Él sonrió y esa sencilla expresión fue suficiente para derretirla por dentro. Qué sexy era. Una razón más para marcharse de Roasted.Matteo se apartó de ella, se desmontó y la esperó con la mano extendida. Ella le agarró y dejó que sus músculos la bajaran
cuidadosamente al suelo. Sus pies cayeron justo delante de los suyos y sus pechos quedaron tan cerca de su torso que pudo notar su calor excitándola, provocándola.–¿Quieren que les espere? –les preguntó su guía.
–Volveremos caminando. Gracias por el paseo. Ha sido toda una
experiencia.El hombre asintió y silbó a Anong, que se levantó lentamente para volver junto a su dueño y su amigo. Luna los miró y sonrió. Solo el día antes había estado en un hotel de San Francisco esperando a que Matteo le partiera el corazón casándose con otra mujer, y ahora estaba con él en su viaje de luna de miel. ¡Y dando un paseo en elefante!
–Toda una experiencia –dijo Matteo girándose hacia el agua.
–Ha sido divertido.
–Aunque no relajante, exactamente.
–No –respondió ella riéndose–. En absoluto.
–Esta mañana el señor Ernesto me ha dicho por teléfono que este es un lugar seguro para nadar.
–Me alegra saberlo. Parece limpísimo –dijo acercándose al
borde. Podía ver las rocas cubiertas de musgo por todo el fondo y pececillos nadando de un lado para otro–. Perfecto.Matteo se quitó la camiseta y se quedó únicamente con un
bañador blanco que, cuando estuviera mojado, se aferraría a zonas de lo más interesantes.
Últimamente su mente era un lugar lujurioso y lo más triste era
que no lo lamentaba porque la hacía disfrutar mucho.–¿Nadas?
–No.
–¿Por qué?
–Tiene pinta de estar fría.
–Aquí hace un calor tan sofocante que podría ser agua de deshielo y resultar agradable. Y te garantizo que esto no es agua de deshielo.
–A mí me parece... fría –qué excusa más pobre. Pero no quería quedarse en bañador, no cuando él estaba tan espectacular con el suyo y ella tenía caderas y pechos y grasa abdominal.
–Ridículo –se acercó a ella y la levantó en brazos.
Sus grandes manos rodeaban su muslo y su hombro y el calor de su cuerpo larecorría como una cálida, pegajosa y dulce miel. Se dio cuenta de lo que iba a pasar un poco tarde porque la atracción sexual le había anulado el cerebro. De pronto, el calor y el
frío la invadieron; su cuerpo aún cálido por dentro gracias al roce de su piel, pero su piel helada por el agua.–¡Matteo!
Él la miró sonriendo y ella se aferró a sus hombros mientras él
seguía rodeándola con fuerza. Ahora la piel de él estaba húmeda y resultaba tan sexy que Luna tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para evitar deslizar las manos sobre sus increíbles y perfectos pectorales.Quería hacerlo. Quería posar los labios sobre su cuello, lamer las gotas de agua que pendían de su piel, pero se rió y logró soltarse,
huyendo de la tentación. Fue hasta la zona menos profunda del estanque mientras su sarong rosa, ahora empapado, se ceñía a sus curvas como una segunda piel. Se lo desató y lo colgó de la rama de un árbol. Se sentía expuesta en su bañador negro, por muy sencillo y discreto que fuera.–Bueno, ha sido una forma de meterme en el agua. Fuerza bruta –dijo yendo hacia la zona profunda desesperada por la cobertura que el agua le daría.
–¿Bruta? –Matteo, con los ojos llenos de diversión, nadó hasta
donde estaba.
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