💚U N O💚

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-¡Ven acá, pequeño pecoso! – Lafayette corría detrás del pequeño Phillip quien por momentos solo volteaba su cabeza de lado y le sacaba la lengua.

-¡Respeta más a mi hijo, bagguete! – Grito John al oír como su amigo le decía a su hijo, algo que odiaban John y Phillip era ser llamados pecosos, aunque a la única persona que se lo permitían era a Alexander pero eso era otro asunto.

-Lo que tu digas ... Pecoso mayor - Siguió persiguiendo al pequeño, preferiría seguir corriendo en círculos que a John lo golpeara.

John en cambio estaba a nada de matar a su amigo de no ser porque alguien lo tomo de la mano, ese alguien era Alexander, quien en sus brazos llevaba una pequeña de cabellos chinos negros, piel clara y ojos cafés, la pequeña Francés siendo hija de John era una copia perfecta de Alexander y con Phillip era la copia perfecta de John, siendo Alexander su padre.

-¿Qué sucede, mi pecoso? - John se sonrojo al mirar a su esposo y oir ese apodo - ¿La bagguete sigue molestando a nuestro pequeño?

- Si ... - Ambos miraron como Phillip mordia a Lafayette quien solo intentaba quitárselo de encima - Creo que ya no - Se rieron en cuanto Phillip soltó al mayor y corrió a los brazos de John quien lo recibió alegremente.

Alexander sonrió, ver a Phillip con su amado era tan hermoso como tranquilizante para el, saber que después de tanto tiempo, aún estaba junto a John lo aliviaba, saber que con John y esos 2 pequeños que estaban en sus brazos tenía una familia, le bastaba.

Lo hacía regresar el tiempo hacía 12 años en su mente.

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Alexander Hamilton, ese era su nombre, cualquiera que lo viera pensaría que era el típico chico de 19 años problemático pero no era así.

Nació en el Caribe, era hijo de James Hamilton y Rachel Faucette, aunque no sabía si considerar a James como su padre, realmente no lo veía como tal, desde los 10 años que el ya no veía a James.

En cambio Rachel, siempre iba a amar a su madre hasta el día de su muerte, esa mujer aún con una mala reputación y con pocas esperanzas de conseguir un trabajo con sus estudios inconclusos, le dio todo lo que necesitaba y hasta más en muchas ocasiones.

Siempre había sido un chico prodigio, cualquiera pensaría que era un chico sin propósito en la vida, el hecho de que le valía un comino si se veía bien o no le interesaba muy poco, pero en realidad, era muy inteligente.

"Tan sólo tengo 19, pero mi mente es más vieja".

El solo podría presumirse sus habilidades, sin llegar a rebajar a nadie, con un toque de conocimiento en sus palabras dejaba a impresionado a una multitud.

Camino unas calles, realmente era sorprendente conocer Nueva York, su plan era acabar la Universidad con la carrera de abogado y filosofía, amaba abogar por los que no tenían voz y amaba analizar todo lo que pasaba en su alrededor y escribirlo.

Sólo que apenas llevaba poco tiempo en Nueva York, no la conocía realmente, así que debía pensar 2 veces antes de irse por alguna calle, cada vez más lejos de su hogar.

- ¿Ya te perdiste Alexander? - El susodicho volteó encontrándose con su mejor amigo aunque fuera mayor que el: Hércules Mulligan.

- Por supuesto que ... - Sonrió antes de soltar un suspiro - Si - Esa actitud de Hamilton le provocó una risa a Hércules.

- Tienes suerte de tenerme como mejor amigo, si no, quien sabe hasta cuando llegarías a la universidad y a tu casa - Alexander solo sacó la lengua infantilmente, podría tener 19 pero le gustaba ser infantil a veces.

Hércules había conocido a Alexander gracias a que existió un tiempo donde Rachel se había mudado a Nueva York, por sus estudios y conoció al mismo, siguieron en contacto, Alexander pudo conocer al que era el mejor amigo de su madre, al poco tiempo también se convirtió en su mejor amigo.

Lexi, como había quien lo llamaba, podría considerar a Hércules como su padre, de no ser que su amigo se veía muy joven a su lado como para decir "Hey, consideró a este tipo como mi padre, aunque nos vemos de la misma edad".

Eso sonaba mejor en su mente, decirlo abiertamente era más vergonzoso.

- Mejor vamos apresuremos antes de que llegues tarde a tu primer día de clases.

Alexander asintió antes de seguir caminando a lado de Hércules.

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John Laurens tenía 20 años en ese momento que se encontraba corriendo a lado de su mejor amigo Marques de Lafayette, llegaban tarde a la universidad.

- ¡Demonios Laff, te dije que pusieras la maldita alarma! - Grito bastante furioso.

- ¡Demonios Jack, te dije que soy un irresponsable de un mierda, que la pusieras tu!

John gruño entre dientes, seguía sin entender como es que ese irresponsable era su mejor amigo, pero hey, se le quería.

John era proveniente de Carolina del Sur, hijo de Henry Laurens, uno de los doctores más reconocidos de ahí y de Eleanor Ball, la mejor de los profesores de Ciencias que tenía la escuela secundaria de Carolina del Sur.

El era un muchacho bastante frío en el momento que se le ve, pero al conocerlo conoces a una de las personas más lindas y amables de todas.

Claro que si le sacaba de sus casillas como lo hizo Laff, era mejor mudarse de país.

El estaba estudiando para ser veterinario de animales exóticos, tenía una habilidad especial para entender a los animales que muchos quedaban sorprendidos.

- ¡CORRE LE IMBECIL QUE CIERRAN LA PU ...

- ¡JOHN CUI ... dado.

Muy tarde.

El había chocado con otra persona y había caído encima de ella.

Al momento de caer, cerró los ojos y a los pocos segundos los volvió a abrir.

John jamás visto unos hermosos ojos chocolates, era un color común, si, pero en esos momentos solo quería apreciar esos ojos.

Y Alexander jamás se había perdido en unos ojos tan verdes.

- Lo siento - John se levantó rápidamente y camino hacia la entrada con Laff a su lado.

- ¿Estas bien, Alex? - Preguntó Hércules preocupado.

- Si - Se levantó pero seguía viendo hacía enfrente - Creo que se que voy a escribir hoy en la noche.

Hoy iba a escribir sobre unos hermosos ojos que había conocido.

Unos hermosos ojos que iban a verlo dentro de poco tiempo con mucho amor.

G R E E N (Hamilton Modern AU).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora