. —El príncipe desvió su vista del libro, reparando en la chica por unos cuantos segundos—. ¿De verdad se encuentra bien? No es por alegar: realmente es bueno que quiera ayudar a Dorothy con una tarea tan difícil como limpiar cientos de habitaciones y docenas de pasillos, pero...

Dalia rodó los ojos:

—Vaya, sí que es todo un observador.

Will tuvo intensión de replicar, deteniéndose un segundo para darle la palabra a su invitada. Prefiriendo el permitirle una victoria por esa ocasión.

—Lo sé. —Había altanería—. Me gusta centrar mi atención en los pequeños detalles.

Dalia cruzó sus brazos en un vago intento de olvidar aquella estupidez recién dicha. Tratar con William era como discutir con un niño consentido. Siempre quería tener la razón, y no importara qué hiciera: buscaba la excusa perfecta para asegurar que él la tiene. Sea absurda o no.

Conociendo a la bestia: El Príncipe Maldito #1 [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora