Esperaba que todos quisieran cupcakes para almorzar porque
había nueve variedades distintas y alguien tenía que comérselos. Ella no podría con todos y no los compartiría con Matteo, así que irían directos al trabajo.Mirándolo por el lado bueno, había dado con nuevas combinaciones que funcionaban muy bien y sus favoritos eran
los de caramelo y sal de mar. Sin embargo era incapaz de darles más de dos bocados porque tenía un nudo en la garganta que hacía que estuviera constantemente al borde del llanto. Estaba demasiado asqueada como para comer nada y no lo había hecho desde que el chófer de Matteo la había llevado a su casa.Apoyó la cabeza en la encimera de la cocina e intentó contener
un sollozo. Algo había estallado dentro de él la noche anterior, pero no sabía qué ni sabía cómo arreglarlo.–Luna.
Alzó la mirada y vio a Jess en la puerta de la cocina.
–Matteo te está buscando.
–Oh –se puso derecha y se secó las lágrimas–. Voy en un segundo. Toma, llévate algunos. Yo no puedo comérmelos sola y, si Matteo los ve, dile que llevan nueces.
–¿Todos?
–No, pero tú dile eso.
Ahora no tenía elección. Tenía que enfrentarse a él.
–Jess ha ido a buscarme –dijo asomándose a la puerta de su
despacho a pesar de que nunca había llamado antes de entrar. Sin embargo, ahora sentía que debía hacerlo.–Sí, pasa –le respondió él con el mismo tono distante de la noche anterior.
Le parecía imposible que ese fuera el mismo hombre cuyas
manos habían temblado después de hacer el amor, el mismo con el
que había visto películas y compartido cenas. Pero lo era.
Entró en el despacho y lo vio tan calmado y contenido como el
día de su boda, mirando por la ventana como si no le importara nada, como si estuviera carente de emociones.–Estoy a punto de firmar el contrato con Ernesto y quería darte las gracias por tu ayuda.
–Ah, sí.
–Una vez termine todo, podremos decirle a todos que nuestro compromiso está anulado.
–De acuerdo.
–Eso es todo –miró su ordenador un momento antes de añadir–:
¿Estás ocupada esta noche?A Luna se le paró el corazón. ¿Quería sexo? ¿Otra vez?
¿Después de lo de la noche anterior?–Eh... ¿por qué?
–Porque he pensado que podría ir a tu casa a ver una película.
Estaba comportándose como si nada hubiera cambiado y ella se
sintió insultada. Quería gritarle e incluso pegarle, y eso que no había pegado a nadie en su vida. Pero quería una reacción, no quería verlo tan controlado.–¿Vas a fingir que lo de anoche no pasó?
–Creo que los dos sabemos que no está funcionando, pero tienes razón. Eres mi amiga y anoche no te traté como tal.
–Más bien me trataste como a una ramera.
Vio un atisbo de emoción en su mirada antes de ser reemplazado de nuevo por esa irritante calma.
–Lo siento. No estaba siendo yo.
–¿Sabes qué pienso, Matteo? Creo que sí que eras tú y que esto
es una mentira. Que estás siendo un cobarde y que no puedes
enfrentarte a lo que pasó entre nosotros y por eso te alejas.–No está funcionando, lo que nos funciona es la amistad y tenemos que volver a eso.
–¿Estás loco? No podemos volver atrás. He estado desnuda delante de ti. Hemos hecho el amor. No puedes hacer como si eso no
hubiera pasado. Nos equivocamos y aquella noche que luego se convirtió en cuatro lo cambió todo. No puedes experimentar algo así y no sentir nada.–Yo sí puedo.
–¿De verdad crees que esto no es nada? ¿Que no somos nada?
–Somos amigos, Luna. Significas mucho para mí, pero eso no
significa que quiera seguir acostándome contigo. Tenemos que volver a lo de antes para que el negocio pueda...–Me marcho de Roasted, ya lo sabes.
–No pensé que fueras a marcharte de verdad.
–¿Qué?
–Me importas.
–No lo suficiente –contuvo las lágrimas, lágrimas de rabia–. Te
importo mientras te haga compañía cuando estás solo, te haga tu tarta de boda cuando decidas que ha llegado el momento de celebrar una boda sin amor, mientras acceda a fingir ser tu prometida para que
puedas conseguir tu preciado contrato, pero siempre bajo tus
condiciones. Y cuando ves que yo empiezo a tener algo de poder y de decisión, ya no puedes soportarlo. Se acabó, Matteo –dijo quitándose el anillo y dejándolo en la mesa.–Tenemos un trato.
–Si es la única razón por la que no quieres que me vaya, no
puedo seguir aquí.–¿Así que te vas a marchar y vas a echar a perder nuestra amistad por una aventura sin importancia?
–No es por la aventura, sino por el hecho de que no le des
importancia.–¿Qué quieres? ¿Por qué, de pronto, no te basta con lo que
tenemos?–Porque me he dado cuenta de lo poco que estaba aceptando y
de que me conformaba con lo que tú querías darme, ya fuera un hueco en tu cama o un trabajo horneando tu tarta de boda, y eso es asqueroso. No puedo seguir haciéndome esto –se giró para marcharse, pero él la agarró del brazo.–¿Qué quieres? Te lo daré, pero no te marches.
–¿Para quedarme esperando a que decidas que quieres probar
con otro matrimonio sin amor? ¿Para poder hacerte otra tarta? A lo mejor esta vez tendría que ayudar a la novia a elegir el vestido del mismo modo que estoy aquí para hacer lo que a ti se te antoje, ¿verdad?–¿Te molesta la idea de que otra mujer se case conmigo? Porque, si es así, cásate tú conmigo –agarró el anillo–. Cásate conmigo y no te vayas.
Ella retrocedió horrorizada.
–¿Para qué, Matteo? ¿Para ser la mujer que no ames? Te da igual, ¿verdad? Lo único que quieres es controlarme y evitar que me
vaya y serías capaz de casarte para conseguirlo. Pero yo no quiero.Él intentaba darle el anillo.
–¡No! Me voy a recoger mis cosas del despacho.
–Luna.
La vio salir del despacho y todo quedó en silencio. ¿De verdad había hecho eso? ¿Le había ofrecido el anillo de Hannah? ¿Le había suplicado que se casara con él para que se quedara? Sí. Y había perdido a la única persona que le había dado sentido a las cosas.
Desde que la conoció había estado fingiendo que eran amigos, solo eso, porque había sabido que perfectamente podría haberse convertido en todo para él. Ahora lo aplastaba un intenso dolor y una sensación de pérdida que le robaba la respiración.
Soltó el anillo y lo dejó caer al suelo.
Había perdido el control, algo vital para él, pero, si recuperarlo
significaba perder a Luna, entonces ya no lo quería. Había estado seguro de que no podría vivir con la clase de dolor que el amor producía, pero ahora estaba seguro de que no podía vivir sin amor.Sin Luna.
La amaba tanto que le dolía.
Y, si tenía que renunciar a su orgullo, al control y a su seguridad para recuperarla, lo haría.
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