15 de febrero de 2011, 9:10 AM, lugar del accidente, en algún punto cercano al pirineo catalán, norte de España.
Los pебята bajaron de la camioneta y se desplegaron por la autopista sin necesidad de que su líder diera una sola órden. Cada uno sabía perfectamente cual era su cometido.
El primer paso era encontrar el lugar donde había sido asesinado Salvattore Silano, pero había un par de inconvenientes que no les iban a facilitar la tarea. El primero de ellos era la vaguedad con que se les había descrito el lugar. Sabían que estaban cerca, ya que el округ había logrado acotar su localización a un tramo de tan sólo cinco kilómetros, pero aún así era mucho terreno por cubrir.
El segundo inconveniente eran los vehículos. No podían detener el tráfico así como así, por mucho poder que tuviera la organización que los había enviado allí. Tenían órdenes de no llamar excesivamente la atención. En resumen: debían trabajar rápido y mal. Nada a lo que no estemos acostumbrados.
Arkadiy, plantado en el arcén cerca de la camioneta , se comunicaba en todo momento con sus hombres a través del equipo transmisor que llevaba sujeto a un lado del rostro. Confiaba en sus hombres, los había visto trabajar infinidad de veces y en situaciones mucho más complejas. Sin embargo, temía que su objetivo desapareciera si tardaban demasiado. Ya les llevaba tres días de ventaja y cada minuto que pasaba podía significar la diferencia entre el triunfo y el fracaso de la misión. Cuarenta y siete minutos tardaron los pебята en comunicarle que habían dado con el sitio que buscaban. Arkadiy sonrió satisfecho y volvió a la camioneta. Estos son mis chicos.
Poco después, Arkadiy contemplaba el escenario que se desplegaba ante él: el vehículo siniestrado ya no estaba, como no podía ser de otra forma, pero la mancha oscura de aceite y gasolina sobre el asfalto seguía señalando el lugar exacto donde había estado la noche de la muerte de Silano, y el hormigón del muro presentaba varias grietas allá donde había impactado. Unos diez metros más allá observó que, sobre el asfalto de los dos carriles centrales de la autopista, había las marcas de frenada de lo que parecían dos vehículos distintos.
Los nueve pебята a su cargo esperaban instrucciones destrás de él, en el arcén. Sabía que estaban ansiosos, contenidos. Deseosos de que la caza empezara de una vez. Léon, el conductor que el округ había asignado a la unidad, estaba en ese momento bloqueando con la camioneta los dos carriles contiguos al muro que separaba la carretera del bosque.
—Lyosha, Edik, ayudad a nuestro chófer a desviar el tráfico. Gosha, Kirill, Seryoga, los vehículos: marca, modelo, año de fabricación; todo lo que podáis averiguar. Viktor, tú te encargas del asesino: quiero saberlo todo de él, incluso el color de sus ojos. Slava, conecta el sistema de camuflaje de inmediato. Roman, Kostya, vosotros permaneced alerta y alejad a los posibles curiosos. ¡A trabajar!
Dadas las órdenes, Arkadiy se apartó a un lado y dejó a sus hombres trabajar. Estimó que tardarían entre tres y cuatro horas en recopilar toda la información que necesitaban.
Cuatro de los pебята saltaron a la parte trasera de la camioneta cuando ésta aún estaba terminando de colocarse en perpendicular en medio de los dos carriles, y otros dos avanzaron al vehículo y, caminando con calma por el centro, empezaron a hacer señales a los vehículos que se acercaban. Cinco minutos después la zona estaba totalmente bajo control y cada hombre hacía su parte: Lyosha y Edik, colocados los triángulos reglamentarios sobre el asfalto, simulaban estar revisando el motor de la camioneta mientras Roman y Kostya se aseguraban de que ningún vehículo se detuviera o disminuyera demasiado la velocidad; el resto trabajaban tranquilos en el interior del perímetro, invisibles a ojos de los mirones gracias al carísimo sistema de camuflaje de última generación que Slava había desplegado a su alrededor. Gosha y Seryoga manejaban, sobre el asfalto y junto al muro agrietado, instrumental de investigación al que sólo tenían acceso dos agencias de espionaje en todo el mundo. Tomaban fotos y muestras, medían y hacían cálculos sobre el terreno y, al final, Kirill contrastaba los datos obtenidos en su potente Notebook, conectado en todo momento a través de la red a bases de datos en teoría inaccesibles Mientras sus hermanos trabajaban Viktor se concentraba, arrodillado en el suelo con los ojos cerrados y los brazos extendidos, ajeno al ajetreo que había a su alrededor; la parte que le correspondía desempeñar aquella mañana era de vital importancia. El éxito de la misión dependía en gran medida de lo que consiguiera en las siguientes horas.
ESTÁS LEYENDO
AETERNITAS - Asesino de Inmortales
FantasiCuenta la leyenda que existen siete inmortales que dominan el mundo y que llevan haciéndolo desde el principio de los tiempos. Se dice que manejan los hilos de todos nosotros desde las sombras, que nadie sabe quiénes son ni donde están, y que los po...