El regreso a la realidad fue lento y algo borroso y casi lo lamentó
cuando sucedió. Pero incluso la realidad era casi perfecta porque en ella podía sentir la cálida piel de Matteo bajo su mejilla. No tenía la seguridad de un futuro con él, pero ahora mismo tenía a Matteo. Sintió lágrimas salpicándole los ojos e intentó
contenerlas. Esa noche era para ella y sería perfecta. No la arruinaría llorando.–Ahora vengo –dijo Matteo.
Luna se incorporó en la cama mientras Matteo entraba en el baño. Cuando regresó y volvió a meterse en la cama, ella observó su perfil. Durante mucho tiempo había pensado que lo sabía todo sobre él, pero ahora había descubierto que le había faltado una gran pieza.
–Matteo... –sabía que no debería decirlo, pero estaban desnudos y
juntos en la cama. Si no podían ser sinceros ahora, ¿cuándo iban a serlo?–. ¿Qué pasó?–Ya te lo conté.
–Más o menos.
–¿Quieres oír más?
–Quiero saber qué pasó. ¿Se lo has contado a alguien?
–No hablo de esto, Luna. Nunca. Con nadie.
Ella le puso la mano en el hombro.
–Y yo no dejo que los hombres me vean desnuda. Nunca. Pero a
ti te dejo, así que cuéntamelo.Él se detuvo un instante antes de empezar: –Lo llamamos Jake. Vivió cuarenta y ocho horas. Nadie en el hospital pensó que pudiera tener alguna oportunidad, pero yo sí – respiró hondo y con la suave luz que entraba por las ventanas ella
pudo ver el brillo de una lágrima sobre su mejilla–. Me equivoqué.
Estaba seguro de que se pondría bien y había cambiado todos mis
planes de futuro, pero entonces pasó aquello y pensé que todo
volvería a ser como antes, pero no fue así. Y mis padres... Creo que se quedaron aliviados porque les había enfurecido que fuera a tirar mi futuro por la ventana. Creo que se sintieron aliviados cuando mi hijo murió, Luna.–Matteo...
–Sarah no quiso volver a hablar conmigo y no la culpé. Cada vez
que la miraba lo recordaba todo y creo que a ella le pasaba lo mismo. Por eso me marché, no podía seguir allí. Ahora tendría catorce años y tal vez jugaría al rugby como yo a esa edad. Estaría enseñándolo a conducir y hablándole de chicas. Aún pienso en él. No llegué a entender cómo una persona pudo convertirse en todo mi mundo en tan poco tiempo. Tocar fondo es terrible y bebes mucho alcohol, por cierto,
aunque no te soluciona nada, solo te convierte en alguien patético. Pero encontré un trabajo en una cafetería, a pesar de que era pésimo, y entonces tuve algo nuevo en lo que centrarme. Terminé mis estudios
y descubrí mi amor por el café. Fui subiendo en la compañía y se la compré a mi jefe cuando se jubiló. Y creo que ese es el principio de lo que tú y todos los demás sabéis ya.Luna, abatida, se secó una lágrima de la cara y apoyó la cabeza en su hombro. Él la abrazó.
–Pero eso me cambió. Me hizo crecer y seguir adelante. Me
enseñó a valorar el control y la responsabilidad y por eso estoy aquí. Por eso tengo tanto éxito. La arrogancia y el carácter impulsivo te conducen al desastre y causan dolor. Un dolor innecesario.Luna deseó poder decirle cuánto lo amaba, pero sabiendo que
eso era lo último que él querría oír, se limitó a abrazarlo y dejar que la abrazara.–¿Quieres que me vaya?
–Quiero que estés aquí. Pasa la noche conmigo.
–Claro, Luns –respondió suspirando de alivio.
La abrazó con más fuerza y ninguno de los dos dijo nada. Esa
noche estaban juntos y ella esperaba no quedarse dormida porque no quería perderse ni un solo momento.Por la mañana, se estiró y abrió los ojos topándose con una
imagen familiar: la habitación de Matteo. Aunque no era familiar el hecho de despertarse en ella y, mucho menos, después de haber hecho el amor con él toda la noche. Una lenta sonrisa se extendió en sus labios seguida de una sacudida de dolor cuando recordó su conversación y la historia de su hijo.–Buenos días –le dijo a Matteo cuando él despertó y la miró con
una sonrisa.–Buenos días.
–Supongo que tenemos que prepararnos para ir a trabajar.
–¿Eso crees?
–Ya casi es la hora.
–Es verdad –contestó tendiéndola bajo su cuerpo–. Pero hoy podrías llegar un poco tarde. Conozco al jefe.
–Y yo –respondió riendo–. Es muy estricto con que la gente
llegue a trabajar a su hora.–¿En serio? Bueno, pues tengo la sensación de que hoy hará la
vista gorda.
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